He leído en algún sitio que se vuelve a reeditar el documental de Bert Stern Jazz On A Summer’s Day, un documento gráfico y sonoro irrepetible, una oportunidad de retroceder en el tiempo para ver sobre un mismo escenario a un lote de músicos casi imposibles de reunir (Sonny Stitt, Thelonius Monk, Max Roach...) o ver y oír a vocalistas como Anita O’Day haciendo su inconfundible e inimitable scat. Son ochenta y tantos minutos de música en ese momento a finales de los '50 en que el jazz buscaba nuevos caminos mientras que sobrevivían músicos en la línea más clásica. Aún no había llegado el jazz modal ni estallado el free, y América miraba a la música negra mientras algunos sectores intentaban perpetuar la inocencia racial y cultural de esta década. Para no saltarme ninguno, he aquí una lista de los músicos que aparecen:
- Jimmy Giuffre con Bob Brookmeyer y Jim Hall
- Thelonious Monk con Henry Grimes y Roy Haynes
- Sonny Stitt y Sal Salvador (en la foto)
- Anita O'Day
- George Shearing
- Dinah Washington
- Gerry Mulligan Quartet con Art Farmer
- Big Maybelle
- Chuck Berry
- Chico Hamilton Quintet
- Louis Armstrong and his All-Stars
- Louis Armstrong con Jack Teagarden
- Mahalia Jackson
En esta época del año en que los festivales proliferan por toda la península como si no hubiera otra para escuchar jazz (no la hay, claro, si lo que se pretende es sacar el jazz a la calle), esta imagen retrospectiva de lo que en 1958 era un festival veraniego de jazz, con sus aficionados y sus neófitos, sus estrellas y sus profanos, es tan refrescante como un poco de brisa marina en un día de calor.
Cierto que en el Newport de Jazz On A Summer’s Day aquel 4 de julio de 1958 xno parecía hacer mucho calor (el público lleva chaquetas, no todas de verano) o no debía hacer calor (en el pase de día, las sillas del público están colocadas al sol). Esto me remite al aspecto que más me fascina de este documental/musical: el público. Los espectadores del festival (jóvenes blancos bien vestidos, intelectuales con gafas, elegantes negros, parejas mayores, domingueros con ropa de playa) son los extras más perfectos que he visto jamás en la pantalla. No sólo se mueven o actúan como si lo que hacen estuviera en un guión sino que son los personajes más originales e inesperados que te puedes encontrar. Cada vez que la cámara encuadra a algún sector del público o a algún espectador en concreto constituye una sorpresa. Tipos y arquetipos del final de aquellos inocentes ’50, que la cámara de Bert Stern captura con afán de un biólogo dado a las rarezas de la Madre Natura.
Creo que la versión que se reedita ahora en DVD contiene además un CD con la banda sonora y un documental sobre el documental en sí. Igual lo pillo si la desaceleración económica lo permite. El sueldo de bloguero no da para tanto.
Por increíble que parezca, el documental está completo en este enlace de Youtube. Lo cuelgo aquí antes de que desparezca. Que el verano sea largo, si lo podéis llenar de jazz.