Libertad contenida
Ser moderno no tiene por qué significar excentricidad ni ruptura con la tradición. El saxofonista Luis Verde (Cáceres, 1983, aunque también salido de Musikene) posee un sonido moderno porque en su forma de tocar (y componer) podemos escuchar latir la evolución constante del jazz. Lo mejor de épocas anteriores y su fresca inventiva son una mezcla perfecta. Como el Miles Davis de la cima, Luis Verde es un líder que sabe dosificar sus frases. Otra de sus bazas es la de acometer solos “místicos” y delicados en una línea paralela a Coltrane, optando a menudo por desprenderse de la partitura y dejar que la melodía se deshaga en el aire con pinceladas de free jazz que, por inesperadas, resultan más excitantes, para después volver a sorprendernos con referencias palpables a la tradición. En lugar de jugar a cambiar etiquetas de sitio o a intentar vender improbables mestizajes, Luis Verde nos ofrece un ejemplo de esa modernidad creativa y no estruendosa que merece el panorama jazzístico español.
El lirismo, la mezcla de ritmos y la libertad de posicionamiento en cuanto a estilo son algunas de las señas de identidad de su primer trabajo como lider, World of Distractions (Youkali, 2012). Nueve temas llenos de detalles que merecen muchas escuchas: buenos músicos, una propuesta tan personal como llena de referencias y un concepto elegante de lo que es arriesgar.
Los nueve temas comienzan y terminan con uno llamado “Sol de lluvia”, estructurado en tres variaciones: “Intro”, “TRT” (suponemos que “Transition”) y “Outro”, que son lo mejor y más inspirado del álbum, con un Luis Verde que comienza acompañado del otro gran protagonista del disco, el pianista Luis Guerra, y termina el disco soplando en solitario la bellísima melodía de “Sol de lluvia”.
En “Valle de la luna” cabría destacar el solo del pianista Luis Guerra, con un sonido donde se escuchan tradición y modernidad mezcladas, mientras que el mismo músico nos deleita en “Soma” con un solo en el Rhodes igualmente inspirado. En cuanto al resto de los músicos, destacar sobre todo a Michael Olivera (percusión) y Ander García (contrabajo). Ellos son la sección rítmica, una sección rítmica que se enfrenta a constantes cambios de sentido, que van desde el mainstream hasta el folk, desde lo más canónico (Scott LaFaro) hasta las mismas raíces de la música africana (Airto Moreira). Es, sin embargo, cuando los ritmos se subliman hasta casi desaparecer, cuando aparece esa percepción de que estamos ante un disco lírico e introspectivo. La sensación de que la música de este disco a menudo huye del ritmo acentúa el poder de los solos, como en la introducción de “Soma” o en algún momento de “Valle de la luna”. Ariel Brínguez al tenor y Roberto Pacheco al trombón completan el sexteto en algunos temas.
Recomendable.