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FELICIDAD Y OPTIMISMO

DELFEAYO MARSALIS UPTOWN JAZZ ORCHESTRA, 
Crescent City Jewels (Troubador Jazz, 2024)

En una tierra como España donde cada ciudad tiene un carnaval y cada carnaval su propia idiosincrasia, no podemos escapar a la ironía, la música y la locura que rodean esta fiesta. Andamos en tiempos de carnavales, la gente de Cádiz lo vive de una manera y los de Nueva Orleáns lo viven de otra. A los que nos gusta el jazz, Nueva Orleáns nos enseñó que allí caben todas las músicas, y que esta, cuando sale a la calle, explota siempre como una fiesta. De todas nuestras formaciones favoritas de NOLA, quizás la Uptown Jazz Orchestra de Delfeayo Marsalis sea la imagen más potente, inspiradora y divertida de todas. ¡Todo lo que hace suena a Mardi Gras! 

"Lo que la comunidad jazzística necesita ahora mismo son bandas que puedan traer felicidad y optimismo" (Delfeayo Marsalis) 

Su disco más reciente, publicado a finales de agosto, resuena ahora en los auriculares cuando se acerca el carnaval. Su título es Crescent City Jewels y en él tiene invitados de lujo como el saxofonista (y hermano mayor) Branford Marsalis, el trompetista Kermit Ruffins (de quien hace tiempo que no hablamos),  el llamado “Piano Prince of New Orleans” Davell Crawford, el baterista Herlin Riley y el trombonista Maurice “Miracle Meaux” Trosclair.

Nos dejamos llevar por la dulce y pícara cadencia de la música de Nueva Orleáns y encontramos joyas (como sugiere el título) como "Ooh Poo Pah Doo" (imposible no bailar), la seductora "Basie Moods" con sus solos tremendos y esa orquesta detrás sonando a tope, "Inner Urge", el imprescindible "Basin Street Blues" (escrito por Spencer Williams en 1928, con la sombra eterna de la trompeta de Louis Armstrong, que aquí suena excitante, moderno y elegante) 
y momentos deliciosos como una versión del bolero "El último café", con solo de soprano de Brandford Marsalis, o "Sleepin' Bee" en la voz de la vocalista de la orquesta, Tonya Boyd-Cannon (también espectacular en el canto de iglesia "Valley of Prayers" y en la swingueante "Exactly Like You" o en la emocionante versión de "Round Midnight". Forzosamente escueto pero ¡con 16 temas!, el repertorio es un catálogo de piezas musicales de los últimos 300 años (según Marsalis) que la ciudad del Mississippi ha dado al mundo, un gozoso repaso a la diversidad musical de Nueva Orleáns. No tan desenfrenado como otros discos de Delfeayo, pero con unos arreglos y unos intérpretes impecables resulta, como siempre, muy recomendable.

Esta versión de "Valley of Prayers" es más potente en el nuevo disco:


*Más info: www.dmarsalis.com

¡CARNAVAL!

DELFEAYO MARSALIS UPTOWN JAZZ ORCHESTRA,
Uptown on Mardi Gras Day (Troubadour Jass Records, 2023)

Publica de nuevo Delfeayo Marsalis para recordarnos lo mejor del carnaval de Nueva Orleáns, con sus ritmos callejeros y su sentido del jazz como celebración. Uptown on Mardi Grass Day es precisamente eso, un retrato del corazón de la que llaman Big Easy en el gran día del carnaval, el Mardi Gras. A diferencia de sus discos anteriores Jazz Party y Kalamazoo, en este álbum hay temas más sosegados, menos ritmo callejero y más sofisticación en los arreglos, que suenan más funk pero netamente locales. La Uptown Jazz Orchestra, como siempre, es un caleidoscopio de músicos (hasta 30 instrumentistas y vocalistas participan en el álbum) que aporta un color espectacular. 

Foto: Eric Waters
El disco comienza con "Carnival Time", tema estrella de Al Johnson (no confundir con el de The Jazz Singer) en el que escuchamos la voz de Andrew Bahan y unos arreglos de viento que nos devuelven a esa época pre-bop donde el jazz de baile estaba a punto de eclosionar en otros estilos más bailables como el rock'n'roll. Maravillosa también la intervención de Glen David Andrews en "They All Ask'd for You", un cantante con un timbre tan cercano al de Louis Armstrong que pone los pelos de punta. Como comentaba más arriba, los ritmos son más sofisticados y elegantes, menos callejeros, por decirlo de alguna manera, y suenan sinuosos y seductores ("Midnight at the Zulu Ball", escrito por Marsalis y con un gran solo de Khari Allen Lee al alto y otro del trombonista) y nostálgicos en otros momentos ("All On A Mardi Gras Day"), todo un recorrido emocional.

Tras mucha música, profusión de arreglos y guiños. nostalgia de los clásicos ("Big Chief", "Street Parade"), la fiesta se desmadra por fin en "So New Orleans!" y termina con un mambo titulado "Mardi Gras Mambo (For the Jass Cats") con un brutal Marvin 'Smitty' Smith en la percusión, solos de Delfeayo, su hermano Brandford Marsalis al soprano (vertiginoso, erudito, fabuloso) y una coda con cierto regusto a nostalgia que remata Jason Stewart al contrabajo.

En resumen, un disco con arreglos fabulosos que deja un rato de diversión y unas ganas de ir a Nueva Orleáns en el carnaval (es esta semana) aunque, como suelen decir allí, "no hay sitio para mear en el Mardi Gras".



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* Web: www.dmarsalis.com

¿QUIÉN DECIDE SOBRE LA CREATIVIDAD?

LA MADRE DEL BLUES (George C. Wolfe, 2020)


El argumento de la película gira en torno a los egos a la hora de grabar un disco. Ma Rainey (una convincente Viola Davis) intenta mantener su criterio en el estudio de grabación mientras su manager intenta actualizarla utilizando los arreglos de un cornetista (Chadwick Boseman) cuyo ego se siente atacado cuando la cantante los rechaza. ¿Quién decide quién puede puede mostrar su creatividad y quién no? ¿Quién tiene autoridad moral para decir a un artista qué debe grabar? Puede sonar habitual en la música comercial pero no en un país tan libre como este donde habitan el blues y el jazz.




Ma Rainey fue llamada la Reina del Blues por ser una de las pioneras. Grandes como Bessie Smith siguieron su estela y triunfaron en el mercado emergente de los consumidores negros en Norteamérica. La película, original de Netflix, en su título original, toma el nombre de uno de los grandes éxitos de la cantante, "Ma Rainey's Black Bottom". En España, ha adoptado el título de La madre del blues, menos provocativo. 

Qué callado está todo esto. Nunca he soportado el silencio. Siempre hay que tener algo de música en la cabeza. Mantiene el equilibrio. La música rellena las cosas. Cuanta más música hay en el mundo, más lleno está. 

El blues (como el jazz primitivo) era una música de instinto, creada por los mismos que la interpretaban. Las actuaciones en los locales para negros y el surgimiento de las primeras estrellas del blues convirtieron algunas canciones en standards pero, como dice el personaje de Viola Davis en la película cuando habla de blues, "no se canta para estar mejor. Se canta porque es la forma de entender la vida."


En una manera tan personal de pensar la música, solo cabe la libertad, libertad de expresión y libertad de creación. La creatividad se convierte entonces en un acto reflejo, un sentimiento. Esta música visceral entronca con el argumento de la película, basada en la obra teatral del ganador del Pulitzer August Wilson y ambientada en el racismo de los años 30, con personajes que arrastran detrás un equipaje vital tormentoso. En cualquier música hecha con honestidad no importan solo las notas. El sentimiento se expresa a través de la ejecución, y de esto saben mucho tanto cantantes de blues como músicos de jazz:

-¿Dónde aprendiste a tocar el bajo? Le he oído cantar.
-Yo solo seguía a Toledo. Acariciaba las teclas con sus largos dedos. Yo solo seguía su ritmo.
-Eso es lo que hay que hacer, ¿no? Tocar música.

 La canciones de Ma Rainey que aparecen en la película han sido arregladas y producidas por Wynton Marsalis, quien, además, ha escrito la música incidental y el tema con el que el trompetista interpretado por Chadwick Boseman quiere triunfar ("Baby Let Me Have It All"), contando con un combo pequeño para los temas que tienen lugar en el estudio de grabación, una big band de 16 músicos (entre los que está nuestro favorito, Delfeayo Marsalis) y una sección de cuerda. La banda sonora, en global, tiene un fabuloso aire años 30, pulido y brillante al estilo Hollywood, como el vestuario y los decorados de la película, todo impecable.




JAZZ PARTY, PARTY JAZZ

DELFEAYO MARSALIS & UPTOWN JAZZ ORCHESTRA,
Jazz Party (Troubadour Jass Records, 2020)

El séptimo disco de Delfeayo Marsalis como líder llega, como los anteriores Make America Great Again! (2016) y el álbum en vivo Kalamazoo (2017), de la mano de la Uptown Jazz Orchestra. Con el eclecticismo propio de Nueva Orleáns y su intrínseca mescolanza sonora, nos trae una serie de temas originales, escritos en su mayoría por Marsalis para esta enorme orquesta. Con un sonido ambicioso (vean, por ejemplo, que suenan 4 trombones, 4 saxos, 5 trompetas...), con mucho color, dinámicas cambiantes y esa preocupación de Marsalis por el sonido puro del contrabajo, consigue que nos sintamos dentro de una gran fiesta al más puro estilo de la ciudad. 

En las notas del disco, el propio Marsalis, a través de dos anécdotas, relaciona el jazz tradicional con la felicidad. Supone, dice, que es porque el hot jazz se toca en modo mayor y los músicos lo interpretan con mayor carga de optimismo. Modo mayor contra jazz moderno. Lo que para otros es neo-tradicionalismo o, simplemente, revival, para la UJO es tradición, raíz, una música que late tras cada puerta y tras cada esquina, porque es música que suena a calle, a second line, a funeral y a celebración. Me gusta lo acertado del título, que tiene mucho que ver con lo escrito por Marsalis: suena a música feliz. Y es un gran homenaje a la idiosincrasia de Nueva Orleáns.

El disco comienza con una fusión de funk, gospel y rhythm & blues muy sureña con la semifinalista de The Voice (en España, La Voz) Tonya Boyd-Cannon, que pone un toque lírico en el tema. Sigue un clásico de The Dirty Dozen Brass Band ("Blackbird Special") es puro ritmo, energía propulsada por la enorme sección de vientos y percusiones de la UJO, una partitura que serviría por sí sola para definir el ritmo de Nawlins. El sonido criollo de la ciudad aparece en "7th Ward Boogaloo". El sugestivo tema "Raid on the Mingus House Party" está inspirado en la televisión y las crecientes tensiones que dominan la opinión pública americana. Esto, mezclado con la idea de ¿Cuál es el número máximo de ideas melódicas que se pueden tocar a la vez de manera coherente? consigue una especie de caos controlado que serviría para ilustrar todas esas corrientes éticas y las tensiones existentes entre ellas. Por cierto, la respuesta es diez. 


Mboya K. Marsalis, hermano menor de Delfeayo, padece un trastorno del espectro autista. El trombonista se ha inspirado en él para construir esta fantasía en forma de blues, un blues que, apoyado en una big band tiene un sonido potentísimo. En el rap "So New Orleans", son otros sonidos de la ciudad los que escuchamos. Con un toque funk muy neoorleano y haciendo un juego de palabras, "Dr. Hardgroove" rinde homenaje a la vida y al sonido del difunto Roy Hargrove, uno de los Young Lions que Marsalis producía en los 80. Sigue otra versión, "Let Your Mind Be Free" de los Soul Rebel Brass Band, más funk autóctono con toques de desfile callejero, una delicia que tiene su continuación en "Caribbean Second Line" (donde aparecen sonidos caribeños). Pero antes suena "Irish Whiskey Blues", que mezcla la inspiración de canciones irlandesas con un contrafact de "Chambers of Tain" de Kenny Kirkland. El disco termina con un instrumental de "Mboya's Midnight Cocktail", donde la fuerza del blues orquestado se hace más patente.

Un disco, en resumen, con un sonido potente, atemporal, con la esencia de Nueva Orleáns en cada músico y en cada arreglo, y con algo que me ha gustado (y que está reapareciendo en muchos discos últimamente): está reseñado al lado de cada título quién o quiénes hacen los solos. Cuando tienes un solo trompetista parece obvio citarlo pero, cuando tienes tantos músicos en la misma cuerda, se agradece. Un punto más a favor de este disco que ilustra y disfruta de la rica cultura musical de la que llama The Big Easy. Por eso, voy a terminar esta reseña con una frase del propio Marsalis en las notas del disco: "La esperanza de vida de cualquier innovación es directamente proporcional a su relación con la tradición."

Escúchenlo y disfruten.

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* Delfeayo Marsalis: www.dmarsalis.com

* Uptown Jazz Orchestra: www.facebook.com/uptownjazzorchestra



UNA NOCHE CON...

DELFEAYO MARSALIS, Kalamazoo (Troubadour Jass, 2017)

Otra vez el trombón, ese viento metal que llama la atención de los niños por su tamaño y que normalmente no está entre los solistas, relegado a las big bands a pesar de que es ideal para ejecutar glissandos y que, en las manos adecuadas (es el caso), puede sonar tan potente como sutil, como un payaso que, justo después de provocar risas, es capaz de emocionarnos. Y otra vez Delfeayo Marsalis, que nunca defrauda, con un cuarteto que incluye al gran patriarca, Ellis Marsalis.


El álbum, grabado en abril de 2015 durante la gira de The Last Southern Gentleman en el  Dalton Center Recital Hall de la Western Michigan University, en Kalamazoo, es el primer disco grabado en concierto de Delfeayo Marsalis y contiene un puñado de clásicos que el trombonista tamiza con su particular sentido del blues, empezando por una versión soberbia de "Tin Roof Blues" en la que Marsalis demuestra que incluso en el trombón se puede frasear con rapidez. Creo que es un inicio fantástico para un concierto, desde abajo, un blues lento. El solo de piano de Marsalis padre sigue al de trombón, en la misma línea, haciendo brillar la tristeza del tempo. De fondo, Ralph Peterson elástico pero contenido, acompañando en la justa medida. Termina el solo con unas síncopas tan clásicas que después sólo puede seguir un crescendo que rompe definitivamente en el solo de bajo (Reginald Veal). Si uno empieza un concierto ahí, el segundo tema es siempre como un estallido, como un nuevo comienzo. El tema que rompe es "Autumn Leaves", un estándar infalible. La sección rítmica destaca por encima de todo, con un juego polirrítmico contagioso.

Padre e hijo 

El concierto continúa con "My Funny Valentine", que se convierte en una competición entre el piano, como solista, el trombón y la sección rítmica, una competición por hacer más delicada la pieza, que suena redonda y pasa como un instante. Sorprende justo después el sentido del humor (justicado) al traer aquí el blues que servía de sintonía a Barrio Sésamo, esa serie que marcó tantas infancias. "Sesame Street Theme" suena a blues callejero de Nueva Orleáns, a banda, y nos muestra el sentido del blues en los dedos de Ellis Marsalis, sincopado y veloz cuando es necesario, expresivo y auténtico. Toda una lección de cómo se toca jazz.

Siguen, por no parecer exhaustivo, el tema "If I Were a Bell" (que siempre me devuelve mis primeros recuerdos de Miles Davis), la balada "Secret Love Affair" y una versión de "It Don't Mean a Thing (If It Ain't Got That Swing") elegante y rítmicamente adictiva. Justo después, Delfeayo invita al escenario a dos estudiantes de la universidad (el vocalista Christian O'Neill Diaz y el baterista Madison George) para improvisar juntos un blues clásico ("Blue Kalamazoo"). Tras este momento especial en el que los Marsalis parecen derramar positividad para incentivar a los estudiantes, el concierto termina de una manera nostálgica con una mágica y onírica versión de "Do You Know What It Means To Miss New Orleans" a dúo piano/trombón, donde el padre da una lección de lo que es el piano en el jazz y el hijo nos sorprende con una sordina wah-wah que aporta una melancolía a su solo que arranca los aplausos del público.


Casi todos standards de sobra conocidos pero llevados con una personalidad abrumadora, con esos fraseos sentidos o vertiginosos de Delfeayo Marsalis, con un sentimiento que suena a Nueva Orleáns y una elegancia estilística encomiable que los hace parecer nuevos, esa magia del jazz.

En el fondo, Kalamazoo (An Evening With...) es sólo un momento en el tiempo, capturado en audio digital pero, al menos, podemos hacernos la ilusión de haber escuchado a Delfeayo Marsalis en concierto y la experiencia es... bestial.

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* Web oficial: www.dmarsalis.com


MAKE AMERICA GREAT AGAIN!

Delfeayo Marsalis se interpone entre los candidatos

En medio de la campaña presidencial más barroca de la Historia de los Estados Unidos, el trombonista Delfeayo Marsalis sorprende con un álbum titulado Make America Great Again! (Troubadour Jazz Records, 2016), apropiándose de un eslogan que utilizó por primera vez Ronald Reagan en su campaña del 80 y que el impresentable Trump afirma haber inventado (en 2012 lo registró como marca). Marsalis pone el foco en la ironía, a ritmo de desfile de Nueva Orleáns, con ritmos optimistas y una poderosa Uptown Jazz Orchestra, en un disco que hace reír y hace pensar. 

Es el séptimo álbum como líder de Delfeayo Marsalis y no el primero que sorprende por su título (anteriores fueron Pontius Pilate's Decision y The Last Southern Gentlemen, por ejemplo). Ahora, su uso irónico del lema Make America Great Again!, despoja a la frase del tono patriótico y xenófobo que ha ido adquiriendo a través de los años,  y cabalga sobre una idea de América que, en las canciones originales del disco (escritas por Marsalis), discurre sobre la teoría de que la mejor época de su país ("Living Free and Running Wild") fue cuando Colón no había llegado, el agua era limpia, los búfalos corrían libres... Aunque tampoco había jazz.
The Uptown Jazz Orchestra (de izquierda a derecha): (sentados) Meghan Swartz, Delfeayo Marsalis, Roger Lewis, Roderick Paulin, Khari Allen Lee, Jeronne Ansari, Gregory Agid; (de pie) Jasen Weaver, Dr. Brice Miller, John Gray, Scott Frock, Terrance “Hollywood” Taplin, Jeffery “Juilliard” Miller, Charles Williams.
En lo que nos interesa, el jazz, el disco suena a Nueva Orleáns 100%, a brass band, a desfile ("Put Your Right Foot Forward"), a celebración de la comunidad, a optimismo y a diversión, que es la manera con la que los habitantes de la ciudad se enfrentan a los desastres, sean naturales o políticos (para una mejor comprensión véase Tremé, la ficción televisiva que explica cómo la música y el espíritu de un lugar marcan su comportamiento). Lo más espectacular es la cohesión entre los músicos de la orquesta, especialmente en improvisaciones colectivas como el tema que da título al álbum. En palabras de Marsalis, lo más importante era mostrar "that joy and exuberance that people equate with the city", sin olvidar los orígenes africanos de su música, algo que, afirma, le recordaban constantemente Elvin Jones o Max Roach o Art Blakey o Clark Terry cuando tocaba con ellos, aquí presente en el contagioso funk de "Back to Africa" o la lastimera "Dream on Robben", dedicada a Nelson Mandela.

Y, al frente de este colectivo incansable y en algún momento agotador para el oyente, Marsalis, sin buscar un excesivo protagonismo, con un trombón que casi canta (Marsalis afirma que es un instrumento que, como el cello, se acerca mucho a la expresividad de la voz humana), con un sonido bellísimo en temas como "Skylark", donde se puede comprobar que el trombón no es sólo un instrumento de acompañamiento y ritmo si se le trata con sensibilidad.

El álbum comienza provocando, interprentado su himno nacional ("The Star Spangled Banner") para demostrar que pertenece a todos, no a quienes se adueñan de los eslóganes más excluyentes, para después apuntar a la música americana que ama, con estándares como "All of Me" o "Slylark", o clásicos de bandas de Nueva Orleáns como la Rebirth Brass Band ("Put Your Right Foot Forward") y la Dirty Dozen Brass Band ("Snowball"), o la influencia de la música de iglesia con Kyle Roussel al piano en un "All of Me" inspirado en Count Basie. En medio, ritmo, sarcasmo, grandes momentos en los vientos, y la prueba de que el humor es una poderosa arma contra la decepción. No recordaba (jazzísticamente hablando) un sarcasmo político tan bien instrumentado desde las "Fables of Faubus" de Mingus.

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* Web oficial: www.delfeayomarsalis.com
** Foto de la Uptown Jazz Orchestra: Racquel J. Ezell
*** Foto de Delfeayo Marsalis: Zack Smith (www.zacksmith.com)




Noche de jazz, libro a la venta en este enlace.











11 DE MARZO

Bueno, es mi cumpleaños

No es una gran fecha, no cumplo una cifra redonda ni estoy en el mejor momento de mi vida, pero se me antojaba regalarme una entrada. Nunca seré músico de jazz, puede que ni consiga dominar ningún instrumento (se me ha pasado la edad para ser rising star ;-p ) ni consiga llegar a aprendiz de Nat Hentoff o Leonard Feather. Quizás sólo aspire a que alguna referencia cruzada en mis relatos o en mis novelas recuerde vagamente a los deslices melómanos de Cortázar... Pero puedo dedicarme una pequeño bio. ¿Por qué no?

Nací el año en que Herbie Hancock publicó su Maiden Voyage y Miles Davis grabó su E.S.P., el año en que Ronnie Scott trasladó su club al 47 de Frith Street, doce meses de una época en que los genios se salían (Lee Morgan lanzó Cornbread y The Gigolo mientras que Coltrane hizo un maratón de pasos de gigante grabando los álbumes Ascension, The John Coltrane Quartet Plays, Kulu Se Mama, Transition, Sun Ship, Live in Seattle y, ya en noviembre, Meditations) pero fue un mal año para los pianistas porque murieron Tadd Dameron, Clarence Williams y Nat 'King' Cole. También murió Red Nichols en junio. En el lado contrario de la vida, el 28 de julio nació el menos famoso y el menos Marsalis de los Marsalis, Delfeayo, el trombonista.

En resumen, han llovido muchos discos desde entonces y he pasado de ser un niño gordito y rubito a convertirme en un tipo algo desengañado que intenta que la vida siga sorprendiéndole. Me he alimentado de muchas músicas en este tiempo, pero ninguna como el jazz me ha puesto los pelos de punta. Las 224 entradas de este blog no son suficientes para describir lo que siento. Sigo siendo un aficionado estupefacto ante la enormidad y la universalidad de esta expresión del Arte

Charo, que no entiende el jazz pero me entiende a mí, me ha regalado un giradiscos. El que tenía estuvo un tiempo esperando una aguja nueva y, al final, no sobrevivió a la última mudanza. Ha sido una gran sorpresa, aunque no tan grande como descubrir que no tenía tantos discos de jazz en vinilo como yo pensaba (hay también muchas cosas en cassette, en cajas de cartón pero no olvidadas), lo que no ha sido obstáculo para que ahora esté (re)descubriendo, noche a noche y disco a disco, sonidos que tenía olvidados y que no suenan igual sin las quejas de la aguja caminando por los surcos, el sonido del pasado.