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PADRE & HIJO

A Spike Lee joint

La película comienza con un cartel que aboga por que Brooklyn se independice de los Estados Unidos, forme su propia república y redacte su propia constitución. Es el primer grito negro, reivindicativo, medio en broma, medio en serio, de la primera película de Spike Lee, Nola Darling (She’s gotta have it, 1986). La peli, sin embargo, no tiene carácter político ni nada por el estilo. Es una película sobre la vida sexual de una mujer, la que da título a la versión española, Nola Darling, una mujer que disfruta de tres relaciones al mismo tiempo. Tiene tres novios, uno que la hace reír, otro que le ofrece la perfección superficial (es elegante, sofisticado, tiene dinero y se preocupa por su cuerpo) y un tercero que conecta con su interior (le escribe poemas y comparte sus sentimientos).
Este lío sentimental contiene muchos clichés de los 80, unos positivos y otros más plastificados, como esa sofisticación impostada de aquellos postmodernos de mediados de los 80, algunos de los cuales Lee parece haber heredado de otro neoyorkino: Woody Allen; en especial, esa técnica de hacer que los personajes se autoanalicen, que pongan sus sentimientos sobre la mesa intentando demostrar esa filosofía postmoderna que propugna que hay que desmenuzar la vida sexual del individuo para entender su verdadera personalidad, cosa que hacen los propios personajes en escena una y otra vez. En este sentido, Nola Darling es una película (casi) de Woody Allen, en blanco y negro (correcta fotografía de Ernest Dickerson), esta vez, para ser concretos, en negro.

La productora de Spike Lee se llama 40 Acres and a Mule, y compagina sus películas con trabajos más ligeros como video-clips musicales, entre otros alguno de Miles Davis. Nola Darling es su primer largometraje como director y para crear la banda sonora, como ya había hecho en algunos cortometrajes, sea por nepotismo, por genialidad o por falta de presupuesto (se rodó en 12 días, con 175.000$ y recaudó 7 millones), Spike eligió a su padre, Bill Lee, para llenar de jazz esta película. Después participaría en otras bandas sonoras (Mo’ better blues, Do the right thing).
Y este es su acierto. La peli comienza como una película muda, con una sucesión de fotografías en blanco y negro (todo el metraje es en blanco y negro salvo una escena, otra excentricidad sólo permisible en la época en que se rodó). Suena una balada que recuerda las bandas sonoras de las películas de los 40, con un piano (Cedar Walton) que recrea la sonoridad de aquellos que acompañaban las películas mudas en los cines de barrio y una trompeta (Virgil Jones) de un laconismo que encaja a la perfección con la templanza con que Nola Darling vive su vida y que da paso a su primera aparición en la pantalla, fabulosa, en su cama rodeada de velas, promesa de la sexualidad alrededor de la que ronda la cinta, y su primera confesión dedicada a la cámara, otro truco heredado de Woody Allen, que, al mismo tiempo, es un desafío al espectador, al que se va hacer juez y parte de este juicio de valor en torno a la vida sexual y aparentemente desordenada que nos van a contar.
Como en las bandas sonoras que acompañaban a las películas mudas, la partitura debe reflejar de una forma descriptiva las incidencias del argumento. Hay cierta displicencia en las baladas que describen la falta de vehemencia con la que Nola vive su(s) vida(s); una casi total (y significativa) ausencia de música para describir a los personajes masculinos; un tema cantado en la línea de los musicales de Fred Astaire (sin abandonar la línea principal de la banda sonora) a cargo de Ronnie Dyson; y toques de jazz avant-garde, mezcla de ritmos rotos y asonancias, para los momentos en que se desestructura la vida de Nola... Jazz al servicio del argumento, que no es poco.
Aparte de ser padre de cineasta, de actores y de un fotógrafo, aparte de sus escarceos con las drogas y de sus bandas sonoras, Bill Lee es reconocido como un sideman de largo recorrido (ha trabajado, por ejemplo, con Clifford Jordan en The adventurer y en Glass bead games...), así como por ser el bajista de Bob Dylan, pero sobre todo por su trabajo como director musical de películas y de obras de teatro. En los temas de esta película, Bill Lee (bajo) aparece acompañado por Harold Vick (saxos soprano y alto), Virgil Jones (trompeta y fiscorno), Cedar Walton y Stanley Cowell (piano), Joe Chambers (percusiones) y Kenny Washington (batería).
Esta película es el comienzo y la explicación: Bill Lee es el secreto de cómo y a qué suenan las películas de Spike Lee.
Más info en la web Black classic movies.

Ésta es la única escena en color de la película:

Mo' better blues

Por fin, una película de jazz hecha por negros.

Tengo que admitir que no conocía la existencia de Mo’ better blues. En realidad, no soy un gran seguidor de Spike Lee: no veía nada suyo desde Jungle fever, pero un jugoso artículo encontrado en el blog de Cine con jazz despertó mis instintos buscadores-consumidores a la busca y captura, porque hasta ahora mi dvd sólo me había mostrado visiones “blancas” del jazz negro, almibaradas las más de las veces, pero pocas desde un punto de vista negro. En una escena, el músico protagonista, Bleek, algo bebido, filosofa sobre esta paradoja, quejándose de que todo el público del club es blanco, de que los negros no acuden a los clubs de jazz a escuchar su música...

En principio, Mo’ better blues parece una biografía, no muy extensa, de un trompetista de ficción, metódico hasta el límite, apasionado con su trabajo y muy serio. Lo que hace con su vida privada es otra cosa: mantiene dos relaciones bastante dispares con una maestra y con una aspirante a cantante. Porque en realidad, Mo’ better blues se trata de esto, de una película sobre el amor, con mayúsculas: Amor. No es una película romántica por más que el montaje (excesivo, a veces de videoclip) en alguna de las primeras escenas nos haga pensar lo contrario, baste decir que el título que Spike Lee pensó en primer lugar para su proyecto fue A love supreme, pero la pianista Alice Coltrane, viuda de quien ya sabemos, impidió que se usara este título para que no diera en pensar que se trataba de un biopic de su marido (no es de extrañar esta suspicacia, dado el morbo que hoy reina en los medios), a pesar de que Bleek toca la trompeta y Trane el saxo. A pesar de ello, un póster del disco A love supreme preside la casa de Bleek, y una frase de Coltrane despide la película:

“Sea lo que sea, está con dios. Dios es misericordioso e indulgente. Su camino es a través del amor, en el que estamos todos. Es verdaderamente, un amor supremo”.

Ese amor supremo es el que mueve de verdad al protagonista, Bleek, el amor a la música. Tiene relaciones con dos mujeres, pero parece que son ellas las que mueven los hilos, mientras él se limita a pensar en su verdadera pasión, su amor supremo, el jazz, nacido del adoctrinamiento musical al que lo somete de pequeño su madre (en este sentido, el final de la película demuestra la estructura cíclica de los errores humanos). He de suponer que Spike, hijo del bajista Wild Lee, aporta tintes autobiográficos a esta escena clave en la que Bleek, de niño, no puede jugar con sus amigos porque está obligado a practicar con la trompeta, deber que de mayor se convertirá en obsesión.

El resultado estético de esta obsesión son dos escenas, una, soberbia, de las pocas en que el director de fotografía se gana la paga (la película no ha soportado bien el paso del tiempo: la fotografía se ve muy de los 90 y no soporta muchos visionados) en la que la cámara gira alrededor del trompetista mientras practica en su casa, y otra en la que compone sentado al piano mientras una de sus novias le recrimina. En ambas, parece que el mundo exterior gira en torno a él sin afectarle, ajeno a todo salvo a la música que pasa por su cabeza.

En cuanto a lo fundamental, a la música, sólo puedo decir que Brandford Marsalis no es mi preferido de la familia y que, si bien Terence Blanchard (que interpreta la trompeta que “hace sonar” el protagonista) está genial, la banda sonora muestra algunas influencias pop de finales de los 80 que no llevan bien el paso del tiempo. Para muestra un botón: el rap titulado Lista de éxitos de la música negra urbana contemporánea comercial para follar, que “canta” Denzel Washington. Pero bueno, si pasamos por alto este tema, la peli se convierte en un muy fiable retrato del jazz afroamericano: clubs, empresarios ambiciosos (muy bueno Turturro), combos que tocan para ganarse el pan, peleas dentro del grupo por el liderazgo, ambición, lealtad, reglas...

Hay otros aspectos fundamentales en la trama y en la textura de la película que merecen la pena: la amistad, personificada en Gigante, que interpreta Spike Lee, un personaje de perdedor clásico que hemos visto en mil películas; la familia, las relaciones con las mujeres, la interesada pasión por el jazz de los empresarios, todos ellos distintos aspectos del amor que se sostienen unos sobre otros con la fragilidad de la vida misma, como descubre el propio Bleek cuando todo su mundo se desmorona.

Es una pena que el título original no se haya podido utilizar (¡suena tan mal en castellano: “El blues del más mejor”!).

El quinteto real:
Terence Blanchard, trompeta
Branford Marsalis, saxo
Kenny Kirkland, piano
Robert Hurst, bajo
Jeff "Tain" Watts, batería