MILES DAVIS: EL REGRESO (segunda parte)

Entre la arritmia y el blues

En 1981, después de relanzarse, como contamos en su día, al agitado mundo del jazz (que él mismo había revuelto como un cóctel), Miles Davis se sentía al 100%. The Man With The Horn había funcionado bien y todo parecía indicar que el siguiente álbum, como así fue, sería más fácil de concebir y de grabar. Se llamó We Want Miles y en él participaron los mismos músicos que en el anterior, con la incorporación del percusionista Mino Cinelu. Siguió una gira que se desarrolló principalmente por Japón, y una serie de discos (Decoy, You’re Under Arrest, Aura...) en los que Miles duda entre continuar con los tormentosos experimentos sonoros de la década anterior o animarse a dar una nueva vuelta de tuerca al jazz.

Uno de esos álbumes, Star People (1983), refleja con crudeza esta guerra interior de Miles, que se debate entre los temas de tormentoso funk (“Come Get It”, “Speak”, “Star On Cicely”) y unas baladas (“It Gets Better”, “Star People”) en las que la moderación le permite volver a sonar como en los tiempos en que colaboraba con Gil Evans, con quien Miles había retomado la amistad durante sus años de desaparecido (1976-80). Siendo el productor Teo Macero, Evans pasa prácticamente desapercibido, aunque colaboró activamente en la construcción del álbum, como después se verá.

El proceso de creación de Star People tampoco fue sencillo. Miles no estaba curado del todo. Aquel año, Cicely Tyson salió del país y Miles, de nuevo solo, volvió a caer en un estado de ansiedad. Había dejado la cocaína, pero volvió a fumar (cuatro paquetes diarios) y a beber más cerveza de lo imaginable. Cuando pudo hablar con Cicely, no podía mover los dedos de la mano. Sufría un ataque de apoplejía. Pronto no podría mover el brazo ni volver a tocar la trompeta.

Tras meses de acupuntura, dieta y abstinencia, perdido casi todo el pelo, una noche Miles se despertó y, a pesar de llevar una escayola en el brazo, comprobó que podía tocar. Fue una especie de renacimiento, en sus propias palabras.

No quiso perder el tiempo. Llevaba siete años sin aparecer por Europa y siempre que iba era acogido como una estrella. El éxito estaba asegurado y eso era lo que necesitaba precisamente en aquel momento: un calor popular que le devolviera la autoestima. Sin embargo, la prensa (y, por extensión, el público) ignoraba el episodio de la apoplejía, por lo que nadie estaba preparado para la esquelética y fantasmal silueta que apareció en los escenarios de Estocolmo, Copenhague, Hamburgo y Frankfurt. El productor que iba a grabar el concierto de Londres para hacer una película se asustó al verlo. Recurrió a su suegro, que era médico y psiquiatra, el cual examinó a Miles y lo tranquilizó afirmando que tocaría un poco la primera noche, algo más la segunda y que la tercera noche en el Hammersmith Odeon sería “imparable”.

Después vino el álbum.

En esa época, Miles sólo escucha música pop (Prince, Michael Jackson, Stevie Wonder...), de la que intenta absorber, por encima de todo, la capacidad para llegar al público más amplio. Quiere estar de nuevo en la cima. Por ello, al volver al estudio, camba su forma de trabajar. Los desordenados ensayos que tanto asustaban a sus músicos se transforman en concienzudas sesiones. Miles hace que Gil Evans transcriba incluso los solos que se interpretan en los ensayos: “Star on Cicely”, aunque aparece acreditado como un tema compuesto por Miles, parte de un solo interpretado por Mike Stern durante un ensayo; “It Gets Better” y “Speak”, de los que improvisó John Scofield en el estudio. Para captar el ejemplo, el tema más desordenado del disco es “Come Get It”, que se grabó en directo.

Por supuesto, la improvisación continúa siendo un pilar esencial de la música de Miles, como se aprecia en los temas, pero lo que más me interesa de este disco es la diferencia abismal que hay entre las baladas y los temas funk. La forma de componerlas y arreglarlas difiere sustancialmente. “It Gets Better” es un blues con todas sus letras, mientras que “Speak” es una tormenta de ideas mal resulta, un funk con llamativas sonoridades que recuerda a algunos temas de Prince de la época. Esta enorme brecha sonora entre los temas rápidos y los blues hace pensar en un Miles de dos caras, un ser dual que realmente no se atreve a elegir entre volver a la arritmia experimental de los 70 o acogerse a la recién abrazada religión de la asepsia constructiva del pop. Quizás por eso concede a cada faceta un 50% del disco.

De una forma más nítida que We Want Miles, el álbum Star People marca lo que será el estilo del último Miles, cabalgando entre las reminiscencias de sus anteriores experimentos electrónicos (de una manera más refinada y armónica) y el cada vez más patente poder de sus silencios (en consonancia con ese sonido aséptico y asequible que envidiaba del pop).

Como anécdota, cabría añadir que fue la primera vez que los dibujos de Miles (ese hobby que tanto le había ayudado en los malos momentos) se usaron para una portada y la última que Teo Macero fue el productor.

Aquí os dejo "Star People", perteneciente a esa mitad del disco donde Miles suena como en los viejos tiempos. Está grabado en París el 20 de septiembre de 1986 y el grupo es distinto al del álbum:


Este otro es el tema 3, "Speak", pertenece a la otra mitad del disco, la que avala no sé qué teoría pasada de Miles, seguramente sobre el caos:




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* La foto superior es Miles Davis en los 80. El autor es K. Abe.

** La portada de Star People, con el dibujo de Miles. 

*** La foto inferior corresponde a Miles en 1981, el fatídico año. Ignoro el autor.

AUTUMN LEAVES

Standards vol.1

Cada otoño la misma historia. Caen las hojas. Es otoño. Los recuerdos, como el verano, quedan atrás. Terrazas, cervezas, conciertos, amigos, estrellas. Todo queda atrás. Y así todos los veranos. Todos los recuerdos. Antes de volver a escuchar la canción del invierno, como dice la canción, vale la pena rebuscar en los bolsillos para devolver un poco de calor al alma, a ver qué encontramos:

 



"Autumn Leaves" ("Les feuilles mortes"). Joseph Kosma y Jacques Prévert escribieron esta canción en 1945. Johnny Mercer le puso letra en inglés. Nat King Cole le dio un toque jazzy. Cannonball Adderley lo convirtió en un estándar al incluir una versión instrumental en su álbum Somethin' Else (Blue Note, 1958), en la que participaron Miles Davis, Hank Jones, Sam Jones y Art Blakey. 

The falling leaves
Drift by my window
The falling leaves
Of red and gold

I see your lips
The summer kisses
The sunburned hands
I used to hold

Since you went away
The days grow long
And soon I'll hear
Old winter's song 

But I miss you most 
Of all my darling
When autumn leaves 
Start to fall 

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* La primera imagen es la del single editado por Blue Note. La segunda es la del álbum Somethin' Else.

BAUTIZAO CON MANZANILLA

PACO RIVAS, Bautizao con manzanilla (Youkali, 2010)

Para los profanos, diré que la manzanilla es un vino blanco con denominación de origen regulada que se hace en Andalucía. A los interesados les recomendaría ir a buscarla en Sanlúcar de Barrameda. El "bautizado" del título es Paco Rivas, guitarrista ecléctico, productor y profesor. Desde que apareciera en los 80 en Jazz entre amigos de TVE con su Paco Rivas Quartet, ha tocado todos los estilos y, como suele ocurrir con los músicos de calidad y (seguramente) sin padrino, ha trabajado a la sombra de muchos otros músicos (Tomatito, Jorge Pardo, Niño Josele) y ha participado en formaciones de soul y de funk (Acoustic Soul Trio, Insolito Club).

De todo esto resulta un músico que no encaja en ninguna etiqueta. En su anterior disco, Grooves (Youkali Music, 2005) experimentaba a partir del blues y del funk con sus propias melodías. En su disco más reciente, Bautizao con manzanilla (2010) se atreve a jazzear con lo más hondo del espíritu hispano, con la copla y con Manuel de Falla. Ahí es ná.

Lo hace en formato de trío, con Antonio Miguel al contrabajo, Noah Shaye a la batería y bajo la producción de Thomas Schindowski, reclamando algo que aún no existe en España: standards propios. Si los músicos de jazz norteamericanos son capaces de tomar melodías y canciones de películas, algo que han hecho desde los años 30, hizo Miles Davis con la canción de Cenicienta o hacen casi todos los músicos actuales con los temas de The Beatles, ¿por qué no iban a buscar sus propias oportunidades los músicos españoles? 

Es cierto que carecemos de musicales autóctonos (salvo las zarzuelas) y que no tenemos canciones capaces de sobrevivir al paso de las décadas y convertirse en standards. ¿O sí las tenemos? La copla, un género musical propio y por el cual parecen no pasar los años, podría considerarse el único género capaz de crear standards. Hay canciones de copla que se siguen cantando después de cincuenta años ("A tu vera", "Tengo miedo", "Ojos verdes"). Paco Rivas se atreve a improvisar con este material.

Y con dos pelotas. Se atreve además a coger por los cuernos incluso temas de música clásica (o culta o sinfónica o como quieran ustedes llamarla) sin pararse a pensar en qué dirán los académicos o los puristas e improvisa sobre estas bases, etiquetando temas folkloristas, de copla, cultos, como temas de jazz susceptibles de improvisación y de ser versionados. Para ello, ahonda en las composiciones de Falla, de Albéniz y de  Granados con ese espíritu del jazz que proclama que no todo está escrito, que una obra de arte funciona siempre hacia adelante, o hacia adentro, o hacia afuera; en movimiento, en resumidas cuentas, como una obra viva. Como Miles Davis, reinterpreta el "Concierto de Aranjuez", pero también "La canción del fuego fatuo" de Falla y "Asturias" de Albéniz.

Esta es, más o menos bien entendida, la nueva visión que la guitarra de Paco Rivas aporta a unos clásicos que llevan toda la vida ahí, como si hubieran estado esperando que alguien, por alguna puerta lateral, los introdujera en el mundo del jazz. El resultado es brillante, seductor y con la suficiente profundidad para soportar muchas escuchas sin desvelar nunca del todo su verdadero fondo.

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* Más música en www.pacorivas.com o en Myspace: www.myspace.com/pacorivas

O SISTER!

Vocales con Mayúsculas

Jazz vocal, jazz de los años 30, de los 40, swing..., estilos que nacieron antes que nuestros abuelos y que, sin embargo, siguen haciéndonos mover los pies como el primer día. Y, como solía decir Miles Davis, "si no te hace mover los pies, no es jazz". Comentábamos hace unas semanas al hablar del libro de Geoff Dyer que hay muchas puertas para llegar al jazz. Como no comulgamos con las modas ni con las listas de éxitos de las revistas de jazz, no creemos que ningún estilo esté desfasado. Y esto forma parte de lo mejor del jazz.

O Sister! lleva meses triunfando en las almas sensibles de los aficionados al swing con un disco titulado Crazy people, que no me canso de escuchar. En él despliegan todos sus conocimientos de la era dorada del jazz, los 30. No es mala puerta para entrar el mundo del jazz. En aquella época, el jazz era música de baile y estaba de moda, las big bands con crooner o con chica espléndida eran el planazo del fin de semana, y los grupos vocales femeninos (como las Boswell Sisters, primer y brillante inspiración de este grupo) brillaban por encima de todos los demás.

Paradójica y felizmente, O Sister! no es un grupo vocal femenino a pesar de su nombre. Marcos Padilla rompe el triángulo perfecto de la tradición introduciéndose entre las dos vocalistas femeninas, Paula Padilla y  Helena Amado, a quienes aporta un contrapunto jugoso y una experiencia que hace de sus equilibrismos vocales un goce redondo. Matías Comino en la guitarra y en los arreglos es el cuarto miembro (el menos visible) del grupo.

El disco se grabó en 2009 en los estudios Sputnik de Sevilla a la antigua usanza, con todos los músicos en el estudio tocando al mismo tiempo, lo que aporta frescura (y, si me permiten decirlo, riesgo) a una música que dejó de ser comercial hace setenta años. Contiene temas fabulosamente arreglados y de una perfección hipnotizante. ¿Cómo explicarlo? En Sevilla no se hace sólo flamenco ni flamenco-jazz... "Sentimental Gentleman from Georgia" o "Heebie Jeebies" bastarían para presentar el álbum, pero todos, los once temas, merecen ser bebidos nota a nota, arreglo por arreglo, por no derrochar ni un  do ni un la, ni un toque de la armónica, ni un silbido, ni ninguno de los artificios que hacen que esta grabación suene tan natural como si estuviera recién rescatada del túnel del tiempo.

El grupo O Sister! hace "sólo eso", swing vocal al más puro estilo de los años 30, con todas sus sonoridades dixie, sus aires de América profunda y sus acrobacias vocales. El humor no es problema, aunque haya quien sólo vea en sus ropas estilo años 30 una anécdota, porque las perlas, los vestidos charleston y el sombrero canotier son sólo una declaración de intenciones, un grito de guerra: ¡Hubo un tiempo en que el jazz era divertido!

¡A disfrutarlo!
Valga este vídeo como muestra, una versión seductora y deliciosa de "Minnie The Moucher" en vivo en la Sala Malandar de Sevilla:


* Foto de Manuel Ramos.
* * Podéis comprar su disco y encontrar mucha más información en su página web: http://osister.es/about/

MILES DAVIS: EL REGRESO

Entre el funk y la ruina

Cuando en mayo de 1980 grabó The man with the horn (Columbia, 1981) Miles llevaba cinco años sin coger la trompeta. Antes, habían aparecido Agartha y Pangaea, pero ambas eran “sólo” grabaciones capturadas durante el Festival de Osaka de 1975, el año en el que sufrió una neumonía, en el que le diagnosticaron que tenía que someterse a una operación de cadera, en el que murió su gran amigo Cannonball con 46 años... Vivía enclaustrado en casa, soportando una larga resaca de los años de locura en los que, como cuenta en su Autobiografía, “el sexo y las drogas habían ocupado el sitio que la música había tenido en mi vida, hasta que llegó un punto en que me dedicaba a esas dos cosas las veinticuatro horas del día”. Sus amigos temían lo peor. Columbia y United Artists se peleaban por contratarle. Miles estaba en números rojos. Pero seguía drogándose. Y no tocaba.

La actriz Cicely Tyson, que hizo de amante y madre, le salvó la vida, en palabras del propio Miles, y le ayudó a centrarse y a recuperar la salud y el interés por la música. No fue la única que lo ayudó. Los músicos se acercaban a su casa a visitarle y a animarle. Chaka Khan, que era vecina de Miles, lo obligó a lavarse. Pero fue el baterista Vince Wilburn, sobrino de Miles, lo sacó de aquel estado de depresión cercana al suicidio y consiguió que volviera a grabar. Su tío Miles le había regalado una batería cuando tenía siete años, y ahora tocaba en un grupo de Chicago una mezcla de jazz, soul y funky. Miles escuchó las maquetas del grupo y las pasó a Columbia. El resultado fue que los demás miembros del grupo se reunieron con Vince Wilburn y con Miles en Nueva York para grabar. Miles estaba dispuesto a regresar.

Tras un mes de ensayos, Miles quería grabar. Pidió a Dave Liebman que le encontrara un saxo y éste le recomendó a un ex-alumno suyo, Bill Evans. “¿Sabes? Si yo tocara el saxo, me gustaría hacerlo como tú”, le dijo Miles después de escucharlo, y Evans pasó a formar parte de la Historia de Miles.
En los años precedentes, eran muchos los músicos de jazz que habían muerto jóvenes, de modo que otro de los amigos de Miles, Gerry Mulligan, lo llamó para celebrar su regreso al mundo de los vivos. Había oído que volvía a grabar. Mulligan le dijo: “Espero que toques cosas bonitas para nosotros, los tíos que te queremos”, a lo que Miles contestó: “No, tío... Voy a montarme una banda de funky puro y duro para salir a ganar dinero”. El resultado fue un tema que brilla con luz propia, “The Man With The Horn”, que daría título al álbum de regreso del trompetista. Se cuenta que Miles aún no había vuelto a recuperar la técnica, y que hubo que añadir las pistas de su trompeta más tarde, pero esto bien podría formar parte de la leyenda. Habían pasado muchos años desde que los fans escucharon por última vez a Miles tocar en su verdadero estilo.


En una sesión posterior, Miles sustituiría al grupo de su sobrino por músicos como Marcus Miller al bajo, Sammy Figueroa a la percusión Mike Stern a la guitarra, Al Foster a la batería, pero no conseguiría completarlo hasta mucho después, en una sesión de grabación, en mayo de 1981, en la que Vince Wilburn y su grupo volvieron a reunirse con Miles en Nueva York para grabar el tema “Shout”, con un sonido descaradamente disco.

El resultado fue un álbum que mezcla temas de jazz-rock y soul-funky con la huella indeleble de los espesos experimentos en los que Miles se había metido él solito en la década anterior. Sin embargo, fue un éxito en las emisoras de radio, especialmente gracias al tema que da título al disco.

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* La historia continúa aquí: https://jazzeseruido.blogspot.com/2010/10/miles-davis-el-regreso-segunda-parte.html

* Fotografía de Rico D'Rozario (www.ricodrozario.com): Al Foster, Miles Davis y Mike Stern en 1982.