Saxophone colossus

Por fin tengo las entradas. Bueno, las tengo reservadas, porque el sistema de venta te obliga a recogerlas en un cajero automático del mismo teatro. Pero ahí están. Si el tiempo no lo impide, el próximo 19 de noviembre a las ocho y media estaré viendo en vivo y en directo (¿a que suena de maravilla?) al mismísimo Mr. Saxophone Colossus, ladies and gentlemen, el señor Sonny Rollins en directo en el Teatro de la Maestranza, mil ochocientas butacas para no caerte de culo ante el espectáculo que promete uno de los pocos iconos vivos del jazz de los 50, el saxofonista del puente, el saxo tenor de Harlem, el de los solos legendarios, que ofrece siempre conciertos únicos, irrepetibles, que estará unos días antes en Barcelona en el Palau de la Musica Catalana y por fin en Sevilla.

¿Paciencia? ¿Cuántos días quedan para el 19? Respira hondo. Repite conmigo: Sonny Rollins.

Sonny Rollins nació en Harlem, a unos pasos de clubs como el Apolo o el Savoy Theatre hace 77 años. Comenzó tocando el piano, para luego cambiarse al saxo alto, influido por Louis Jordan, y finalmente al tenor cuando conoció la música del que sería su ídolo, Coleman Hawkins. Acaba de celebrar en el Carnegie hall de Nueva York un concierto extraordinario para conmemorar su debut en esta misma sala hace hoy cincuenta años, cincuenta años en los que ha tocado con Bud Powell, Miles Davis, Thelonius Monk, el quinteto de Max Roach y Clifford Brown... hasta que comenzó a grabar como líder en 1957. Se le considera el mejor saxofonista de la época, sólo eclipsado por la irrupción de Coltrane en el panorama del saxo. El propio Trane lo reconoció en 1958, componiendo un tema mítico: Like Sonny, en el que homenajeaba esa forma personal de Rollins de aunar técnica y velocidad para expresar lo que pasaba por su cabeza; coherencia, se llama esto: claridad en una melodía cuyas notas parecen fluir de una forma estudiada. En los 70, el jazz de Sonny Rollins bebió de las fuentes del R’n’B y del pop, se hermanó y se fundió con nuevas músicas, hecho que no sorprende a nadie: siempre hay algún calypso en su repertorio ni citas musicales (le encanta introducir frases de temas populares, fáciles de reconocer, de temas pop o incluso infantiles, en sus melodías). Siempre innovador, siempre cargado de nuevas ideas, se permitió periodos de retiro voluntario ("para pulir mi arte", solía decir en estos casos) coincidiendo con los momentos en los que gozaba de mayor éxito.

Mi disco preferido, y el de la mayoría de sus seguidores, es Saxophone colossus (Prestige, 1956, producido por Rudy van Gelder), uno de esos discos redondos que uno ansia tener nada más empezar a escuchar el primer tema, St. Thomas, enorme, aunque es un álbum lleno de joyas, como una versión espléndida de You don’t know what love is, o Strode rode o el fabuloso Moritat (que se revela como una versión increíble de Mack the knife) o el peculiar blues titulado Blue 7, que corona el disco de forma inolvidable; temas intensos y abundantes en detalles (quise decir destellos), vamos, lo que es un clásico.

Hace menos de un año que ha editado Sonny, please, un álbum en el que demuestra que sigue en plena forma, componiendo e improvisando, y yo estoy deseando verlo en directo, y aquí estoy a la espera, confiando en que no me cambien los planes, y en que me dejen entrar la cámara de fotos al teatro.