Fusiones en la frontera de la electrónica
Nunca he estado muy del lado de las fusiones, aunque admito que está en la esencia misma del jazz la interculturalidad, el mestizaje de los sonidos y la experimentación. El grupo gallego 3 Azoteas propone en su primer disco titulado A priori (Audia, 2011) un sonido eléctrico, sincopado, lírico pero con algunos toques de blues, elaborado con instrumentos electricos (sintetizador y bajo eléctrico) alternados con sus hermanos acústicos (piano y contrabajo) y batería.
Sus respectivos responsables (Iago Mouriño, Pablo Pérez Sanmamed y Miguel Queixas) despliegan un repertorio de temas propios (y una versión de un preludio de Chopin) compuestos sobre la base del jazz pero con la mira puesta en otros ámbitos, desde la música clásica (en los temas más introspectivos) hasta el rock progresivo ("Estaba melhor no libro", "Turismo no planeta dos simios").
La versión del "Preludio en mi menor" de Chopin es una deliciosa paranoia que salta del lenguaje maquinal del sintetizador al lirismo propio del Romanticismo, para arrancarse por momentos con notas de blues que lo enriquecen enormemente. Por suerte, el swing está presente en la base de la mayoría de los temas (genial e intenso el tema final "A fermosura intrínseca dos ornitorrincos fosforescentes") y salva del aburrimiento a algún que otro corte.
El resultado en la mayoría de los temas es una música introspectiva y lírica, a menudo más cerca de Keith Jarret que de Joe Zawinul, no tan electrónico como hacía sospechar el arranque del disco, y demostrando que se puede tocar el teclado electrónico con sensibilidad, como el Bill Evans de los 70, cuando grabó con el Fender Rhodes sin perder su estilo. El mejor ejemplo es "Iria". A pesar de todo, cada vez que oigo este tipo de experimentos realizados desde el punto de vista del jazz no puedo evitar recordar la anécdota que ya contamos sobre la primera vez que Herbie Hancock tocó un piano eléctrico.