(No muy) Breve reseña de la presentación del segundo disco de O Sister!
Las nueve de la noche es media tarde en Sevilla. Por indicación de mi amigo Manolo Sosa, hemos dejado el coche en el reciclado recinto de la Expo'92, algo de lo que luego nos arrepentiremos. Es sólo una caminata. Recogemos las entradas en el cajero automático y comprobamos con sorpresa un cartel a mano que dice: "Localidades agotadas". No es la primera vez que O Sister actúa en Sevilla y un lleno es una buena señal. Lo único malo es el teatro, un espacio remodelado que viene a sumarse a los nunca suficientes que hay en la ciudad para las artes escénicas, pero que funcional y estéticamente deja mucho que desear. Al menos no es teatro y no habrá que preocuparse por la acústica...
Sobre el escenario, encontramos una curiosa reconstrucción de un porche sureño de la América de hace un siglo, mecedora incluida. Una puerta acristalada servirá para la proyección de sombras chinescas y otras artes paralelas inspiradas en cada canción. El show comienza con Paula Padilla cantando a capella y sin micrófono. Ha aparecido de la nada en un lateral del teatro. Canta un lamento con la sola ayuda de una bocina (uno de esos megáfonos que existían antes de que existieran los megáfonos eléctricos). Es sólo una sorpresa de las muchas que veremos y oiremos en el concierto, pero ¿cómo resumirlas?
El trío vocal es puro derroche de técnica, de recursos, de imaginación. La voz del tenor (Marcos Padilla) me tiene con la boca abierta. Una cosa es el disco pero en directo emociona como si viajáramos en el tiempo a una película en blanco y negro. ¡Qué texturas! Helena Amado tiene el don del showman y sus comentarios hacen reír a un público que no se atreve a bailar pero al que se le mueven los pies: lo demuestran las vibraciones de las gradas móviles (!). Y Paula Padilla. Paula enamora. Qué gestos. Qué voz. Los instrumentistas, brillantes, incluidos los invitados, pero mal pagados por un público que en el único tema instrumental reclama a los cantantes. En este intermedio, mientras actúan como trío de jazz instrumental, asistimos al único strip-tease de sombras chinescas que he visto nunca mientras las chicas cambian de vestuario detrás del biombo por uno un poco más "moderno". Hora y media larga de un derroche vocal tan intenso que resulta agotador. Las canciones, todas; no sé si echo de menos alguna. Vibrante "Roll On, Mississippi, Roll On". Contundente y perfecta "Sentimental Gentleman From Georgia"...
Para el Momento del Concierto, elegiría ese en que los tres vocalistas bajan del escenario a la escalerilla y cantan sin micrófonos a medio metro del público. Para un segundo tema se les unen los músicos, también sin micrófonos y Pablo Cabra sin batería, tocando con las escobillas sobre el paraguas de Paula (¡genial "Rainy Days"!).
Para el bis han guardado lo mejor, como buenos profesionales. El tema que más me gusta del segundo disco, la adaptación para trío vocal de "Anything Goes", y el tema-himno del grupo, "Crazy People", con su inevitable Baile de la Gallina, secundado por todo el público presente. ¿Qué más se puede pedir? ¿La respuesta? A la salida, los músicos están en el hall del teatro, dejándose saludar, felicitar y fotografiar por el público, demostrando con un gesto más que su música no es sólo un arte sino una manera de entender la música, esa manera que comunica con el oyente y que nos hace partícipe de la emoción y (¿por qué no?) de la diversión.
Mis amigos aprovechan para comprar los dos CDs del grupo y para pedir unos autógrafos. Yo aprovecho para agradecer a Paula Padilla la entrevista publicada la semana pasada en Jazz, ese ruido y para robarle esta foto que no le hace justicia y en la que Manolo y yo mostramos que aún estamos en estado de shock.