Después de Tremé
Como en los premios, debería comenzar dando las gracias. Gracias a HBO por permitir a David Simon concluir su serie-novela-río con una cuarta temporada, a pesar de ser la serie de la cadena con menos espectadores (25 veces menos audiencia que Juego de tronos, por poner un ejemplo). En principio, según las noticias que llegaban, iba a ser una temporada definitiva con 6 capítulos. Al final; han sido 5 intensos episodios de una hora completa de duración, una conclusión de la serie con todos los matices que esperábamos, la esperanza (desde la primera escena en que vemos las votaciones que ganó Obama hasta las historias de los personajes que van solucionando los problemas generados por el Katrina) y los tristes de las historias que van en decadencia (enfermedad, muerte, separaciones, el frustrante ascenso al estrellato del personaje interpretado por Luica Micarelli, Antoine Baptiste sigue llevando el trombón sin estuche...) aunque lo mejor sigue siendo la música, todas las músicas, no sólo el jazz, que conviven en Nueva Orleáns.
Como en los premios, debería comenzar dando las gracias. Gracias a HBO por permitir a David Simon concluir su serie-novela-río con una cuarta temporada, a pesar de ser la serie de la cadena con menos espectadores (25 veces menos audiencia que Juego de tronos, por poner un ejemplo). En principio, según las noticias que llegaban, iba a ser una temporada definitiva con 6 capítulos. Al final; han sido 5 intensos episodios de una hora completa de duración, una conclusión de la serie con todos los matices que esperábamos, la esperanza (desde la primera escena en que vemos las votaciones que ganó Obama hasta las historias de los personajes que van solucionando los problemas generados por el Katrina) y los tristes de las historias que van en decadencia (enfermedad, muerte, separaciones, el frustrante ascenso al estrellato del personaje interpretado por Luica Micarelli, Antoine Baptiste sigue llevando el trombón sin estuche...) aunque lo mejor sigue siendo la música, todas las músicas, no sólo el jazz, que conviven en Nueva Orleáns.
En el primer capítulo se puede ver tocando en directo, entre otros, a Kermit Ruffins animando a los votantes del que DJ Davies llama “políticamente corrupto y calcificado estado” de Nueva Orleáns, donde “la Esfinge se mueve más rápido que los federales”. Es el año de Obama, 38 meses después del Katrina…El tiempo pasa y la vida corre.
Todo sabe mejor si sale de Luisiana, aunque todos están muertos: Prima, Kruppa, las Boswell, muertos, muertos, muertos, desaparecidos de este valle y pudriéndose en la eternidad, pero ¿sabéis? con ellos no importa porque dejaron su huella, dejaorn algo a su paso, un legado. (DJ Davies después de una discusión sobre las Boswell Sisters)
El verdadero reflejo de la vida en N.O. es ese, el de la mescolanza musical y cultural, que en toda la serie se refleja en pequeños flashes musicales, segundos, minutos de actuaciones musicales en directo, que son una delicia y que conforman el puzzle de una manera espectacular. En esta temporada podemos ver, además de los ya citados, a Terence BLanchard, Nicholas Payton, Doctor John, Ellis Marsalis, Donald Harrison, Trombone Shorty… Shorty es usado por el personaje de Davies como ejemplo del jazz que ha salido de la calle, de los desfiles, de los funerales, en contrapartida con el jazz institucionalizado, y lo hace para abrir los ojos a un promotor inmobiliario que pretende lucrarse con la construcción del nuevo Centro de Jazz.
Esto es Tremé y esto es Nueva Orleáns, con la cultura (musical, por supuesto) como estabilizante de la esencia de la tierra, también palpable en sus contradicciones, como una escena en la que un actor (¡blanco!) de Hollywood interpreta a Kid Ory o la escena en que el protagonista (Rob Brown) se encuentra con Nicholas Payton y otros músicos orleanos en un escenario neoyorquino y afirma: “Yo tengo que venirme a Nueva York para tocar con mis paisanos”. También aparecen todos los locales míticos en la serie: vemos a Lucia Micarelli tocar en el House of Blues, a The Soul Rebels en el Tipitina’s… Sería interminable.
No me gustaría concluir este relato sin hacer constar, de todos los mensajes, el mensaje que más me ha gustado de esta temporada final: el de que la educación es el (único) elemento capaz de hacer evolucionar hacia bien lo que en principio parece insolucionable. En este sentido, en esta temporada, el crápula Baptiste, reconvertido en profesor de música de una escuela, trata de inculcar a sus alumnos sentimiento y responsabilidad a través de la música, luchando contra la burocracia y los recortes, como en todos lados. El resultado, poético, es que finalmente es él quien evoluciona y se estabiliza, madurando sin darse cuenta.
Y, ¿cómo no? el último capítulo termina como terminó la primera (gloriosa) temporada, con el desfile del Mardi Gras, festivo, glorioso, típico, feliz y peligroso, multitudinario. Como dice el refrán, “nunca hay sitio para mear en el Mardi Gras”, un año más. Las historias se repiten, como los standards, pero siempre suenan diferente. En palabras de DJ Davies:
En, ¿nunca os pasa que oyes una canción que has oído un millón de veces antes, incluso estás harto de ella, pero esta vez, tal vez por algo que te ha pasado, o quizás por algo que ahora entiendes, vuelves a oírla, puede que una nueva versión o puede que no, pero te das cuenta de que hay un mundo nuevo dentro de ella? Sí, a mí también.
Entonces suena "Do You Know What It Means To Miss New Orleans?", interpretada por John Boutté. Fin de la serie. ¿Saben lo que significa añorar Tremé?