Mostrando entradas con la etiqueta Jimmy Smith. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Jimmy Smith. Mostrar todas las entradas

NARRATIVA BREVE

ORGANIZING, Short Stories (Errabal Jazz, 2021)

Que la guitarra de jazz se entiende mejor con el órgano Hammond que con cualquier instrumento lo sabe todo el mundo. Quizás por eso Organizing basa sus temas en el diálogo de estos dos instrumentos, pero no es un trío clásico de guitarra y órgano porque hay un elemento que marca la diferencia y lo lleva al siguiente nivel: el saxo. Escuchamos, pues, un cuarteto basado en el groove, con una sección rítmica formada por Raúl Sainz de Rozas a la guitarra, José Luis Canal en el órgano Hammond y un imparable Juan Luis Castaño a la batería, a los que se suma el saxofonista Alberto Arteta poniendo el componente melódico que marca la diferencia, como ocurría (salvando las distancias) en el cuarteto sin piano de Sonny Rollins.

Usando la narrativa musical de cada tema como si fuera una historia, el disco nos va contando a toda velocidad eso que ofrecen las historias cortas: relatos a pinceladas, emociones, recursos efectivos y, sobre todo, juegos que implican al oyente. Porque aquí los guiños y las influencias están por todos lados, en los temas originales (todos escritos por Raúl Sainz de Rozas, inspirados en seres queridos) y en los standards (inspiradores, como "Short Story" de Kenny Dorham y "Full House" y "Jingles" de Wes Montgomery). Quizás Wes Montgomery sa la influencia más notable del repertorio, incluyendo, claro está todas las referencias a su media naranja, Jimmy Smith


Y, como en un buen libro de relatos, las historias son cambiantes, únicas, y cada una necesita un lenguaje distinto para ser contada. Si en los temas de Montgomery el groove y la fiesta predominan sobre el resto de los elementos, en "Mic Mic (Al Coyote)", el R&B busca el humor en la complejidad y el ritmo ejecutado desde los instrumentos no netamente rítmicos (órgano y saxo), y con solos llenos de intensidad. En "Samba do Lidia" y en "Paisaje con lluvia" la narración fluye a través del saxo con una estética muy lejana, latina en un caso y atmosférica en el otro. En "Olga Decir", sin embargo, encontramos una lírica profunda, detenida, una balada donde el cuarteto toca con tal sutileza que parece que están todos escuchando lo que cuenta la guitarra hasta que, al final, se unen de una manera espectacular, especialmente el saxo, desdoblado, multiplicado, emocionante.  

Pero en el fondo, todo este planteamiento no es más que una excusa para desplegar todos los recursos y el virtuosismo de unos músicos a los que se les nota una sólida experiencia que no eclipsa sus ganas de ir más allá en cada tema.



______________________

RHODA SCOTT + KENNY CLARKE

Los milagros del Hammond B-3

Cuando Laurens Hammond comercializó su primer órgano eléctrico en 1935 (el modelo Hammond A) ya hacía diez años que Fats Waller había usado el órgano de tubos para hacer jazz. Sin embargo, la intención original de Hammond no era la de crear un órgano para la música popular sino la de fabricar un instrumento que pudiera sustituir a los órganos de iglesia, grandes, caros de mantener y complicados de afinar. Tardaría 30 años en darse cuenta de que sus principales clientes eran bandas de rock’n’roll, rhythm & blues y jazz.

Aunque en un principio se dejó de fabricar en 1955, la popularidad del Hammond B-3 lo ha hecho pervivir hasta nuestros días y lo ha convertido en el órgano más usado de todos los tiempos, sobreviviendo a la llegada de instrumentos electrónicos más sofisticados, que incluían chips de memoria con melodías y arpegios pregrabados. ¿El secreto? La excitante sonoridad del B-3 se debe al efecto vibrato, que lo hace inigualable, y a ese efecto chorus, capaz de sonar como un órgano de tubos. Ambas características dotan al instrumento de un sonido “propio” e identificable.

Si Fats Waller introdujo el órgano en el jazz, Jimmy Smith lo elevó al trono de los instrumentos solistas con su espectacular forma de tocar. No hay ejemplo más evidente para poner nombre al B-3 que Jimmy Smith, pero gracias a Dios (el Dios del Jazz es benévolo y pródigo) su carrera ha tenido continuación en nombres brillantes como Joey de Francesco, Lou Bennet, John Medeski... o, por citar músicos españoles, Mauri Sanchís y Albert Sanz. Mi último descubrimiento detrás de un Hammond es Rhoda Scott. La acabo de pillar con las manos en las teclas.

No conocía a esta teclista nacida en New Jersey en 1938, pero por opiniones de amigos me entero de que es la sucesora de otra Scott, Shirley. Rhoda Scott, Shirley Scott. Simple coincidencia de apellidos y de virtuosismos a las teclas de un Hammond. Rhoda, que es la que suena ahora mismo en mi equipo de música, es una jazzwoman que domina los recursos armónicos y rítmicos del B-3 con una delicadeza increíble. Consigue abusar del vibrato sin romper la fluidez rítmica de los temas, que funcionan como una locomotora en plena carrera, llenos de adrenalina pero sin estridencias.

Nos hemos conocido gracias a uno de los últimos discos que he añadido a mi colección: Rhoda Scott + Kenny Clarke, de la colección Jazz in Paris de Gitanes, una grabación de 1977 que explica claramente el peso que un órgano puede tener en un combo de jazz: lo es todo, puede suplantar a casi todos los instrumentos y, como en este caso, sólo necesita la percusión para conformar un conjunto sonoro completo, cosa curiosa porque precisamente el Hammond B-3 es el único órgano de su familia que incluye acompañamiento de percusión, pero ¿quién renunciaría a tener a Kenny Clarke a la batería? Fue nominado entre los 5 mejores “baterías acompañando a un órgano” (Nominee in the category of the best “Organ drummer”, que dicen los americanos). La grabación incluye nada más y nada menos que nueve temas mano a mano, Scott y Clarke, órgano y batería, una combinación explosiva que alrededor de baladas impresionantes como It’s impossible y de fuegos artificiales del tamaño de Satin doll, y que es capaz de colorear de sonoridades nuevas a standards como On Green Dolphin Street o Now’s the time. Para enmarcar.


MY FUNNY VALENTINE

a.k.a. My ideal

Como no se me da bien eso de ponerme romántico y como no tengo (ni nunca he tenido) costumbre de celebrar el Día de los Enamorados (o de San Valentín como lo llaman los americanos y hemos terminado llamándolo aquí) voy a intentar poner en esta fecha tan señalada por los centros comerciales una nota discordante. Llamémosla blue note, por ejemplo.
Os propongo un referéndum musical. A tal efecto, he colocado más arriba una encuesta para saber si esto del amor (unión, relación, contacto o fusión) os mola en el jazz, de manera que la Diosa Tecnología os va a permitir durante una semana dejar vuestra opinión sobre qué tándems (o parejas casuales, que ahora el matrimonio es otra cosa y el amor no digamos...) piensas que ha dejado resultados más brillantes en la Historia del Jazz?
La mía ya está marcada.
Por cierto, olvidaba recalcar una cosa: está permitido marcar más de una respuesta.....

Thriller jazz

Haber acabado por fin la mudanza, después de casi tres años de amontonar cajas llenas de discos, libros y películas, es algo más que un alivio. Tener las cosas a mano de nuevo está suponiendo redescubrir sonidos que hacía siglos que no escuchaba, recuperar momentos y sensaciones olvidadas y (¿por qué no?) redescubrirme a mí mismo.

Hoy llevo toda la tarde escuchando una recopilación que se llama Thriller jazz (Verve). No soy muy amante de las recopilaciones porque siempre se cuela lo que menos te esperas, pero las temáticas sí.

En Thriller jazz aparecen 18 temas clásicos de sintonías de televisión y bandas sonoras interpretados por músicos como Jimmy Smith, Sarah Vaughan, Stan Getz, James Taylor, Count Basie..., temazos grabados en su mayoría en la década de los 60, cuando la televisión comenzaba a ser un hito a nivel mundial y comenzaba a estar de verdad en casi todos los hogares. La influencia del medio debió atraer también a las casas discográficas y a los artistas, que en algunos casos versionan y otros directamente han compuesto estos temas, o puede que simplemente se trate de trabajos de encargo, oportunidades para los músicos de la época de ganar dinero.

Suele ocurrir que aparecen esporádicamente recopilaciones en ediciones de lujo o con diseños pomposos, presuponiendo que el jazz es una música sofisticada (lo es, pero en su concepción y en su interpretación) apta para ambientes de lujo, lo cual difiere casi siempre de los ambientes en los que los músicos han nacido y en los que trabajan. Siempre he sostenido que a los músicos de jazz sólo se les trata como estrellas cuando van de gira o aparecen en festivales, donde se les espera y se les trata merecidamente como artistas, pero el resto del año el músico de jazz no vive como una superestrella que se mueve en ambientes lujosos, sino que es un trabajador que tiene que saltar de club en club, noche a noche, en escenarios no siempre adecuados, con públicos no siempre atentos, para ganar los suficiente como para sobrevivir económicamente. Sólo unos pocos saborean verdaderamente el lujo.

En este orden de cosas y exceptuando a compositores habituales de bandas sonoras como Lalo Schifrin (aquí con Harry el Sucio) o Quincy Jones (que compuso la inolvidable sintonía de Ironside), es natural que incluso los mejores músicos acepten encargos para cine o televisión, y esto es de agradecer porque dejando rodar este disco te encuentras con versiones impresionantes, como la de Jimmy Smith persiguiendo con su Hammond B-3 las notas de Mission: Impossible o a Sarah Vaughan interpretando una versión vocal del Peter Gunn de Henry Mancini (nunca había oído una versión vocal de este tema) o el órgano de James Taylor en el tema de Starsky & Hutch, algo más reciente, de los 80. Lo mejor, sin duda, la versión de Dragnet, compuesto por Water Schumann y Miklos Rozsa en los 50 y que en la orquesta de Erwin Halletz suena increíblemente jazzy.

En Amazon, en una edición muy asequible. Después, me contáis qué os parece la versión que hacen Roberto Delgado & His Orchestra de la sintonía de Hawaii 5-0.