Confieso que amo los folkores de forma ocasional. Escuchar fado en Lisboa o sevillanas un domingo de romería son ejercicios placenteros que, en cambio, en casa se me hacen intolerables. Aprecio el tango y la música celta y creo que tengo capacidad para valorar el flamenco cuando de muy tarde en tarde asisto a una actuación flamenca, pero nada me obliga a aceptar las fusiones de estas músicas con el jazz que amo.
El caso de Adrián Iaies es distinto. Pone sobre el teclado el tango con el espíritu y la técnica de un maestro del jazz, su forma de tocar jamás abandona la síncopa, en sus melodías siempre queda un hueco para la improvisación... No voy a discutir que sea un hijo putativo más de Piazzola, pero posee una sensibilidad que no había encontrado en este tipo de fusiones desde la primera vez que oí a la conmovedora Lila Horovitz.
Anda por ahí presentando su último álbum, Esa sonrisa es un santo remedio, para el que dice que ha creado un sello discográfico propio porque no sabe qué será de los discos en el futuro... Lo hace en forma de trío, con una mayoría de composiciones propias, acompañado por Pepi Taveira (batería) y Ezequiel Dutil (contrabajo), pero de este músico argentino formado en Berklee y director del Festival de Jazz de Buenos Aires sigo prefiriendo aquel emocionante trabajo suyo llamado ‘Round midnight y otros tangos (2002), que comienza con Nardis, el tema de Miles Davis que Bill Evans articuló como estándar de piano. Aquí suena absolutamente intimista y porteño con el acompañamiento de Pablo Mainetti al bandoneón. Iaies despliega un enorme abanico de sonoridades para ilustrar el tema. Es algo más que jazz, es puntillismo en la cuerda floja. Y el tema funciona.
Le siguen Valsecito para una rubia tremenda, dedicado a su hija, un tema en el que juegan al escondite el jazz y ese aire folk que los argentinos heredaron de los italianos... Round midnight, temas de Monk, de Michel Legrand, incluso Nefertiti de Wayne Shorter, componen el puzzle de méritos para hacer de éste su disco más emocionante (¿el mejor? no los tengo todos...) hasta culminar con un personal Astor changes en el que explora, estudia y canoniza los malabarismos sonoros de su maestro Piazzola.
Puede que para muchos el jazz argentino sea ese invento que no puede escapar a sus raíces, como ocurre tan a menudo con el jazz made in Spain, al que le cuesta tanto eludir la fusión con el flamenco, pero no hay duda de que Argentina ha dado muchos y muy brillantes músicos de jazz. Ya hablamos en su día de Oscar Alemán y hoy citamos a Adrián Iaies. Son ejemplos suficientes. Este último, en pleno dominio de su creatividad, lleva años asentando un pilar más, uno original, sincrético. No en vano, posee la sensibilidad de Bill Evans y el don para la travesura de Astor Piazzola.
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Para escuchar más a Adrián Iaies: