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George Clooney, que tuvo la suerte de triunfar tarde como actor, hace aquí las veces de director con un guión propio (junto a Grant Heslov), continuando en la ardua tarea de demostrar que sabe hacer algo más que poner cara de guapo en las comedias (estuvo impresionante en Syriana) y adorna su trabajo con una impagable banda sonora a cargo de Dianne Reeves, quince temazos, quince standards que la tres veces ganadora del Grammy borda con un combo fantástico: Matt Catibung al saxo alto y tenor, Peter Martin al piano, Jeff Hamilton a la batería, Robert Hurst y Christoph Luty al bajo y contando además en los créditos con dos músicos como Alan Estes y el incombustible Alex Acuña tocando la percusión en sendos temas.
Hablemos del disco, que no de la película porque derivaría este comentario hacia otros cauces (políticos) de una era (la de MacCarthy) que aunque pasada es más actual que nunca.
El disco, pues, comienza con un increíble Straighten up and fly right que yo daría cualquier cosa sólo por escucharlo en un club pequeño, lleno de humo, a medianoche. Aún estoy bajo el hechizo de haber visto en una misma semana Alrededor de la medianoche y El perseguidor, dos películas de ambiente de club, y, si cerramos los ojos y dejamos correr el disco hasta el segundo tema, I've got my eyes on you, podríamos imaginar que estamos en ese pequeño club de jazz e incluso jurar que el club se ha quedado vacío, que quedan cuatro parroquianos desperdigados por las mesas, viejos apurando sus whiskies, suspirando por una cantante que no cobra lo que canta, una Dianne Reeves terrenal que deja caer las notas con una cadencia celestial, parroquianos que encienden sus últimos cigarrillos baratos y exprimen las cajetillas con rabia, cerrando los ojos para soportar el dolor de un recuerdo, quizás el de una decisión mal tomada en un momento inoportuno (Gotta be this or that) o la renuncia a un imposible (How high the moon), murmurando una seña al camarero, adormilado, por una copa más, la penúltima, que llegará como una esperanza inútil (There'll be another spring), lenta, pesada, lánguida, para encontrarlos mudos, con los pensamientos en silencio. Entonces sonará un maravilloso instrumental y, sin darse cuenta, más de uno tarareará entre dientes una letra bailada con alguien lejano entre los brazos, en otro momento de su vida,
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Y así hasta que el disco deje de sonar y la realidad nos recuerde que es sólo un pedazo de plástico por el que hemos pagado quince euros, parte de una película que iba de otra cosa, música para acompañar una historia que no es la nuestra.
Nada más que eso.