Cada 13 de mayo desde 1988 Chet Baker muere en el vinilo. No recuerdo lo que estaba haciendo yo aquel día cuando la televisión dio la noticia pero sí recuerdo que el vinilo era The Best of Chet Baker Sings. Chet murió como mueren las estrellas, de repente, sin aviso y con el glamour del misterio, cayendo desde una ventana que (dicen) estaba cerrada por dentro cuando llegó la policía. No creo que a Chet le importara acabar al fin con todo aquello. Murió como una estrella porque había vivido como una estrella, elevándose desde la mediocridad de su Oklahoma natal hasta el trono del jazz. Pasó de vivir en una granja a instalarse cómodamente en el imaginario popular, donde las estrellas son siempre creativas y eternas, tocadas por el genio y bellas, ya sea con dientes o sin ellos, a la trompeta o al fiscorno, sobrias o entumecidas por las drogas. Por eso, y no por otra cosa, sigue habitando aquí, junto a nosotros, cada vez que gira el vinilo.
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