ACORDES Y DESACUERDOS (XXI)
Acordes en la ficción literaria. En ocasiones el jazz aparece en la ficción (sea cine, literatura o teatro) y, a veces, con la única intención de crear un escenario con la ayuda de una banda sonora que ya existe en nuestra mente. No negaré que me gusta el recurso. En ocasiones, es sólo un combo sonando al fondo de la escena mientras los protagonistas complican su vida con diálogos rebuscados; otras veces, es un filósofo intentando la difícil tarea de explicar el jazz; otras... Simplemente, se agradece que la música que eleva la escena al nivel de Cine sea el jazz y no los repetitivos recursos de Hans Zimmer. Que ustedes lo discutan.
I.
Encontramos este texto en el relato "El mejor perfume de una mujer" de Alicia Giménez Bartlett:
Un tipo a su lado decía en ese momento: "La vida es como el jazz". Comprendió que la noche está llena de filósofos. [...] ¿Se había impresionado la chica con la frase? [...] La vida es como el jazz, decía, mira, oye, como el jazz. Pero no pasó de ahí. Llevaba un kilo de razón aquel tipo tan ocurrente de la pelirroja. Como el jazz: brillante a ráfagas, ritmada o dispersa según la ocasión, reiterativa, discordante, monótona pero renovada, música desdramatizada, con momentos culminantes, solos nítidos, mucho ruido de fondo, improvisaciones, baladas tristes y saxos dolientes, pianísimos mágicos y finales brutales, inesperados.
II.
Michael Ondaatje reconstruye la turbulenta (y poco datada biográficamente) vida de Buddy Bolden en Coming Through Slaughter (El blues de Buddy Bolden en España) y lo hace en breves capítulos que son como instantáneas desordenadas, narrando con tanta poesía que juega con el lector a Verdad o Mentira. ¿Ficción? Quizás lo más conmovedor de Buddy Bolden sea esa ausencia de datos constatados sobre su vida, eso de que todo en él es leyenda.
El hombre A disparó sobre el hombre B, y el pianista, Ferdinand le Menthe, se apartó justo a tiempo y se esfumó antes de que se oyera el primer grito. Al advertir lo ocurrido, Bolden se puso a tocar algo más rápido para distraer al público, y casi lo había conseguido cuando llegó la policía. El rag del tigre. (pág. 52)
III.
En la novela corta Fútbol... Jazz-Band publicada por López de Haro en 1924, el autor contrapone el jazz a las costumbres españolas como un elemento extraño y desestabilizador que se ha puesto de moda. La escena catalizadora transcurre durante una cena en una grill-room (sic) en Sevilla cuando los protagonistas salen a bailar. Se puede leer cómo se entendía el jazz en España en los años 20 desde ciertos sectores de la sociedad biempensante:
Los jazz-band metían ruido, un ruido cafre, caníbal, ritmado brutalmente. Había entre ellos uno sentado ante un bombo en el que se insertaban unas tabletas, unos platillos, unos hierros, unas cajas, un klaxon, un pandero de húngaros, unos cascabeles, una cuerna de caza, unos calderos de cobre, unos cencerros... El tío aquel, mediante palillos, mazos y pedales, hacía sonar su terogénea batería furiosamente. Otro, con una flauta de pistón, modulaba una cosa entre silbido y aullido; y por si era poco, el individuo del violín andaba entre la gente lanzando graznidos y haciendo piruetas mientras manejaba el arco como un serrucho.
IV.
El gran Nat Hentoff no es sólo uno de los más reputados críticos de jazz. Fuera del jazz, es un periodista de fuertes convicciones y un activista por los derechos civiles. Entre medias, también es un autor de novela negra. En su libro Blues para Charlie Darwin (1982) describe así el ambiente en un club de jazz:
Green había esperado encontrar el habitual swing suave del piano y el contrabajo acompañando a la cantante delgada de ojos abstraídos y voz ronca cuya entonación, íntima, a Green siempre se la ponía dura, a pesar de saber lo que era la chica; o tal vez, ¿por qué no?, precisamente por saber lo que era. Sin embargo, esa noche Green oyó, a media manzana de distancia del local de Connie, los acentos duros, ásperos y clamorosos de un saxo tenor. Éste lanzaba arpegios ascendentes y descendentes no del todo en armonía con los acordes del acompañamiento, y para cuando Green estuvo ya junto a la puerta, el saxo comenzó a destrozar la melodía de tal modo que el detectiva ya no supo qué melodía estaba interpretando.
V.
Sigamos con la misma novela y con un desacuerdo. Hace unos días hablábamos de la ventaja de la ficción como método para contar la realidad. No sabemos si Hentoff usa aquí los personajes para expresar sus propias opiniones o es, simple y llanamente, ficción. Juzguen ustedes:
-Sam -preguntó Green-. ¿Tommy Flannagan sigue tocando en Bradley's?-Sólo dos noches más -dijo McKibbon encendiendo su pipa-. Y tienen un bajo fenomenal, se llama George Mraz, es checo, ¿te imaginas?-Al que echo de menos es a Scott LaFaro. ¿Le habías oído tocar?-Tenía una buena técnica, pero le faltaba alma -dijo McKibbon rascándose la nariz-. En cambio, ese Mraz tiene las dos cosas.