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REBOTANDO CON DEXTER

DEXTER GORDON QUARTET, Bouncin' with Dex
(SteepleChase, 2023)

Sería justo decir que, cada cierto tiempo, uno tiene que volver a Dexter Gordon. Con su música, atemporal y poderosa como ninguna, parece que nunca de hubiera acabado la época de los grandes tenores. Dexter tenía ese don peculiar de tocar con fuerza y sensibilidad al mismo tiempo. El tenor es un instrumento que necesita que lo dominen. Precisa fuerza. Y él la tenía. Durante toda la época de su exilio europeo, la vida y la condición física de Dexter se fueron viniendo abajo, pero no su capacidad para tocar grandes cosas. En París o en Copenhague no solo escapó del racismo de Norteamérica sino que hizo amigos y grabó muy buenos discos, algunos en el sello danés SteepleChase, álbumes que quizás no tuvieron la repercusión de sus discos de Blue Note, pero que son igualmente intensos y brillantes. Por suerte, SteepleChase reedita este mes (en LP de 180 gramos) Bouncin' with Dex, grabado en septiembre de 1975 en Copenhague con compañeros tan espectaculares como Tete Montoliu al piano, Niels-Henning Ørsted Pedersen al contrabajo y Billy Higgins a la batería. 

Esta fotografía es de 11 años años (1964), cuando ya cimentaban
su complicidad Dex, Tete y NHØP. El batería es distinto (Alex Riel).

Aunque volvió en varias ocasiones a América en los 14 años que vivió en Europa, aquí descubrió una forma de hacer jazz más cómoda y libre. Con músicos como Tete y NHØP muestra una comunión perfecta, como se aprecia en otros discos como Cheese Cake, editado en 1979 y, en este, desde el inicial "Billie's Bounce", con esa elocuencia tan potente que despliega. Todo el cuarteto (anunciado aquí como Dexter Gordon Quartet, haciendo justicia los sidemen) explota con este tema de Charlie Parker. NHØP, en particular, tiene un solo vibrante que se hace fugaz y apetece volver a escuchar. "Easy Living" es de esas baladas que hacen reconocible a Dex, con su capacidad para equilibrar potencia y delicadeza. Tete está perfecto en su papel de acompañante, con fraseos sutiles, aparentemente secundarios, pero marcando la diferencia, para después tener un breve solo. Otro ejemplo bebop (Dexter se quedó en el bop para siempre) es "Benji's Bounce", con un Dexter jugando desde el principio a llamada y respuesta con Tete y un derroche del cuarteto a tope de energía durante 7 minutos. 

En la cara B del LP, "Catalonian Nights", un tema compuesto por Dexter Gordon donde destila ritmos latinos que, desde su visión americana, le debieron inspirar las noches catalanas junto a Tete, otra dimensión del tenor con mucho color en sus poderosos e interminables fraseos. La sección rítmica juega aquí un papel algo estereotipado pero efectivo. Para terminar, uno de mis temas favoritos, el estimulante "Four", de Eddie 'Cleanhead' Vinson (aunque Miles Davis se atribuyó su autoría), un temazo que siempre me levanta el ánimo y que aquí, en directo, en esa noche danesa de final del verano de 1975, ofrece 9 minutos de delicioso hardbop.




Un disco, en definitiva, que no es solo nostalgia, porque demuestra lo cómodo que se sentía Dexter Gordon en Europa, especialmente en Dinamarca, donde encajó perfectamente y donde dejó huella en la escena jazzística local. 

* Más info: nils.winther@steeplechase.dk

ESE SONIDO CÁLIDO DEL ALTO

SAM BRAYSHER TRIO, Dance Little Lady, Dance Little Man 
(UNIT Records, 2021)

Para nuestra sorpresa, Sam Braysher no es solo un joven saxofonista con ideas, también es el afortunado poseedor de un sonido cálido y flexible que dota a los temas de una voz más cercana al sentimiento que a la intelectualidad. Formado en la Guildhall School of Music and Drama de Londres, donde se graduó con honores, lleva años en los escenarios de Londres tocando el saxo alto (y también el clarinete) haciendo hot jazz, cotemporáneo, clásico, swing... con músicos como Elaine Delmar, John Warren’s Nonet, London Jazz Orchestra, London City Big Band... y ha obtenido algunos premios, como el UK Jazz Radio Young Performers’ Award. Debutó con un álbum titulado Golden Earrings (Fresh Sound New Talent, 2017), grabado a dúo con el pianista americano Michael Kanan

Otra de las formaciones en las que ha tocado Sam Braysher es REBOP, un quinteto internacional donde ha coincidido con Jorge Rossy, que aparece en este álbum como percusionista. Braysher declara en las notas del disco que escuchaba y admiraba a Rossy a través de los discos de Brad Mehldau. Como últimamente Jorge Rossy está tan solicitado que aparece cada semana en alguna de nuestras reseñas (Miguel Zenón, Storione-Rossy-Schürmann), no es necesario explicar la calidad rítmica que aporta. Aquí no solo lo escuchamos a la batería sino también en el vibráfono ("Some Other Spring") y la marimba ("This Nearly Was Mine"). El otro componente de la sección rítmica es Tom Farmer, un contrabajista también muy joven y con un sonido nítido y muy rítmico, clásico y potente. Los dos son la base perfecta para que Braysher pueda expresarse con toda la libertad y el espacio que necesite. Los temas están muy bien llevados y son amenos, de manera que los 45 minutos del álbum vuelan y dejan ganas de escucharlo de nuevo.

Fiel a su propia filosofía, Sam Braysher ha escogido un repertorio de clásicos (más un tema original) que huye de lo habitual. No es algo normal en músicos jóvenes pero él intenta explorar piezas del American Songbook no demasiado interpretadas. Desde el tema que abre el álbum ("For Regular Only" de Dexter Gordon), el oyente percibe un placer en el desafío. Adapta temas interpretados por tenores y los transporta al saxo alto. Sí, al revés sería más complicado, pero lo que hace Braysher también es arriesgado. Lo hace también con "Body and Soul", un tema que con Dexter Gordon alcanzó un nivel inolvidable, y "reta" a Stan Getz con una versión acelerada y fresca de "One Note Samba". Aparte de esto, encontramos versiones de los Gershwin, de Rodgers & Hammerstein... y un tema Disney ("Reflections"), convertido aqui en una lacónica, expresiva y breve balada. 

Dance Little Lady, Dance Little Man, grabado los días 14 y 15 de mayo de 2019 a unos pocos kilómetros de Barcelona, en Bon Repòs (Begues) se publica el próximo 22 de abril distribuido por la alemana Unit Records. 


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* Web: sambraysher.com

IMPROVISACIONES SOBRE UN LIBRO DE JAZZ

Ildefonso Rodríguez, El jazz en la boca (Dos Soles, 2007)


Gracias a mi amigo, Sebastián Mondéjar, jazzista, percusionista, poeta y hombre de espíritu polifacético al estilo de los renacentistas (lo cual no sé si es positivo en los tiempos que corren, tan malos para la cultura no-fácil) acabo de leer El jazz en la boca (Editorial Dos Soles, 2007), un libro de Ildefonso Rodríguez lleno de textos inclasificables (en el más positivo sentido de la palabra), donde analiza, revive, interpreta y hace lírica sobre dos cosas tan controvertidas como el jazz y la vida. 

La vida propia es, quizás, una de las peripecias más difíciles de entender para los demás y, en especial. por quien la vive. Ildefonso Rodríguez se sumerge en sus experiencias, que no son de tiempos sino de sensaciones y sentimientos, y elabora con estos ingredientes una prosa poética que es, por momentos, analítica, apasionada, escéptica o incluso ensayística, pero que es, sobre todo, emocional. Y en esto contribuye su pasión por el jazz. Músico desde siempre, saxofonista de muy diversa experiencia, escribe desde lo vivido, pero también sobre lo leído, sobre lo escrito... y sobre ese eterno diálogo de hermanas, socias o amantes entre jazz y poesía, del que hemos hablado en más de una ocasión. Literatura y jazz. El jazz en la boca como palabra, como música soplada pero también como sabor, experiencia culinaria porque, al final, los placeres se unen y se disfrutan unos a otros.


Mientras escribo esto, vuelvo a escuchar a Duke y a Johnny Hodges. A Ildefonso Rodríguez hay que leerlo con la vehemencia con que se vive la poesía y con el ritmo poético de las especias rítmicas, armónicamente exóticas del jazz. Aunque no es un diario, la sucesión de textos personales a modo de almanaque de la memoria, me devolvió sensaciones parecidas a las vividas en la lectura del Dietario voluble de Vila-Matas publicado por Anagrama un año después que el de Rodríguez. De manera similar, episodios de vida o de memoria se traladan al papel con la sensibilidad del artista-persona como experiencia musical, poética, existencial. No caben las comparaciones. La prosa de El jazz en la boca es prosa poética, escrita con la autoridad del poeta y con el criterio del músico. 
SEGUNDA TOMA
Si me pidiesen que describiera la música de aquel instrumento soñado, respondería: era como ésta que suena ahora. ¿Por qué? Porque suena, porque es.
El jazz es, sin duda, la música más inspiradora de cuantas puede uno tener en su discoteca. Ni la música clásica en los siglos que tiene de vida ha inspirado tantos textos, pinturas o películas como el jazz. El autor cita a Kafka y a Joyce cuando habla de fraseo, enlaza anécdotas de Dexter Gordon y Ben Webster, cita a los griegos para explicar la ligazón (Simploké) entre lo escrito y lo interpretado, pone a Monk al lado de Horowitz ("No comparo, analizo"), cita a Wallace Stevens para explicar lo lejos que puede llegar el silencio como expresión, y es capaz de relacionar cualquier aspecto vital con el más puro y libre ejercicio de la música. 

Recuerda (y reconstruye un momento casi vivido) con Al Cohn y Zoot Sims, y, entre ambos, Kerouac, "que dice los versos como si tocara la batería", algo que Rodríguez describe de manera categórica y apasionada:
No es posible comprender la escritura de esa generación sin relacionarla con el jazz, no sólo como música, sino como modo de vida. Las páginas torrenciales, las insignificancias, los descuidos, el dar entrada a todo lo que va llegando: automatismos de un stream of conciousness guiado por los pulsos de la improvisación. Se vive, se escribe improvisando, ése es el surrealismo norteamericano.
El libro es una experiencia transmitida, la vida sobre la experiencia del jazz y la improvisación, escrita desde la óptica del improvisador con un saxo en las manos, del lector impactado, del poeta sobre el papel en blanco y también sobre el amarillento papel de los poemas escritos donde el tiempo pierde casi su memoria. Un autor que uno lamenta no haber descubierto antes y un libro que, citando al autor, "Como el poema, no puede ser contado.".



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* Más artículos sobre jazz y poesía en este enlace.

* Editorial Dos Soles: editorialdossoles.es/el-jazz-en-la-boca/

CLUB DE REYES

Breve memoria visual y sentimental del 'Johnny'

El Johnny (el Club de Música y Jazz del Colegio Mayor San Juan Evangelista) fue durante 45 años un hervidero cultural a muchos niveles y, en la época de su creación, un revulsivo para la sociedad madrileña de los 70. Un documental dirigido por Andrea Barrionuevo repasa de manera breve y emotiva lo que significaron las actividades culturales de este colegio mayor de la Complutense para la música y la cultura en España. Conferencias a las 11 de la noche o el primer concierto de free jazz en España son ejemplos de la libertad que se respiraba en este reducto de la Ciudad Universitaria, "una isla", como la llaman en el documental, aislada de Madrid (por la ausencia de metro) y aislada de los cánones de la época predemocrática en la que surgió (por la audacia de sus promotores).

La narrativa del documental resulta en algún momento confusa. Si el espectador visualiza sólo los primeros minutos, llegará a la conclusión de que fue la policía quien cerró El Johnny. Estas imágenes reflejan, en realidad, el desalojo de los ocupas que se habían instalado en el Colegio Mayor después del abandono de sus actividades. Aunque más orientado a la importancia del momento en que nació (los años finales del franquismo) que a las razones por las que desapareció, nos alegra que se destaque en el documental la historia de Alejandro Reyes, creador del Club de Música y Jazz, un personaje invisible para el público pero artífice y motor de un grupo de personas que durante cuatro décadas pusieron en El Johnny un contrapunto a la cultura de masas, apoyando iniciativas como el festival de jazz, la inclusión del flamenco entre los intereses de los espectadores cultos o iniciativas tan singulares como las Jornadas Anti-Apartheid-Afro Jazz II de 1988.

Alejandro Reyes
La hora que dura el documental transcurre por testimonios de músicos que tocaron allí, aunque con un gran déficit que notaremos los que conocíamos El Johnny a través de su festival de jazz: apenas hay músicos de jazz entre los entrevistados, sólo Chano Domínguez y Jorge Pardo, y protagonistas colaterales como Juan Claudio Cifuentes, Germán Pérez de Clamores o el director de Jazzaldia, Miguel Martín. Por suerte, aparece abundante material gráfico (en especial fotografías y hemeroteca) sobre los conciertos de jazz que allí tuvieron lugar. Una lástima, teniendo en cuenta que por el pequeño escenario pasaron figuras nacionales e internacionales de la talla de Petro Iturralde, Tete Montoliu, Art Blakey, Dexter Gordon, Freddie Hubbard... El flamenco, en cambio, sí cuenta con un amplio elenco de testigos que ponen su voz a esta breve historia.

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NOCHE DE JAZZ

Con permiso, les presento mi nuevo libro

Muy bien, supongo que debería ser yo el primero en hablar de esto. No lo consideren inmodestia sino el placer enorme que supone para mí presentarles mi nuevo libro, un volumen de relatos en los que el jazz es leitmotiv, escenario o incluso el mismo protagonista. El título es Noche de jazz. En el fondo, este que firma ama el jazz por encima de todas las músicas, pero no es más que un escritor de ficciones.

Hay músicos que tienen la capacidad de dar vida a un sentimiento; otros, se dejan la vida en ello. De esa magia y de ese sacrificio tratan los relatos incluidos en Noche de jazz.


Para ser sincero, quería escribir ese libro que ando buscando siempre y que rara vez encuentro, un libro de ficción donde el jazz sea un personaje más, un motivo, el alma de la historia.

¿De qué va? Encontrarán en estas páginas relatos que apelan al espíritu, en especial a la manera en que las artes (y la música en particular) tienen influencia en nuestra vida, ya seas lector/oyente/espectador o un creador con sus glorias y sus miserias, relatos realistas, fantásticos, alguno erótico, otros de intriga e incluso algún relato de viajes (Nueva Orleáns, por supuesto) y algún texto que recrea un momento de la Historia del jazz. 






Los relatos
Solitude es la historia de una joven cantante que se cree Billie Holiday; Nostalgia en Times Square nos muestra a un músico caduco y hastiado de haber vivido a tope que, mientras se emborracha en un local cutre, hace inventario de sus experiencias musicales y, de paso, de la Historia del Jazz de las últimas cuatro décadas; Chet Baker canta cuenta cómo un periodista novato se enfrenta al juicio por drogas en el que se vio envuelto el músico en Italia en 1961, lo que le abre la mente al jazz y a una terrible pregunta: ¿Cómo puede un drogadicto como Chet ser capaz de lucir y crear la mayor de las bellezas?; Lo que significa añorar Nueva Orleáns es la historia de un joven alemán admirador de William Claxton que visita la ciudad después de ver por televisión Tremé; Una especie de tristeza nos muestra al Miles Davis del periodo electrónico, un genio en la cima, con sus dudas y la añoranza de aquel escalofrío de ser un principiante; Cuerpo y alma y Boogie de batería son relatos fantásticos en los que la magia se mezcla con el jazz para demostrar que la música puede elevarnos a un status superior de la existencia... Así hasta trece relatos en los que aparecen Dexter Gordon, Mingus, Monk, Sonny Rollins, Michel Legrand, Herbie Hancock y otros muchos en un complejo puzzle que trata de ilustrar los diversos matices del mundo del jazz: la música, la belleza, la búsqueda de la perfección, las drogas, el racismo y, por encima de todo, la pasión.


184 páginas
Rústica con solapas  
15x21cm
ISBN: 978-84-9126-360-9


ESPAÑA: 15€ (gastos de envío gratis)



AMÉRICA: 15€ (+7,95€ DE gastos de envío)



También disponible en eBook :




(*)  Para otros destinos postales,  contacte con info @ jazzeseruido.com

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JAZZ ON FILM

Un libro sobre cine y jazz, esa simbiosis no siempre pacífica

Músicos de jazz, los personajes más atractivos para los creadores de ficción, por creativos, por atormentados, por adictos, por arruinados en su propia pasión por crear en lugar de vivir... o por todo lo contrario. Idealizados, maltratados, los músicos de jazz son (junto con los poetas) los clichés más útiles para crear historias apasionadas. Llevarlos al límite es tan fácil... aunque, a veces, la realidad supere la ficción. ¿A nadie se le ha ocurrido llevar a la pantalla la muerte de Lee Morgan o las demencias de Buddy Bolden? Este libro de Scott Yanow repasa y cataloga todas las apariciones de músicos en el cine, tanto en la ficción como en conciertos registrados en vídeo.

Scott Yanow presume en su página web de haber escrito 11 libros, las notas de más de 800 discos y unas 20.000 reseñas en las 5 publicaciones para las que escribe cada mes (entre las que se incluye Downbeat). Además escribe para Allmusic ¡y toca el clarinete! Yo (permítanme que escriba en primera persona) que sólo aspiro a disfrutar creando historias y que estoy más cómodo en la ficción, creé Jazz, ese ruido para dejar salir toda la pasión que encontraba en los discos (y también en los libros y en las películas) que tocaban directa o tangencialmente el jazz. Las reseñas llegaron de manera inesperada y el volumen de visitas me ha obligado a seguir. Sin embargo, no es la intención del blog convertirse en canon ni en enciclopedia, tan sólo promocionar el trabajo de los músicos, compartir y extender la pasión por el jazz y, por encima de todo, disfrutar de la música. Por eso, cuando me paro frente a un trabajo tan extenso y apabullante como Jazz on Film, no puedo evitar pensar en lo extenuante que debe ser convertirse en enciclopedista.

Como es natural, en el Hollywood caníbal se ha cocinado el jazz de muy distintas maneras, desde la aparición anecdótica de Satchmo en musicales como High Society (Charles Walters, 1956), pasando por el intento de blanquear el jazz (El trompetista de Michael Curtiz) hasta los guiones en los que la música y su contexto cultural son protagonistas e incluso tratados de una manera casi empática (New Orleans, dirigida por Arthur Lubin en 1947) pero, a pesar de que en este libro todo pasa un examen y una calificación, no vamos a hablar hoy del papel que juega el jazz en el cine sino de su abundancia y de dónde encontrarlo. Para eso está Jazz on Film.

Sólido Dexter Gordon en Round Midnight
La contraportada del libro propone algunas interesantes preguntas (¿Qué interpretaciones clásicas están hoy disponibles?) y otras que proponen dudas (¿Vale la pena ver algunas películas por su música?). Ciertamente, el libro no es sólo una curiosidad que descubrirá al lector apariciones raras y curiosas de algunos músicos en el cine sino que ayuda a mantener vivos episodios de la Historia del Jazz que se han perdido en los archivos del cine y que hoy es posible recuperar gracias a tiendas de coleccionismo o a los almacenes de vídeos de Internet.

Young Man with a Horn
En resumen, Jazz on Film contiene 1.300 referencias valoradas y ordenadas que resumen, de alguna manera, la historia del jazz en el cine hasta la fecha de edición. Lo desconcertante es la manera en que toda esta información está presentada, ya que las (breves) reseñas de los títulos en los que podemos encontrar apariciones o conciertos o actuaciones de artistas de jazz están subdivididas en Videos y DVDs (Sección 1), películas de Hollywood (Sección 2), cortos, especiales de televisión y otros documentales (Sección 3) y una miscelánea (Sección 4). Ahora, uno debe saber si lo que busca es una película de televisión o de cine para encontrarlo, o saber si tal concierto es un DVD, apareció en televisión o se estrenó en cine... Por suerte, hay índice onomástico, como debe ser, además de interesantes secciones dedicadas a los soundies, a la televisión... y apartados dedicados a nombres clave como Hoagy Carmichael, Harry Barris... y un capítulo dedicado a relacionar las películas que en el libro están calficadas (todo está calificado) con un 10 de perfección, entre las que (les adelanto) que están las películas Calle 54 y Straight No Chaser, además de vídeos como Miles Davis Quintet: Live in Sweden Stephane Grappelli: A Life in the Jazz Century que acaban de convertirse en mi nuevo objeto de deseo.

Merecería la pena que repasáramos un día aquí la historia del jazz en el cine pero el  tema se promete extenso. Mientras tanto, disfruten de la música, disfruten del cine y, si algún director decide mezclar ambos placeres, simplemente sueñen.

Una ilustración musical para confirmar que, a veces, vale la pena la simbiosis cine/jazz:



Más información en la web oficial de Scott Yanow: www.scottyanow.com

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https://www.edicionesenhuida.es/producto/la-muchacha-con-nubes-en-los-ojos/

UN LIBRO DE JAZZ

que necesita un buen título

He recibido dos rechazos seguidos para mi libro de relatos, relatos sobre jazz, que habían recibidos buenas opiniones de mis lectores beta y que, sin embargo, no llegan a las personas adecuadas.

Mingus, Dexter Gordon, Michel Legrand, Miles, Chet, Rollins... esperan en sus páginas una oportunidad para compartir sus historias. He pensado que necesito un título mejor para embelesar a alguna editorial. ¿Se les ocurre algo?

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I'M A FOOL TO WANT YOU

Sobre mitos y monstruos

La balada comienza con una declaración. El piano interpreta y dibuja la melodía con exactitud. No se limita a dar una introducción. Marca una idea. Entonces, el tenor irrumpe con delicadeza pero con fuerza. Es un lamento. Las escobillas marcan un ritmo lacónico que parece abrazar al saxo. El piano compone un fondo de notas altas, preciosistas, recuerdos de aquello que fue, que pudo ser, que ya no es: ahora nos explicamos por qué se lamenta el saxo. "Soy un tonto por quererte" ("I'm a fool to want you", de Sinatra) está incluida en el álbum Ballads (Blue Note, 1991), una recopilación de standards de Dexter Gordon que permiten juzgar este potencial suyo en los temas lentos. El pianista es Barry Harris y el batería Billy Higgins.


Dexter Gordon fue un bopper singular. De sus comienzos con Lionel Hampton y con Fletcher Henderson absorbió el sentido de que no hay nada escrito que no se pueda superar; de la época de Bird y Dizzy heredó aquello que del bebop iba a sobrevivir a su locura, que iba a quedar en los años que siguieron; de su propia forma de tocar han sacado conclusiones la mayoría de los tenores que le han sucedido. Oscurecido por el brillo de otros tenores contemporáneos como Sonny Rollins y John Coltrane, Dexter era un tío enorme en todos los sentidos de la palabra. Las mujeres se sentían impresionadas por su altura, los hombres por la fuerza que sugería su presencia. A pesar de ello, era capaz de extraer de su saxo baladas potentes y dulces al mismo tiempo, sin caer en lo sensiblero. Y esto es mérito suficiente para escuchar este disco.

El saxo es uno de los instrumentos más representativos de jazz. De hecho, si le preguntan a un profano siempre señalará a este instrumento. Pero el saxo es un invento relativamente nuevo. Adolphe Sax lo creó en 1840. Los músicos profesionales de la época compararon su sonido con el de un "clarinete con neumonía doble". Alguien ha dicho hace poco que sonaba como un burro inspirado. No recuerdo quién fue. Quizás lo leí.

Adolphe Sax llegó a sufrir insultos cuando la gente del XIX oía por primera vez el sonido del saxo. Cualquiera que no sea músico y haya intentado hacerlo sonar sabrá de qué hablo. ¡Incluso se aseguró en alguna publicación médica de la época que el saxofón producía tisis! Sax se libró finalmente de las persecuciones y creó una buena cantidad de instrumentos, entre ellos, uno tan delicado, una maravilla técnica que aprecio tanto como es el fiscorno.

Siempre pienso en estas anécdotas cuando escucho "I'm a fool to want you". Me alcanza la sensibilidad del saxo tenor y no puedo evitar llegar a la conclusión de que, en este mundo de miserias y de atrocidades, Dexter Gordon es un mito y un monstruo, en el sentido artístico y sumo de la palabra.


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* Creo que ya he colgado esta foto antes. Es Dexter Gordon en 1948, quizás la foto que mejor lo describa. Y es de Herman Leonard, por supuesto.

FELIZ AÑO NUEVO

Porque sí

Porque sin el jazz no se entiende la música del siglo XX y mucho menos la del XXI,porque sin un gemido de jazz todos los strip-teases del mundo perderían su erotismo, porque sin Miles Davis (toda) la música actual no hubiera sido la misma, porque sin jazz yo no encontraría los sentimientos en la música, porque no puedo dejar de mover los pies cuando escucho swing, porque sólo en un club de jazz soportaría una nube de humo, porque el jazz consiguió que muchos ignorantes escuchasen por primera vez la voz de los negros, porque sin Billie Holiday el jazz y yo no nos hubiéramos conocido jamás, porque incluso en los bares de Star Wars hay jazz en vivo, porque no es lo mismo hacer el amor oyendo a Dexter Gordon, porque no hay nada más excitante que el sonido de los platillos siguiendo el ritmo, porque este año todos confiamos en que habrá más jazz y menos músicas contemporáneas... O, simplemente, porque ya nadie lo dice, pensando que está pasado de moda desear cosas buenas en voz alta: ¡Yo os deseo un feliz año nuevo lleno de jazz!

Gerry Mulligan y Zoot Zims en NYC en 1955 
(foto de Herman Leonard)

MY FUNNY VALENTINE

a.k.a. My ideal

Como no se me da bien eso de ponerme romántico y como no tengo (ni nunca he tenido) costumbre de celebrar el Día de los Enamorados (o de San Valentín como lo llaman los americanos y hemos terminado llamándolo aquí) voy a intentar poner en esta fecha tan señalada por los centros comerciales una nota discordante. Llamémosla blue note, por ejemplo.
Os propongo un referéndum musical. A tal efecto, he colocado más arriba una encuesta para saber si esto del amor (unión, relación, contacto o fusión) os mola en el jazz, de manera que la Diosa Tecnología os va a permitir durante una semana dejar vuestra opinión sobre qué tándems (o parejas casuales, que ahora el matrimonio es otra cosa y el amor no digamos...) piensas que ha dejado resultados más brillantes en la Historia del Jazz?
La mía ya está marcada.
Por cierto, olvidaba recalcar una cosa: está permitido marcar más de una respuesta.....

Lullaby of Birdland

Hace calor. Hace mucho calor. He dejado el coche a la sombra toda la mañana y cuando me monto el termómetro del salpicadero marca 32 grados. Da hasta miedo salir del trabajo. Sí, es un pensamiento jodidamente tonto, pero yo me quedaría trabajando hasta que cayera la noche, todo por no coger el coche. Llevamos así desde junio. Andalucía es el infierno en posición “grill”.
Entonces pongo el contacto, giro la llave, enciendo el aire acondicionado y conecto la radio. Me he dejado dentro un CD de Dexter Gordon y parece como si todo cambiara. Suena Cute. Lionel Hampton acelera el aire del mediodía, que parece que se ha quedado suspendido en el recalmón de la media tarde. El recalmón es como llamamos aquí a ese aire caliente que se levanta del suelo como en un horno y hace que todo parezca flotar en una atmósfera irreal, detenida en el tiempo. Una escala, pararán-pararán y Hampton consigue que el mundo se ponga en marcha de nuevo. Dexter enlaza la melodía y dentro del coche el mundo vuelve a fluir. Esto se llama madurez, y suena increíble.
Lullaby of Birdland es uno de esos discos redondos que uno no se cansa de escuchar. Parece que fue grabado en 1977, poco después de que DG volviera de Europa, donde se había exiliado por la falta de trabajo (y otros problemillas). Un año antes había sido contratado para tocar en el Village Vanguard, concierto que supuso el regreso a casa, que resucitó al Dexter dormido, olvidado por el público que apuntaba hacia otras músicas. La prensa y los críticos volvieron a abrazarlo, comenzaron a tratarlo como una leyenda viva y hay quien dice que este evento supuso el renacimiento del bop en Estados Unidos. El disco tiene la banda clásica de Dexter de esta época, con un exultante Lionel Hampton que destaca por encima de todos y que, en una relación maestro/alumno/maestro, comparte con Dexter Gordon solos generosos y espectaculares, sobre todo porque con el saxo alto parece que Dexter está más inspirado. Están con ellos Bucky Pizzarelli a la guitarra, George Duvivier al bajo, Oliver Jackson a la batería y Hank Jones al piano. También hay un percusionista cubano llamado Candido que destaca especialmente en el último corte, Blues for Gates, compuesto por Hampton, y no sólo porque la percusión tiene un solo fabuloso al comienzo, sino porque lleva todo el peso del tema, aunque lo más notable es un diálogo al final entre el saxo y el vibráfono, que responde repitiendo los fraseos del alto, toma y daca. Genial.
Lo dicho, no me canso de escucharlo. Está lleno de clásicos como I should care, Seven come eleven o el They Say That Falling in Love Is Wonderful de Irving Berlin, pero mi preferido es la versión de Lullaby, rítmica, vital, imparable. Podría ponerla una y mil veces seguidas. La pena es que el jodido lector del coche no se puede programar para que repita el tema, pero creo que voy a dejar el disco dentro mucho tiempo.

ALREDEDOR DE LA MEDIANOCHE

Mitos y fans en la Ciudad de la Luz

Hay pocas películas donde nos muestren la vida (y la muerte) de un músico de jazz como en Alrededor de la medianoche (Round midnight, 1986). Bertrand Tavernier nos mete en la vida de un músico como nunca imaginaríamos, en este caso una vida en declive, la de un jazzman ya viejo, que no caduco, viviendo sus últimos años alrededor de la medianoche.

La cinta muestra aspectos tan interesantes para los aficionados al jazz y a tantos niveles que necesitaría varias entradas del blog para escribir sobre ello, por eso he preferido dejarlo en un apunte sentimental (ustedes perdonen) a la espera de que volver a la película me permita distanciarme lo suficiente para escribir algo, no sé, más serio.

La historia de Round Midnight está basada en vidas reales, las del músico Bud Powell y Francis Paudras, aquí reflejados en dos personajes de ficción (Dalte Turner y Francis) interpretados de forma genial por Dexter Gordon y François Cluzet en el papel de Francis, ese fan que todos hemos querido ser alguna vez, el fan que cambió su vida inspirado por el arte de un músico, que llega a conocer a ese músico y que se convertirá en su improvisado salvavidas. Dexter Gordon, por su parte, bien podría decirse que se interpreta a sí mismo: él también se autoexilió en París en aquella época como Powell y vivió una dura batalla contra el alcohol y contra su propia naturaleza, entre otros detalles. ¿Qué puedo decir? Se han hecho muchas películas cursis y estereotipadas sobre el mundo del jazz, se han rodado películas sobre el racismo en la era del jazz, pero nunca se había filmado una historia con tanta sensibilidad hacia el frágil mundo personal del músico, del creador, como ésta de Bertrand Tavernier.


Pero no es sólo eso.

La banda sonora de la película, llena de standards y composiciones arregladas y compuestas por Herbie Hancock, ganó ese año el Oscar a la mejor banda sonora, compitiendo con partituras tan apabullantes y comerciales como La misión de Ennio Morricone. En el combo que interpreta estas piezas (y en el disco) están, entre otros, Freddy Hubbard, Bobby Hutcherson, Wayne Shorter y un largo etcétera, incluyendo al propio Herbie Hancock, como el pianista líder del grupo. Parte del encanto de la película está precisamente en que estos músicos reales aparecen en escena tocando los mismos temas, tanto en el club en el que se desarrolla gran parte de la película (¡llamado Blue Note!) como cuando aparecen preparando la grabación de un disco y vemos los preparativos, las instrucciones, las anotaciones en las partituras previas al comienzo de la sesión.

La película es una historia de decadencia, de una vida alrededor de la medianoche, como decíamos antes, ese momento de la vida en el que la experiencia da una cierta lucidez con la que el cuerpo ya no puede, y que alcanza su clímax (paradójicamente, porque el personaje toca fondo) en una escena bellísima en la que el viejo músico se lamenta: “Estoy cansado de todo, menos de la música” para un segundo después aparecer tocando en un callejón rodeado de basuras, quejándose de que no le sale bien porque no recuerda la letra de "Autumn in New York". Francis se la recuerda:


El otoño en Nueva York
Se mezcla con el dolor
Soñadores de manos vacías
Sueñan con tierras exóticas
Pero es otoño en Nueva York
Y es bello vivir otra vez



Al final, este soñador de manos vacías volverá a Nueva York desde la tierra exótica de París, a reencontrarse consigo mismo.

El paralelismo entre las vidas del músico y de su admirador, la decadencia en la vida de ambos, la forma en que el jazz refleja sus circunstancias, desde el complicado bebop hasta las tristes baladas, hacen de este largometraje una joya, sobre todo por ver en esta época a un Dexter Gordon al que los años habían hecho aún más impresionante. Pero ‘Round midnight es también es la historia de todos los músicos a los que la droga o el alcohol han detrozado física o artísticamente. Escuchamos de boca de Dexter Gordon una comparación bellísima entre Monet, Ravel y el bebop en la que se aprecia claramente el cromatismo clave en este estilo del jazz.

Martin Scorsese aparece de pasada en alguna escena, como las citas en una improvisación de jazz. Qué potente y, al mismo tiempo sensible, como siempre, suena aún Dexter en 1986...