Cassavettes entre las sombras
No es de extrañar que el cine, que se desarrolló de manera paralela al jazz, tomase de este último, en algún momento, esa capacidad para la libertad de expresión que es la improvisación. Al igual que Cortázar en la literatura, algunos cineastas probaron a reflejar en la pantalla el concepto de improvisación como arma con diferentes resultados. El primero que dio el paso de manera notable fue Cassavettes. Como profesor de actores en el Bariety Arts Studio, Cassavettes creía tener las armas para mover los hilos de una película y su primera incursión como director (Shadows, 1959), rodada en 16mm, se basó precisamente en la improvisación. Fue un ataque frontal al mundo cerrado de Hollywood: la vida, como todos sabemos, no sigue nunca fielmente un guión. Buscando este realismo, Cassavettes usó dos elementos catalizadores, que fueron la improvisación actoral y el free jazz, elemento que le sirvió para corroborar rítmicamente el sentido casual de las vidas de los personajes.
El jazz sigue este patrón a menudo, marcando unas líneas (melódicas o armónicas) principales y dando libertad a los intérpretes (en este caso actores). La música es precisamente el principal reclamo que ha atraído siempre a los aficionados del jazz a Shadows: la participación de Charles Mingus, quien, al igual que Miles Davis en Ascensor para el cadalso (Louis Malle, 1958), improvisó la banda sonora de la película de Cassavettes al bajo, construyendo una interpretación electrizante, aunque sin llegar a sus mejores explosiones en directo (porque, en el fondo, se trata de música en directo) ni alcanzar ese status superior de rabia convertida en expresión musical que define buena parte de las composiciones (comprometidas o no) de Mingus. Sus temas para esta película reflejan muy bien, en todo caso, las vidas desorientadas de los personajes, sus titubeos y sus dudas, algo en lo que, indefectiblemente, influye la improvisación que estaban obligados a llevar a cabo los actores. Pero no toda la banda sonora pertenece a Mingus. Habitualmente se obvia la presencia del saxofonista Shafi Hadi, quien, al igual que Mngus, ilustró con sus improvisaciones las dudas vitales de los protagonistas.
Cassavetes repitió experimento en su segunda película como director, Too Late Blues (1961), protagonizada por Bobby Darin y una turbadora Stella Stevens. Al igual que la primera, esta cinta está poblada de personajes desorientados que buscan su lugar en el mundo, en esta ocasión son músicos de jazz, razón por la cual no se desenvuelven mal improvisando... Pero Too Late Blues está llena de paradojas. La pareja protagonista es lo más flojo, interpretativamente hablando, de la película. La chica (Stella Stevens) está tan ensimismada en sus complejos que la interiorización de sus problemas apenas se refleja en la pantalla. El protagonista es nada menos que Bobby Darin, un cantante ya de por sí poco dado al drama, que pasa por el metraje con unas pocas frases buenas y tratando de fingir (sin éxito) desencanto con su cara de ángel.
En Too Late Blues la improvisación en los diálogos es menos palpable (quizás porque los personajes están menos "perdidos" que en Shadows) y el jazz constituye otra de las paradojas de la cinta. Aquí no hay free sino un hardbop suave, a veces mainstream o con aires de blues que apenas sobrepasa la frontera de la comercialidad más acorde con la época. La música es de David Raskin y los músicos que se escuchan (que no son los que se ven) son: Milt Bernhart (trombón), Benny Carter (saxo), Shelly Manne (batería), Red Mitchell (bajo), Uan Rasey (trompeta), Tommy Tedesco (guitarra) y Jimmy Rowles doblando al piano a Bobby Darin, todos músicos blancos y (otro detalle) aparecen en la primera escena tocando en un colegio (u orfanato) para negros (!) porque, liderados por el protagonista, Ghost (Bobby Darin), huyen del éxito y sólo les interesa la música. Tocan de manera benéfica, e incluso en los parques, sin público, como una alegoría de lo que constituye tratar de ser músico sin rendirse a las exigencias de la mercadotecnia.
En Too Late Blues la improvisación en los diálogos es menos palpable (quizás porque los personajes están menos "perdidos" que en Shadows) y el jazz constituye otra de las paradojas de la cinta. Aquí no hay free sino un hardbop suave, a veces mainstream o con aires de blues que apenas sobrepasa la frontera de la comercialidad más acorde con la época. La música es de David Raskin y los músicos que se escuchan (que no son los que se ven) son: Milt Bernhart (trombón), Benny Carter (saxo), Shelly Manne (batería), Red Mitchell (bajo), Uan Rasey (trompeta), Tommy Tedesco (guitarra) y Jimmy Rowles doblando al piano a Bobby Darin, todos músicos blancos y (otro detalle) aparecen en la primera escena tocando en un colegio (u orfanato) para negros (!) porque, liderados por el protagonista, Ghost (Bobby Darin), huyen del éxito y sólo les interesa la música. Tocan de manera benéfica, e incluso en los parques, sin público, como una alegoría de lo que constituye tratar de ser músico sin rendirse a las exigencias de la mercadotecnia.
-No hacemos más que festivales, en San Diego, en San Francisco....tocamos jazz para sordomudos, para ancianitos, para los ciegos... ¿Cuándo triunfaremos? Es lo único que quiero.
-Nunca, Charlie. Si te refieres a ser famoso.
Sólo el personaje del agente, que encarna aquí al lado oscuro de la historia, tiene cierto peso y, nos atreveríamos a decir, es el que menos improvisa de todos. Too Late Blues no es Shadows y el tema es menos profundo que los prejuicios raciales de su primera película, pero sirvió para confirmar que la improvisación podía ser algo más que un experimento, una forma diferente de hacer cine. Luego lo intentó con Faces (1968) pero... no somos tan adictos al free y vamos a dejarlo aquí.