LA LEYENDA DEL PIANISTA EN EL OCÉANO




En el salón de baile de un trasatlántico, en medio de una tormenta, el pianista quita los topes que mantienen sujeto el piano y toca al ritmo que le pide el instrumento mientras se desliza de un lado a otro del salón. El pianista comienza a arrancar notas entre las notas que tiene escritas. El swing se convierte en improvisación. El resultado es electrizante y nuevo.


Si cuando comentaba Nace una canción decía que era una película para principiantes en el jazz, La leyenda del pianista en el océano (The legend of 1900) dirigida por Giuseppe Tornatore en 1999, aunque no es una película de jazz, ofrece un concepto nítido que distingue el swing de ese otro jazz en el que es posible la improvisación, lo cual me recuerda otra escena en otra película (Rebeldes del swing) en la que los chicos discuten porque alguien clasifica el swing dentro de los estilos del jazz (¡Cree que el swing es jazz!).

Novecento fue, en primer lugar, un monólogo teatral escrito por Alessandro Baricco, el autor de Seda. Luego, esta película con un Tim Roth espléndido en uno de esos papeles enigmáticos, casi autistas, que hay que sentir para comprender, el de un niño que nace el 1 de enero de 1900, el primer día del siglo XX, en un barco de emigrantes europeos que está a punto de llegar a Nueva York. El niño jamás llega a desembarcar y (espero no ser spoiler al contar esto) no llega a desembarcar en ningún momento de su vida (esto es parte del encanto y de la originalidad del personaje) por distintos motivos. Después de realizar diversos trabajos en el barco, un día descubre a través de un cristal la imagen de un piano. Aprenderá a tocar después de oír el Peacherine rag de Scott Joplin y acabará convirtiéndose en pianista de la orquesta que ameniza las fiestas de la clase de lujo.

En la escena que describí más arriba, Novecento descubre el jazz por inspiración propia. A partir de ahí, su fama recorre el mundo, e incluso hay quien lo bautiza como el Rey del Jazz. Esto hace que un furibundo Jelly Roll Morton embarque para intentar conocer (y, si es posible, ridiculizar) al supuesto impostor que “pretende” robarle el título. En una escena demencialmente esperpéntica, se enfrentan en un duelo de pianos. El resultado, en la película.

Aparte de la tormenta, hay dos momentos musicales memorables en la película: el primero, cuando compone e interpreta sobre la marcha una balada inspirada en el rostro de una chica que se ve a través del cristal (la película es de un romanticismo contenido que, sin embargo, alumbra en todo momento los mejores silencios del protagonista); la segunda, cuando le preguntan de dónde saca la inspiración para tocar y afirma que se inspira en lo que ve, y comienza a describir a los personajes que hay alrededor.

La banda sonora, compuesta por el versátil Ennio Morricone, incluye el ragtime de Scott Joplin y algunas piezas originales de Jelly Roll Morton. Tim Roth toca el piano en alguna escena, pero no he podido corroborar si todo lo que aparece en la banda sonora ha salido de sus manos.