Haber acabado por fin la mudanza, después de casi tres años de amontonar cajas llenas de discos, libros y películas, es algo más que un alivio. Tener las cosas a mano de nuevo está suponiendo redescubrir sonidos que hacía siglos que no escuchaba, recuperar momentos y sensaciones olvidadas y (¿por qué no?) redescubrirme a mí mismo.
Hoy llevo toda la tarde escuchando una recopilación que se llama Thriller jazz (Verve). No soy muy amante de las recopilaciones porque siempre se cuela lo que menos te esperas, pero las temáticas sí.
En Thriller jazz aparecen 18 temas clásicos de sintonías de televisión y bandas sonoras interpretados por músicos como Jimmy Smith, Sarah Vaughan, Stan Getz, James Taylor, Count Basie..., temazos grabados en su mayoría en la década de los 60, cuando la televisión comenzaba a ser un hito a nivel mundial y comenzaba a estar de verdad en casi todos los hogares. La influencia del medio debió atraer también a las casas discográficas y a los artistas, que en algunos casos versionan y otros directamente han compuesto estos temas, o puede que simplemente se trate de trabajos de encargo, oportunidades para los músicos de la época de ganar dinero.
Suele ocurrir que aparecen esporádicamente recopilaciones en ediciones de lujo o con diseños pomposos, presuponiendo que el jazz es una música sofisticada (lo es, pero en su concepción y en su interpretación) apta para ambientes de lujo, lo cual difiere casi siempre de los ambientes en los que los músicos han nacido y en los que trabajan. Siempre he sostenido que a los músicos de jazz sólo se les trata como estrellas cuando van de gira o aparecen en festivales, donde se les espera y se les trata merecidamente como artistas, pero el resto del año el músico de jazz no vive como una superestrella que se mueve en ambientes lujosos, sino que es un trabajador que tiene que saltar de club en club, noche a noche, en escenarios no siempre adecuados, con públicos no siempre atentos, para ganar los suficiente como para sobrevivir económicamente. Sólo unos pocos saborean verdaderamente el lujo.
En este orden de cosas y exceptuando a compositores habituales de bandas sonoras como Lalo Schifrin (aquí con Harry el Sucio) o Quincy Jones (que compuso la inolvidable sintonía de Ironside), es natural que incluso los mejores músicos acepten encargos para cine o televisión, y esto es de agradecer porque dejando rodar este disco te encuentras con versiones impresionantes, como la de Jimmy Smith persiguiendo con su Hammond B-3 las notas de Mission: Impossible o a Sarah Vaughan interpretando una versión vocal del Peter Gunn de Henry Mancini (nunca había oído una versión vocal de este tema) o el órgano de James Taylor en el tema de Starsky & Hutch, algo más reciente, de los 80. Lo mejor, sin duda, la versión de Dragnet, compuesto por Water Schumann y Miklos Rozsa en los 50 y que en la orquesta de Erwin Halletz suena increíblemente jazzy.
En Amazon, en una edición muy asequible. Después, me contáis qué os parece la versión que hacen Roberto Delgado & His Orchestra de la sintonía de Hawaii 5-0.