PEP MULA QUINTETO, Mula II (Underpool, 2019)
Cuatro años después de su primer disco, el baterista barcelonés Pep Mula regresa con el mismo proyecto, un quinteto heterogéneo y ocho composiciones originales con las que construye pieza a pieza un jazz que acaricia el oído del oyente y parece detenerse en su mente creando imágenes sugestivas que dejan de ser abstractas por ese efecto secundario del arte que hace que la música sea también narrativa.
El quinteto es el mismo que en su primer trabajo y está formado por músicos emergentes y consolidados de la escena barcelonesa: Txema Riera al piano, Jordi Matas a la guitarra, Miguel "Pintxo" Villar al saxo tenor y Marc Cuevas al bajo. Viejos jóvenes conocidos, algunos de ellos con discos grabados a sus nombres.
Explorando el disco nos encontramos con temas muy distintos y que merece la pena escuchar con detenimiento. Paradójicamente, para ser el disco de un percusionista, muchos de los tiempos son lentos. Esto no quiere decir que Mula no nos muestre el abanico de sus posibilidades, como compositor y como baterista, sino que lo hace sin competiciones de velocidad ni de ruido. El resultado es, desde la primera escucha, una propuesta interesante y personal que pide más escuchas. Últimamente (y no tan últimamente) esto suele ser habitual entre los bateristas (escuchen los últimos discos de Carlos López o Xavi Reija sin ir más lejos) y, cuando se trata de jazz contemporáneo, nos gusta.
La creación de ambientes sonoros que permitan a los otros músicos explayarse en su virtuosismo o encontrar nuevos caminos parece ser la clave. Escuchamos también temas muy rítmicos pero siempre con el objetivo de la sorpresa y la exploración ("Chop Suey"), donde, en contraste con el ritmo obsesivo de los charles, está permitida la atonalidad y el uso del ruido y los efectos para crear el ambiente deseado. Otros temas (hablamos de "Cardona 47") juegan con ritmos desestructurados, por ejemplo en el fraseo del piano, que mantiene un atípico diálogo con el bajo (con la batería de fondo) y luego con el saxo, una atmósfera oscura y extraña que da paso, a partir de otro diálogo (esta vez entre saxo y guitarra), a un final (casi) festivo.
Jugando con el ritmo, casi siempre a medio gas, contenido como las emociones, Mula va mostrando en el disco temas y momentos apasionados ("Antàrtida"), intensos como himnos ("Terenci") o felices como "Lodz", donde el ritmo constante, en un obstinato del piano y con el ritmo casi pop de la batería, encuentran el contrapunto en el bajo, mientras que el saxo busca en las notas altas una historia que casi se puede escuchar... Merece la pena mencionar el solo de Jordi Matas, inspirado, buscando complicidad con el ritmo en algunos momentos.
Resumiendo, un disco inclasificable, fácil de escuchar a pesar de su originalidad, y donde re-descubrimos a un compositor creador atmósferas que se pueden sentir y de mundos que se pueden escuchar.