Monk desde dentro de Monk
La imagen es elocuente. Monk toca ‘Round midnight con la mano izquierda. Con la derecha anda buscándose un pañuelo en el bolsillo. Parece que lo ha encontrado. Ahora toca sólo con la derecha. Es difícil. Tiene en esa mano el pañuelo mientras toca, pero la izquierda sostiene un cigarrillo y tiene que tocar mientras busca un lugar seguro donde dejarlo.
La imagen es elocuente. Monk toca ‘Round midnight con la mano izquierda. Con la derecha anda buscándose un pañuelo en el bolsillo. Parece que lo ha encontrado. Ahora toca sólo con la derecha. Es difícil. Tiene en esa mano el pañuelo mientras toca, pero la izquierda sostiene un cigarrillo y tiene que tocar mientras busca un lugar seguro donde dejarlo.
Monk repasa unas composiciones con Teo Macero en el estudio. Un momento antes, el productor ha estado mofándose de sus gafas, pero Monk es el Elton John del jazz. Sin la extravagancia, sólo sería un genio de la música. Un genio único. No sería un icono que, visto de lejos, alcanza a sonar de cerca. Desde dentro.
Monk nunca separa los ojos de las teclas. Desgrana las notas como si las recordara una a una, dándole una nueva significación al ejercicio de sincopar. Parece que imagina, que crea sobre la marcha, la obra musical.
Monk se levanta del piano. Deja de interpretar We see. Se levanta y va hacia sus músicos. Los músicos siguen tocando. Alguien entre el público silba. Monk no está contento con cómo suena. La segunda vez que se levanta, los músicos callan. El público aplaude, confundido. Monk retoma el tema al piano. Sólo Monk. Ahora podéis seguirme... Y We see estalla de nuevo.
Monk gira sobre sí mismo como en un rito vudú del que él, sólo él, conoce el significado. Monk pasea haciendo el tonto mientras sus músicos esperan sentado a que llegue la hora de tocar. Monk se interpreta a sí mismo delante de la cámara. Monk es Monk.
Monk ya no está, pero sobrevive su música, sobrevive su icono, sobreviven sus gatos y sobrevive este increíble collage de imágenes. En Straight no chaser no hay narrador. Es Monk con sus gestos y sus actitudes quien nos cuenta, involuntariamente o adrede, cómo quiere que lo veamos. Un rompecabezas que se nos presenta desarmado, para nuestro mejor entender. Lo mejor de visionar Straigth no chaser una y otra vez no son las opiniones de otros músicos acerca de Monk ni las giras por las que lo vamos ‘acompañando’, lo mejor es que uno no se cansa de ver/escuchar las distintas versiones/interpretaciones que se van sucediendo en la pantalla. Imaginador incansable o compositor iluminado, su catálogo de obras es uno de standards es de los más repetidos aún hoy. Pianista impresionista o tacaño con las notas, verlo tocar es una sensación que no se olvida jamás.
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* Straight no chaser (Charlotte Zwerin,1988) tiene como productor ejecutivo a Clint Eastwood (yes, he’s the Great Aficionado). De hecho, es un documental de su productora, Malpaso, del mismo año en el que dirigió Bird.
* La foto es del mismo documental y pertenece al Festival de Newport.