El 26 de enero de 1929, Ramón Gómez de la Serna, siempre pendiente de las vanguardias y entusiasta introductor en España de todo lo nuevo que llegara de fuera, presentó en el Cine-Club Español de Madrid el estreno de El cantor de jazz (Alan Crosland, 1927). Lo hizo con la cara embadurnada de negro y la teatralidad propia de una de sus greguerías. Fue un acontecimiento, si bien la tecnología nunca ha estado acorde con lo español y un problema técnico obligó a "oír" la película acompañada de discos de jazz y klezmer. Meses después, Juan Piqueras narraba, escandalizado, en la revista Popular Film (nº 168 de 17 de octubre de 1929), la defensa que Gómez de la Serna había hecho del cine sonoro como arte en la tertulia del Café Pombo.
Ochenta años después, algunos de nosotros seguimos sintiendo que comprar discos de jazz es como importar extrañas vanguardias anglófilas, como traer artes insólitas a un país inmóvil de triunfitos y folklorismos mal entendidos. ¿Somos aventureros intrépidos, snobs incansables o afortunados visionarios?
Ochenta años después, algunos de nosotros seguimos sintiendo que comprar discos de jazz es como importar extrañas vanguardias anglófilas, como traer artes insólitas a un país inmóvil de triunfitos y folklorismos mal entendidos. ¿Somos aventureros intrépidos, snobs incansables o afortunados visionarios?
Intertítulo original de The jazz singer.
Dice "La tradición está bien, pero ¡este es otro día! ¡Viviré mi vida como me plazca!"
Dice "La tradición está bien, pero ¡este es otro día! ¡Viviré mi vida como me plazca!"
Las greguerías de Gómez de la Serna son pequeñas metáforas cargadas de humor y trucos del lenguaje, sonoridades reconstruidas, improvisaciones imposibles y significados múltiples, ¿no es esto algo parecido al jazz? En su texto titulado Jazzbandismo ofrece una extensa "explicación" llena de humor e imaginación sobre la forma en que él entendía el jazz. El texto no es más que una enorme greguería...
Dice, por ejemplo, que «En el jazz-band está la chacota de la vida moderna, su absurdidad, su incoherencia, su deseo de jolgorio continuo, y en él se mezclan todas las fugas de los amores tristes, y de las patosidades desesperadas y el desteñido de las bocas, siempre como heridas sin restañar, mezclados a otros mil ingredientes, como tecleos de máquinas de escribir lejanas, reclamos de pato y perdiz y estallidos de pulgas de elefante.»
[...]
«Sólo una introducción del jazz puede abrir ciertas almas y que vayan a buscar ciertos libros y comprendan ciertas ideas. El jazz es lo único que puede variar de sitio los prejuicios depositados en un calete.»
Y en cierto párrafo admite: «A veces me siento yo mismo músico de jazz-band y estoy dispuesto a escribir una música de carcajadas sobre los papeles pautados de los compositores, uyuyuyais jay-jay, ondulantes que se mezclan al sonar de los matasuegras musicales, que se estiran y se encogen en su propia tubería, y al inacabable piporro del saxofón, que hace sonar su cachimba sultánica, lanzando grandes bocanadas de humo sonoro.
[...]
«Sólo el jazz exprime la vida hasta la última esencia.»
Pueden leer el texto completo (con una introducción) en este enlace.
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* La foto de la cabecera es la original: Ramón Gómez de la Serna con la cara pintada de negro. Desconozco el autor.
** El resto de las ilustraciones son de la película El cantor de jazz, salvo la última, que es del fotógrafo Juan Carlos Hernández. El músico que sopla "el inacabable pitorro del saxofón" es Chris Potter.