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En realidad, soy un tipo bastante optimista y siempre intento sacar lo mejor de lo que me toca vivir. Si voy al cine y la película es mala, siempre le saco algo bueno, técnico o artístico. Lo mismo me pasa con el jazz. Nunca he tirado un disco después de oírlo. Oigo más músicas y soy bastante abierto. No soy un purista ni un poseedor de la verdad. Es cierto que todo depende de quién lo oye y en qué momento.
Pero Marina me preguntó qué me gustaba. Me gusta el jazz.
Me gusta el jazz con ritmo, mainstream, pero dependiendo del momento, el cool, el swing, el hard bop...
Me gusta el jazz en directo, oír que el público aplaude los solos y que ningún músico se queda sin hacer el suyo.
Me gusta el jazz fusión cuando a pesar de la fusión sigue habiendo jazz, y lo mismo me ocurre con el jazz rock.
Me gusta Norah Jones para los ratos en que no tengo ganas de escuchar jazz.
Me gusta el jazz leído cuando se trata de El invierno en Lisboa, por ejemplo, o algún ensayo sobre alguno de mis músicos favoritos.
Me gusta el jazz con amigos, sean intelectuales o hooligans.
Me gusta el jazz lleno de ideas, inesperado, inteligente, capaz de sorprenderte a la primera y a la décima escucha.
Me gusta hablar de jazz.
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Para Marina, por hacerme ver que hay que tener perspectiva.
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Foto de Art Blakey sacada de www.vervemusicgroup.com