El invierno en Lisboa (José A. Zorrilla, 1990)
Hacía tiempo que no encontraba una película de jazz (sobre el jazz, alrededor del jazz, lo que prefiráis) y he encontrado en DVD una película que creía descatalogada: El invierno en Lisboa (1990) de José A. Zorrilla, con Dizzy Gillespie como estrella invitada, una recreación cinematográfica de un libro peculiar de Muñoz Molina. Anoche, mientras volvía a disfrutar con las imágenes (la edición es bastante mala, sin restaurar, con todos los ruidos y defectos de una copia ya gastada de celuloide, en estéreo 2.0), me convencí de que tenía que compartirla con ustedes.
La cinta empieza con la pantalla en negro. Y el jazz. Un comienzo clásico: los charles dan la entrada al contrabajo (y a los títulos de crédito), desafiante, quedo, y luego debería irrumpir la trompeta, pero entra con suavidad, muy cool y, por encima, el piano, como anunciándonos que el pianista es el prota de la cinta. Casi todos los temas de la película son baladas, y esto marca el ritmo de la acción durante las casi dos horas que dura.
La primera imagen de Dizzy en la pantalla es de espaldas, afinando su trompeta con un tirabuzón. Presenta a su cuarteto, pero antes de poner la sordina a su trompeta, tiene un altercado con unos espectadores al confundir una cámara fotográfica con una grabadora: el músico se disculpa. Jamás ha permitido que graben su música: "Mi música está aquí hoy y se irá mañana conmigo." Al fin y al cabo, la música es así. Existe mientras suena, y el jazz, ¿no es esencia música en vivo? Hay un paralelismo hipnotizante entre la historia del músico (Swann) que sólo quiere tocar en vivo y de una mujer (Lucrecia) que vive el amor al día, sin pensar en el futuro; dos formas distintas de disfrutar el presente. "Mi música está aquí hoy y se irá mañana conmigo." Y, en medio, el personaje a contracorriente, el reaccionario (o el soñador): Jim, el pianista que graba a escondidas los bolos de Swann y que ama con vehemencia.
La historia de El invierno en Lisboa es la de un músico célebre que jamás ha dejado que le graben, pero éste es sólo el telón de fondo. En primer plano, el pianista sin nombre que lo acompaña (Christian Vadim como Jim) que se enamora de Lucrecia (Helene de Saint-Pere), la mujer de un mafioso que está metido en asuntos de contrabando de obras de arte (hay un Cezanne de por medio) y de tráfico de armas (encaminadas a dar un golpe de estado en Portugal, asunto que queda un tanto de lado en la película, limitándose a un par de breves escenas que quedan en el aire, como carentes de sentido).
En el fondo, es una película de cine negro y una historia de amor imposible, y a ambos temas les viene de maravilla el jazz como banda sonora. Las baladas de Dizzy Gillespie, que interpreta al músico caduco y compone a la vez la banda sonora, llenan todas las lagunas de esta película, dándole sentido y haciendo de ella una joya digna de recuperación, a pesar de que se nota que su director, José A. Zorrilla, sólo había dirigido dos películas antes que ésta, pero no es en el discurso narrativo en lo que estamos interesados, sino en el jazz. Rodada en San Sebastián (¿qué mejor referencia?) y, por supuesto, en Lisboa, la película es jazz y sólo jazz. Ese es el espíritu que se adivina en el libro de Muñoz Molina, un libro que casi se puede escuchar y que, en esencia, está en la película. El pub Kabutzia (que aquí se llama Lady Bird) sirvió de escenario al encuentro de Lucrecia y Jim. Cuando éste se queda solo en el club después de cerrar, gira el piano para mirar el mar de noche e improvisa una balada ("Lucretias’s theme") pensando en ella sin saber que va a volver.
Dizzy aparece como compositor de todos los temas, con arreglos y dirección musical de Slide Hampton, y música adicional de Danilo Pérez. Una sola canción aparece en la película, cantada por Leola Jiles: "Magic summer", compuesta por Charles Fishman y la propia Leola Jiles. El personal de la grabación es bastante más amplio que el combo que aparece en el club de la cinta, la mayoría de ellos colaboradores habituales de Dizzy en aquella época. La banda sonora muestra a un Gillespie espléndido en la cima de su carrera (moriría tres años después). Yo tuve la increíble oportunidad de verlo en directo en el efímero Festival de Jazz de Huelva a finales de 1989, pocos meses antes del rodaje de esta película. Venía acompañado de su multitudinaria Dizzy Gillespie’s International All Stars Band, en la que aparecían promesas como Paquito D’ Rivera.
El personal que consta en los créditos de la película es el siguiente:
Dizzy Gillespie, trompeta
George Mraz, bajo
Grady Tate, percusión
Mario Rivera, flauta, saxo soprano
Sandra Billingslea, violin
Akua Dixon, cello
Wint Garvey, violin
Richard Spencer, viola
Bob Carlisle, trompa
Jerry Peel, trompa
Bobby Routch, trompa
Tony Kadleck, trompeta
Hacía tiempo que no encontraba una película de jazz (sobre el jazz, alrededor del jazz, lo que prefiráis) y he encontrado en DVD una película que creía descatalogada: El invierno en Lisboa (1990) de José A. Zorrilla, con Dizzy Gillespie como estrella invitada, una recreación cinematográfica de un libro peculiar de Muñoz Molina. Anoche, mientras volvía a disfrutar con las imágenes (la edición es bastante mala, sin restaurar, con todos los ruidos y defectos de una copia ya gastada de celuloide, en estéreo 2.0), me convencí de que tenía que compartirla con ustedes.
La cinta empieza con la pantalla en negro. Y el jazz. Un comienzo clásico: los charles dan la entrada al contrabajo (y a los títulos de crédito), desafiante, quedo, y luego debería irrumpir la trompeta, pero entra con suavidad, muy cool y, por encima, el piano, como anunciándonos que el pianista es el prota de la cinta. Casi todos los temas de la película son baladas, y esto marca el ritmo de la acción durante las casi dos horas que dura.
La primera imagen de Dizzy en la pantalla es de espaldas, afinando su trompeta con un tirabuzón. Presenta a su cuarteto, pero antes de poner la sordina a su trompeta, tiene un altercado con unos espectadores al confundir una cámara fotográfica con una grabadora: el músico se disculpa. Jamás ha permitido que graben su música: "Mi música está aquí hoy y se irá mañana conmigo." Al fin y al cabo, la música es así. Existe mientras suena, y el jazz, ¿no es esencia música en vivo? Hay un paralelismo hipnotizante entre la historia del músico (Swann) que sólo quiere tocar en vivo y de una mujer (Lucrecia) que vive el amor al día, sin pensar en el futuro; dos formas distintas de disfrutar el presente. "Mi música está aquí hoy y se irá mañana conmigo." Y, en medio, el personaje a contracorriente, el reaccionario (o el soñador): Jim, el pianista que graba a escondidas los bolos de Swann y que ama con vehemencia.
La historia de El invierno en Lisboa es la de un músico célebre que jamás ha dejado que le graben, pero éste es sólo el telón de fondo. En primer plano, el pianista sin nombre que lo acompaña (Christian Vadim como Jim) que se enamora de Lucrecia (Helene de Saint-Pere), la mujer de un mafioso que está metido en asuntos de contrabando de obras de arte (hay un Cezanne de por medio) y de tráfico de armas (encaminadas a dar un golpe de estado en Portugal, asunto que queda un tanto de lado en la película, limitándose a un par de breves escenas que quedan en el aire, como carentes de sentido).
En el fondo, es una película de cine negro y una historia de amor imposible, y a ambos temas les viene de maravilla el jazz como banda sonora. Las baladas de Dizzy Gillespie, que interpreta al músico caduco y compone a la vez la banda sonora, llenan todas las lagunas de esta película, dándole sentido y haciendo de ella una joya digna de recuperación, a pesar de que se nota que su director, José A. Zorrilla, sólo había dirigido dos películas antes que ésta, pero no es en el discurso narrativo en lo que estamos interesados, sino en el jazz. Rodada en San Sebastián (¿qué mejor referencia?) y, por supuesto, en Lisboa, la película es jazz y sólo jazz. Ese es el espíritu que se adivina en el libro de Muñoz Molina, un libro que casi se puede escuchar y que, en esencia, está en la película. El pub Kabutzia (que aquí se llama Lady Bird) sirvió de escenario al encuentro de Lucrecia y Jim. Cuando éste se queda solo en el club después de cerrar, gira el piano para mirar el mar de noche e improvisa una balada ("Lucretias’s theme") pensando en ella sin saber que va a volver.
Dizzy aparece como compositor de todos los temas, con arreglos y dirección musical de Slide Hampton, y música adicional de Danilo Pérez. Una sola canción aparece en la película, cantada por Leola Jiles: "Magic summer", compuesta por Charles Fishman y la propia Leola Jiles. El personal de la grabación es bastante más amplio que el combo que aparece en el club de la cinta, la mayoría de ellos colaboradores habituales de Dizzy en aquella época. La banda sonora muestra a un Gillespie espléndido en la cima de su carrera (moriría tres años después). Yo tuve la increíble oportunidad de verlo en directo en el efímero Festival de Jazz de Huelva a finales de 1989, pocos meses antes del rodaje de esta película. Venía acompañado de su multitudinaria Dizzy Gillespie’s International All Stars Band, en la que aparecían promesas como Paquito D’ Rivera.
El personal que consta en los créditos de la película es el siguiente:
Dizzy Gillespie, trompeta
George Mraz, bajo
Grady Tate, percusión
Mario Rivera, flauta, saxo soprano
Sandra Billingslea, violin
Akua Dixon, cello
Wint Garvey, violin
Richard Spencer, viola
Bob Carlisle, trompa
Jerry Peel, trompa
Bobby Routch, trompa
Tony Kadleck, trompeta