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Gran formato, espectaculares y heterodoxos dibujos que van desde el más simple bosquejo a lápiz hasta el colorismo más efectista, referencias y más referencias a músicos y standards, un guión amargo y lleno de cicatrices, las palabras justas, el mensaje exacto y varias historias entrelazadas dan vida a Hate jazz...
La de Clarence T comienza cuando, empujado por el mono, irrumpe en el club Dolphins para pedir los atrasos necesarios para chutarse y termina de forma fatal. En el Dolphins toca un cuarteto formado por Nat y Emmet Gayle, dos hermanos enamorados de la misma mujer; por Cecil, un pianista ambicioso pero mediocre, que quiere triunfar plagiando descaradamente solos de McCoy Tyner, Hank Jones... y, por último, está Chester, al saxo, un músico privilegiado que tiene el don de evadirse mientras toca. Su historia es la más compleja y la más dramática. Chester libera su asco existencial oyendo a Sonny Rollins en el taxi que conduce y tocando por las noches en el Dolphins. Una serie de casualidades y unos pijos snobs enredan una trama (que podría haber escrito Paul Auster) cuando le pagan para que toque jazz mientras tienen una sesión de sexo y drogas. Chester acepta, pero se evade, desvaneciéndose en su propia música, cada vez más abstracta y pura, construyendo maravillas a partir de It’s easy to remember, Too young to go steady, All or nothing at all... y de los compases de su propio odio. Dos asesinatos ponen punto y final a este clímax.
Porque todas las historias de este volumen tienen un final trágico, como la ciudad, esa Nueva York que acabará abatida por el terrorismo islámico, y demuestran, como lo hacen los personajes con su música, que hay mucha buena música nacida del peor odio.
Hate jazz es la segunda colaboración, tras Hard story, de Jorge González
Hate jazz es un descubrimiento que encontré hace tiempo en Lenoir.es (sí, esa tienda que sólo tiene libros sobre música) y que me resistía a comprar porque hace tiempo que sólo encuentro cómics estereotipados y superficiales. Esta historia, sin embargo, confieso que me sigue rondando la cabeza pidiéndome una relectura que, de momento, guardo para otro momento más sosegado, quizás una tarde de lluvia, en ese momento en que comienza a hacerse de noche y apetece algo amargo para beber. Pero, para eso, habrá que esperar al otoño.
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Las imágenes son del cómic. Hay más imágenes y algunos bocetos en b/n y color en la página de Jorge González: www.jorge-g.com