GORKA GARAY, Third Moon of Jupiter (Microscopi, 2023)
Podríamos definirlo como "un tenor sereno". El músico, compositor y educador Gorka Garay (Barcelona, 1978) tiene ese raro don de hacer un jazz sin prisas y sin estruendos y emocionar al mismo tiempo. Su tercer álbum se titula Third Moon of Jupiter, y culmina un camino tan complejo como sus composiciones, un camino que comenzó de niño en la Escuela Municipal de Música de Molins de Rei, que continuó en el Conservatorio del Liceo, con música clásica, y se perfeccionó con un título de grado superior en ESMUC; un camino que le ha llevado a grabar con músicos de todos tipo (El cazador de luz, Outer space, Sidonie, Gerona Jazz Project, Cuarteto de saxos...) y a tocar en directo con muchos otros (Big Band de Terrassa, GJP con Guillermo Klein, Bob Mintzer, Maria Schneider, Tim Garland, Bob Sands...) para acabar en el libro The Spanish Real Book con dos de sus composiciones.
Currículum aparte, la música de Garay en Third Moon of Jupiter recrea atmósferas sofisticadas que envuelven al oyente como historias, con un saxo tenor que habla un idioma claro y convincente, que suena a muchas influencias pero a ninguna en concreto. Ambientes enigmáticos, grooves hipnóticos y tensión contenida y bien resuelta definen unos temas que llevan el jazz a un terreno cinematográfico, creando ambientes y desarrollando historias (más nítidamente en el último tema, con la siniestra narración de ("Sota la nit carmesí (Beneath the Crimson Night)"), de mensaje apocalítico. Para crear este ambiente cinematográfico se apoya Garay en una formación inusual, con un cuarteto de jazz (saxo, piano, bajo y batería) amplificado con un cuarteto de cuerda que no desentona dentro de la estética jazzística del disco.
El álbum comienza con una línea de bajo ("Imaginary Enemies") que desemboca en un tema muy funk, con un solo de piano que nos arrastra al de saxo de una manera irresistible. Las cuerdas apoyan el chorus con contundencia, haciendo el papel de los vientos. En "Happiness Flows Through Ears" comienzan a aparecer armonías africanas, que luego escucharemos en "If I Was A Bird" y "Aehaa Aehoo", y que aportan un brillo exótico a un tema de estructura pop. Ascendemos verticalmente hasta "Thrid Moon of Jupiter" con improvisaciones modales para crear un ambiente espacial. Garay demuestra aquí una firmeza muy personal en su solo, aportando al mismo tiempo algún giro africano. En "Soul Opens A Path" el uso del cuarteto de cuerda como elemento de jazz es tan sutil como brillante. Garay vuelve a demostrar su estilo fraseando. El discurso inicial del saxo en "Travelling to the Unknown" tiene, a pesar del título, que suena a ciencia-ficción, un melancólico toque Michel Legrand que crece hasta la apoteosis final, donde el saxofonista lo da todo para consolidar el clímax que su narración merece.
La sensación final es la de que el de Gorka Garay es un disco lleno de armonías sofisticadas, ambientes originales y buenos arreglos. No es la primera vez que escuchamos a un cuarteto de cuerda clásico junto a un combo de jazz, pero sí la primera vez que nos suena tan integrado. En resumen, un jazz que asciende muy alto, con Júpiter en el punto de mira.
CHRISTIAN PABST, The Palm Tree Line (Jazzsick, 2023)
Al pianista Christian Pabst le conocimos el año pasado en un disco muy ecléctico (Levitas, Animal Music, 2022), tocando a dúo con el saxofonista y clarinetista checo Luboš Soukup. Este septiembre publica un álbum titulado The Palm Tree Line con un nuevo trío compuesto por músicos italianos: Francesco Pierotti al contrabajo y Lorenzo Brilli a la batería, además de dos invitados: el acordeonista Federico Gili y la cantante Ilaria Forciniti. Con este refuerzo mediterráneo, convendría aclarar que la línea de palmeras a la que se refiere el título del álbum es el espacio geográfico comprendido entre los 44º Sur y los 44º Norte, la única zona del mundo donde crecen las palmeras. Esta explicación viene al caso porque el repertorio del disco está basado en temas de bandas sonoras del cine italiano, música clásica de Cuba, folklore mexicano..., que para este pianista alemán son referentes sureños.
Foto: Tudor Bartas
Con un poderoso fraseo lleno de staccato y expresividad, es capaz de recrear con personalidad propia desde el lírico tema de la película Amarcord (Federico Fellini, 1973) hasta un "Mambo" (el de West Side Story, donde se pasa al Rhodes con un efecto demoledor) pero hay en el disco, además, piezas poéticas llenas de introspección, como su apasionada interpretación de "Alhambra" y arranques dramáticos como el bolero "Déjame llorar". Todo al servicio de un virtuosismo envidiable y una belleza llena de intensidad. Una carta de amor, como la define el pianista, a su hogar de adopción, Italia, y por extensión, al inspirador Sur, razón que le ha llevado a grabar, por primera vez, composiciones ajenas.
Christian Pabst es un pianista alemán afincado en Italia que sintió desde pequeño la llamada de la música. Estudió piano de jazz y música para cine en los conservatorios de Amsterdam, París y Copenhague. Este es su cuarto álbum como líder, cuarta oportunidad para descubrir su lenguaje lírico y apasionado, su constante búsqueda de una belleza no convencional pero llena de fuerza.
Mike JONES, Penn JILLETTE & Jeff HAMILTON, Are You Sure You Three Guys Know What You’re Doing? (Capri, 2023)
La historia comienza en su teatro en Las Vegas, donde Penn Jillette representa cada noche su show de ilusionismo y humor junto a Teller (Penn & Teller llevan 45 años actuando juntos) con el pianista Mike Jones como director musical. Jeff Hamilton se le acerca y le propone grabar un disco juntos. "Penn se asustó", recuerda Jones. “Estaba más nervioso que nunca. Era un caso perdido y repetía: 'Esto es absurdo. Estoy fuera de mi liga'. Pero lo tranquilicé y fue una sesión divertida que resultó genial”. Esto ocurrió hace varios años. Entre medias, Penn se atrevió a grabar con Jones a dúo un disco: The Show Before The Show (Capri Records, 2018), del que hablamos en su día, pero aquí la temperatura sube con la presencia de Jeff Hamilton, quizás el batería más efervescente y placentero de escuchar del panorama actual, todo experiencia y elegancia. Juntos, hacen ese jazz clásico y lleno de momentos que nos gusta, jazz serio que divierte. Y no hablamos de humor, sino de placer.
Foto: Ezekiel Zabrowski
El disco comienza con el chispeante "'S Wonderful" de Gershwin y sí, Penn hace caminar a su contrabajo. Como dice Bill Prady en las notas del disco acerca del "mago que toca el contrabajo", es un bonito walking, de esos "en los que te quitas el sombrero para saludar a las damas y sonreír". Juegos de palabras aparte, el humor está en los recursos inagotables de estos músicos, en la sorpresa continua. El trío se compenetra a la perfección (Penn no es un músico principiante y se acerca al estilo de Ray Brown) y el disco burbujea desde el principio, especialmente cuando tocan blues como "Doxy" de Sonny Rollins (qué solo de batería) o temas más amables a los que sacar brillo, como "On Green Dolphin Street" o "The Girl From Ipanema", donde el contrabajo lleva la melodía desde el inicio.
El repertorio, de principio a fin (como uno espera de un disco donde esté Jeff Hamilton) es el que a cualquier aficionado al jazz clásico le gustaría. Un trío tradicional, un sonido brillante y muchos recursos no exentos de humor. Por cierto, la portada es de David Silverman, animador en The Simpsons.
Este es el tercer álbum de la cantante malagueña María Esteban, una colección de temas llenos de swing y energía para revitalizar ese amor por el jazz tradicional y optimista. La misma cantante explica: “la idea es mandar un mensaje positivo y de reflexionar sobre que, a pesar de los momentos malos que uno pueda vivir, siempre hay una razón para sonreír y agradecer a la vida las cosas que uno tiene” (o, como titulaba Enric Peidro uno de sus discos, la felicidad es una cosa llamada... jazz). No son temas bailables, a pesar de lo que pueda sugerir la palabra optimista, pero sí muy disfrutables. Inspirados en la tradición de grandes cantantes de la Historia del Jazz, la voz de María, que aporta giros y colores nuevos a lo que creíamos haber escuchado ya mil veces.
La formación también es muy original, porque solo se acompaña de guitarra (Rai Paz) y contrabajo (David Muñoz). En uno de los temas colabora también Edu Cabello (flauta). Todo un desafío porque los temas suenan más desnudos, más directos, sin piano ni instrumentos de viento, obligando a la voz a darlo todo. La canción que da título al disco (y que inspira la filosofía del repertorio) es "Happy Days Are Here Again", un tema de Milton Ager y Jack Yellen que versionó Annette Hanshawen 1930 y que Barbra Streisand convirtió en balada en 1962, ralentizando el tempo y consiguiendo así remarcar los sentimientos de la letra, algo que María Esteban refleja con temperamento.
María Esteban debió nacer con el amor a la música en las venas, cantando desde muy joven y formándose más tarde en teatro musical, jazz y música moderna. Terminó Canto de Jazz en el Conservatorio del Liceo de Barcelona premiada con una beca. Se ha subido a los escenarios con nombres de la talla de Deborah Carter, Ernesto Aurigac, Carme Canela, Celeste Alías, David Mengual... En 2021 grabó su primer álbum (Voces Veladas. Vol I) como homenaje a mujeres letristas e intérpretes del siglo XX, proyecto que prolongó en 2022 con Voces Veladas. Vol II.
En Happy Days Are Here Again vuelve con arreglos inteligentes y amenos, que brillan como brillaban los temas en la época en la que el jazz era más sentimiento que pose. Como dijimos más arriba, el formato desafía la solidez de la cantante, pero también hace que apreciemos mejor su solvencia interpretativa y sus recursos (conmovedora en "Little Girl Blue"), lo cual es de agradecer. Remarquemos también que Rai Paz y David Muñoz consiguen una sonoridad llena de color y fluidez en la que para nada se echa de menos un número mayor de músicos.
Aunque breve (6 temas), el álbum sirve para descubrirnos (a quienes no la habíamos descubierto aún) a una cantante sólida y con una voz personal a la que vale la pena prestar atención. Comienza gira y ojalá tengamos la oportunidad de cruzarnos en algún directo.
A las viejas glorias sólo se las suele recordar cuando fallecen. En ese momento, a todo el mundo le gustaba aquel músico o tenía en su casa discos (que hace años que no pone) del mismo. Esto debería estar prohibido. En Londres hay, incluso, una normativa que prohibe levantar momumentos a cualquier personalidad antes de que hayan pasado 20 años de su fallecimiento. Pero cuando alguna de esas "viejas glorias" lleva iluminando el mundo que nos ha tocado escuchar desde su primera actuación en 1947, merece la pena celebrar cada uno de sus cumpleaños. Sonny Rollins alcanza hoy la cifra de 93 veranos. Nosotros tuvimos la suerte de escucharlo en vivo en Sevilla cuando contaba ya con 77 y podemos decir que fue un encuentro realmente memorable.
No queremos hacer una reseña demasiado amplia porque el tecleo nos impide escuchar la música y hay ocasiones en que merece la pena dejarse hipnotizar. Sonny Rollins nació, para nosotros, en la gloriosa época del bebop, creció con el hardbop, hasta convertirse en la principal influencia (Trane aparte) de los saxofonistas tenores de las seis décadas posteriores. Comenzó trabajando con Bud Powell, Fats Navarro, Tad Dameron, Miles Davis... Una gran escuela. En 1962, tras un misterioso retiro voluntario, regresó con el gran The Bridge (Bluebird, 1962).
Pero, ¿es realmente necesario hacer una semblanza de Sonny Rollins para apreciarlo?
Si tuviéramos que elegir un disco suyo para llevarnos a una isla desierta, un solo disco, seguramente haríamos trampas y comprimiríamos en mp3 algunos de sus álbumes para que cupieran en un solo disco, y con la misma seguridad podríamos afirmar que ese CD incluiría el glorioso Saxophone Colossus (Prestige, 1956), el magnífico Tenor Madness (que grabó el mismo año con Coltrane) y la deliciosa banda sonora de Alfie(Impulse, 1966), la cual, sin ser una obra maestra, tiene la capacidad de seducirnos y tenernos tarareando durante días.
Hoy es 7 de septiembre, es su cumpleaños y toca escuchar algún disco de Rollins por si, en alguna de sus improvisaciones, como a él le gusta hacer, introduce alguna frase de "Happy Birthday". Si no cae, al menos conformémonos con este contundente vídeo.
The Standards of my Childhood (Errabal Jazz, 2023)
Resulta un subidón cuando reconoces el tema que empiezan a tocar y es uno de tus favoritos. El disco de Olatz García-Ergüín Sextet entra directamente con un temazo como "It Ain't Necessarily So" de George Gerswhin, y lo hace con un tempo medio, casi dulce, arrastrado por la guitarra, que lleva la melodía sincopada pero fluida... y entonces entra la voz de Olatz García-Ergüín. Créanme que vale la pena. El guitarrista es Miguel Salvador, que también ha hecho los arreglos. El resto del sexteto está formado por Fabián Akarregi (contrabajo), Gorka Iraundegi (batería), Nohemí Ladrón de Guevara (primer violín) y Leire Angulo (segundo violín).
Antes o después, a lo largo de la vida de un músico surge la necesidad de volver a los orígenes, reivindicar esa pasión primigenia sobre la que se construyó la necesidad de crear, cuenta la nota de prensa.
La vizcaína Olatz García-Ergüín ha construido el álbum a través de sus recuerdos de niñez, standardsque dieron forma a su amor por el jazz. De formación lírica, Olatz lleva tiempo moviéndose por festivales con distintas formaciones (Bizkay Bay Jazz Collective, Ados Jazz Band) para desembocar en este disco de debut con una formación ideada junto al guitarrista Miguel Salvador. Ambos llevan la vozcantante de este sexteto que está lleno de matices y contrastes. El más evidente, la presencia de dos violines, algo inusual pero que da resultado: el contrapunto entre las cuerdas frotadas y la guitarra en "Body and Soul", por ejemplo, es, simplemente, delicioso. Una prueba más de que se puede innovar sin hacer ruido.
Entre los temas más destacables, "Nature Boy" se mece en la voz de Olatz sobre una sección rítmica de sutil inspiración latina. "On The Sunny Side of Street" tiene también unos arreglos de viento que refuerzan el optimismo de la canción, felicidad que también se nota en la interpretación y en todas las versiones del disco, ya que, como cuenta el título, parecen formar parte de una memoria feliz. En todos los temas, una presencia muy orgánica del grupo, con protagonismo de la guitarra y Olatz llevando los temas hacia el punto emocional que busca. Bien afinada, es una de esas cantantes que muestran una naturalidad ajena a artificios y capaz de transmitir los sentimientos de las canciones.
El disco fue grabado en los estudios Tío Pepe de Urduliz (Vizcaya) en riguroso directo. Aunque a algunos les pueda chirriar la presencia de violines en algunos temas, recordemos que Charlie Parker también lo hizo. Para mí, personalmente, el contraste entre la expresiva fluidez de los violines y la síncopa de la sección rítmica es uno de los elementos más excitantes del jazz (y de este álbum). La voz y la perspectiva de Olatz García-Ergüín nos dejan con este disco de debut una nueva, contemporánea y recomendable mirada a unos clásicos imprescindibles.
El piano nos introduce en el tema con frases entrecortadas. La sección rítmica le acompaña con sutileza, pero es solo una introducción. Enseguida deja paso al contrabajo, que elabora uno de esos solos llenos de color en los que el instrumento parece hablar. La digitación es poderosa pero lírica, y a partir de ahí el tema fluye como un poema. Estamos escuchando al trío italiano Kósmos. Todos tenemos en mente los grandes nombres del jazz en Italia, pero lo cierto es que nos llega poco jazz desde ese país. Por eso nos alegra que la propuesta que estamos escuchando hoy suene a jazz moderno, contemporáneo, progresivo, intelectual pero vibrante.
Foto: Paolo Soriani
Kósmos son el pianista Stefano Falcone, la contrabajista Ilaria Capalbo y el baterista Giuseppe D'Alessandro, un trío de Nápoles que suena a jazz escandinavo. Perdón por la boutade, pero sé que es una etiqueta que muchos aficionados entenderán. Su jazz moderado, lírico y carente de negritud está lleno de expresividad contenida, aparentemente fría. Y de técnica. Sus responsables son tres músicos que llevan tocando una década juntos y que debutaron hace cuatro años con Back Home (Jazzit, 2019), una revisión de clásicos de Lennie Tristano. El álbum que ha aparecido en mayo de este año, titulado Averno (como el lago italiano que se creía la entrada al Infierno) es una colección de temas originales compuestos por cada uno de los miembros del trío por separado.
La sutileza del trío, tanto en las armonías del piano como en el papel predominante del contrabajo ("Largo" sería un buen ejemplo) llenan de melancolía los oídos en unos temas que parecen estar escritos para dejar espacio a la improvisación y los solos, lo cual favorece la expresión de los tres músicos. Hay mucho ritmo lento, contemplativo, mucha especulación, lo cual no impide que encontremos intensidad ("The Tale of the Night and the Madman") en los temas. También influencias de la música clásica e inspiración folk en las composiciones de Falcone ("The Narrow Sea", "Hymn"). Se nota que es un trío forjado en el directo y que no teme tocar en voz baja, sin artificios. El resultado es un disco lleno de texturas cambiantes, armonías sombrías y diálogos sobresalientes. Muy recomendable.
Sería justo decir que, cada cierto tiempo, uno tiene que volver a Dexter Gordon. Con su música, atemporal y poderosa como ninguna, parece que nunca de hubiera acabado la época de los grandes tenores. Dexter tenía ese don peculiar de tocar con fuerza y sensibilidad al mismo tiempo. El tenor es un instrumento que necesita que lo dominen. Precisa fuerza. Y él la tenía. Durante toda la época de su exilio europeo, la vida y la condición física de Dexter se fueron viniendo abajo, pero no su capacidad para tocar grandes cosas. En París o en Copenhague no solo escapó del racismo de Norteamérica sino que hizo amigos y grabó muy buenos discos, algunos en el sello danés SteepleChase, álbumes que quizás no tuvieron la repercusión de sus discos de Blue Note, pero que son igualmente intensos y brillantes. Por suerte, SteepleChase reedita este mes (en LP de 180 gramos) Bouncin' with Dex, grabado en septiembre de 1975 en Copenhague con compañeros tan espectaculares como Tete Montoliu al piano, Niels-Henning Ørsted Pedersen al contrabajo y Billy Higgins a la batería.
Esta fotografía es de 11 años años (1964), cuando ya cimentaban su complicidad Dex, Tete y NHØP. El batería es distinto (Alex Riel).
Aunque volvió en varias ocasiones a América en los 14 años que vivió en Europa, aquí descubrió una forma de hacer jazz más cómoda y libre. Con músicos como Tete y NHØP muestra una comunión perfecta, como se aprecia en otros discos como Cheese Cake, editado en 1979 y, en este, desde el inicial "Billie's Bounce", con esa elocuencia tan potente que despliega. Todo el cuarteto (anunciado aquí como Dexter Gordon Quartet, haciendo justicia los sidemen) explota con este tema de Charlie Parker. NHØP, en particular, tiene un solo vibrante que se hace fugaz y apetece volver a escuchar. "Easy Living" es de esas baladas que hacen reconocible a Dex, con su capacidad para equilibrar potencia y delicadeza. Tete está perfecto en su papel de acompañante, con fraseos sutiles, aparentemente secundarios, pero marcando la diferencia, para después tener un breve solo. Otro ejemplo bebop (Dexter se quedó en el bop para siempre) es "Benji's Bounce", con un Dexter jugando desde el principio a llamada y respuesta con Tete y un derroche del cuarteto a tope de energía durante 7 minutos.
En la cara B del LP, "Catalonian Nights", un tema compuesto por Dexter Gordon donde destila ritmos latinos que, desde su visión americana, le debieron inspirar las noches catalanas junto a Tete, otra dimensión del tenor con mucho color en sus poderosos e interminables fraseos. La sección rítmica juega aquí un papel algo estereotipado pero efectivo. Para terminar, uno de mis temas favoritos, el estimulante "Four", de Eddie 'Cleanhead' Vinson (aunque Miles Davis se atribuyó su autoría), un temazo que siempre me levanta el ánimo y que aquí, en directo, en esa noche danesa de final del verano de 1975, ofrece 9 minutos de delicioso hardbop.
Un disco, en definitiva, que no es solo nostalgia, porque demuestra lo cómodo que se sentía Dexter Gordon en Europa, especialmente en Dinamarca, donde encajó perfectamente y donde dejó huella en la escena jazzística local.
Aunque está grabado en estudio (Estudis Ground en Cornellà del Terri), el disco de Ramón Prats destila toda la fuerza de la improvisación y del directo. Para empezar, porque no es un experimento sacado de la manga ni un capricho musical fruto de la improvisación (valga la paradoja) sino el final de un camino que Prats lleva recorriendo desde 2010, cuando, después de una estancia en Nueva York, se subió solo al escenario buscando perfeccionar su discurso como baterista. Siguieron algunos conciertos aislados hasta que en 2019 protagonizó una gira de un mes con conciertos diarios a batería solo, hazaña que repitió a principios de 2023.
Ramón Prats comenzó en el conservatorio Isaac Albéniz de Gerona estudiando flauta y solfeo, para descubrir la batería en Taller de Música de Bañolas y especializarse, posteriormente, en el Taller de Músics de Barcelona y en la ESMUC. Actualmente, es uno de los bateristas más demandados de la Península. Ha trabajado con músicos tan diversos como Jordi Rossy,Ernesto Aurignac, Agustí Fernández Liquid Trío, The Voodoo Children Collective, Enrique Oliver Quintet, Martin Leiton Big Band... y muchos más, incluyendo su propio cuarteto, con el que ganó los premios Disco del Año y Mejor Grupo del Año.
Foto: Pablo Wayne
Tras la batería y en solitario, muestra todo su potencial en Solot, yendo siempre más allá, utilizando incluso partes de la batería que no deberían sonar, derrochando recursos que van del virtuosismo más delicado al ruido, de la repetición a los cambios rítmicos más sorprendentes, del expresionismo más intenso al discurso más abstracto. Los temas, compuestos e improvisados por el propio Prats, transmiten la elocuencia de quien sabe de lo que habla. Como en todo buen tema de jazz, se percibe un plan predefinido y también la improvisación sugerida por el mismo momento.
Aunque no es un disco fácil de escuchar, Solot constituye una apuesta valiente y muy personal, y nos permite constatar que un batería de jazz, por muy generoso que sea, siempre se deja cosas en el tintero en los conciertos, porque es un instrumento mucho más versátil de lo que los profanos pensamos, y Ramón Prats lo demuestra tocando. Original e imprescindible.
El siguiente vídeo pertenece a la gira de 2019, que sirvió para construir la filosofía de este álbum. Es más alucinante si lo puedes ver:
Hoy escuchamos unos discos que nos han llegado y que no sabemos dónde colocar en la discoteca. Cargados de elementos electrónicos, con escasa negritud y una fusión que (a priori) no encaja en estéticas previas, contienen, sin embargo, una raíz jazzística innegable y la sensibilidad necesaria para conectar con el aficionado. Escuchamos al cuarteto de Michel Meis y al trío australiano Trichotomy.
MICHEL MEIS 4TET, Lollipop Moment (2023)
Tomando elementos de música clásica y filosofías jazzisticas muy diversas, el percusionista Michel Meis presenta en Lollipop Moment su tercera aventura, sumando elementos electrónicos a su cuarteto (Alisa Kelin, trombón; Cédric Hanriot, piano, Rhodes y sintetizador; y Stephan Goldbach, contrabajo y sintetizador). Momentos barrocos, electrónica futurista, temas puramente ambientales ("Embrace" dura apenas un minuto y con muy pocas notas), el disco es un experimento inusual y quizás demasiado moderno o demasiado lleno de fusión para muchos oídos, lo que no quita que "Bye Bye Balloon" incluya un solo de piano rotundo sobre una rotunda base rítmica de los más mainstream, aunque solo como excusa para derribar estructuras y arrasar en la libertad interpretativa.
Pero lo de "Bye Bye Balloon" es solo un recurso, una distracción. El trombón de Alisa Klein, con una intensidad dramática y un discurso aparentemente disperso (aunque lleno de buenos momentos) nos cuenta "Silberbell". En "Heyday" el piano vuelve a ser protagonista en una balada delicada, que es más bella por el acompañamiento del contrabajo, tanto cuando le contesta como cuando hablan al unísono. Meis irrumpe con las escobillas casi a la mitad con una delicadeza que justifica el disco completo. Un momento jazzístico de gran altura y belleza. El seductor legato de Klein en "Track the Crack" suena a cine negro hasta que los sintetizadores le dan la réplica rompiendo cualquier molde que estuviera instalado en el imaginario colectivo... La aparente serenidad de "Madness" o las divagaciones de trombón y piano en "Euphoria" sobre la base rítmica vertiginosa de Meis y Goldbach bastarían para jutificar la escucha.
Michel Meis es un percusionista habitual de la escena luxemburguesa (Gilles Grethen Quartet, Blankx Duo, Everwaiting Serenade, David Bowden). La complejidad de su música, más allá de la originalidad de sus composiciones y de la abundancia de momentos explosivos y mucha improvisación libre, ofrece algo nuevo: la improbable simbiosis entre electrónica y espontaneidad, algo que nos ha sorprendido gratamente y que convierten este álbum en un rara avis que vale la pena conocer.
Por cierto, el título (Lollipop Moment) hace referencia a un concepto acuñado por Drew Dudley para definir ese momento en que alguien dice algo o hace algo que te mejora la vida.
Desde Brisbane, Australia, nos llega este trío aparentemente clásico: piano, bajo y batería, con una propuesta provocativa basada en la electrónica: arpegios que recuerdan más a Vangelis que a Weather Report, melodías lentas y contemplativas, ritmos jazzísticos... Un ambiente que es (casi) cinematográfico donde, sin embargo, hay espacio para la improvisación y para la expresión, algo poco dado a los instrumentos no acústicos; una tricotomía inusual (jazz, electrónica y sensibilidad) pero que se soporta sobre tres músicos con un interplay eficaz y seductor.
Los autores son Trichotomy, un trío formado por Sean Foran (piano y teclados), John Parker (batería, percusión y sintetizadores) y Samuel Vincent (contrabajo y sintetizadores). Lo primero que hay que decir es que no son un grupo de música electrónica. Al parecer, fue idea de Foran añadir más capas a la grabación, con sintetizadores y con la participación de músicos como Danny Widdicombe (pedal steel) o Thomas Green (sintetizadores), convirtiéndose así en una formación reforzada con electrónica que, sin embargo, muestra en casi todo el repertorio del álbum una sensibilidad especial, tanto en las melodías como en la forma de interpretarlas, con momentos delicados (ese momentazo en medio de la obsesiva "Mercury") y más de un solo de piano que ustedes aplaudirían en un club pero que aquí, en medio de tanta electrónica nos arrastra por caminos insospechados, insertándonos en la banda sonora de una película futurista, quizás con un músico de jazz como protagonista.
Puede que sea una de las pocas fusiones jazzísticas que aún no habíamos escuchado pero, superada la sorpresa y en una segunda escucha más calmada, encontramos elementos culturalmente contemporáneos que se acercan al jazz y se alejan, pero que todo aficionado curioso debería, por lo menos, probar.