Estamos recibiendo muchas novedades de vocalistas, algo poco usual, pero menos usual es la calidad y la originalidad que estos cantantes aportan al universo del jazz y la manera en que se expresan para dar tanta importancia a la letra como a la música. Hoy los escucharemos a todos juntos, para comprobar el excitante caleidoscopio sonoro y cultural que suena en las voces del jazz europeo actual. Escucharemos a Nana Rashid, Helena Camps, Henk Kraaijaveld, Viktorija Pilatovic y Laura.
NANA RASHID, Music For Betty (April Records, 2023)
Lo primero que debemos decir de Nana Rashid es que no se parece a ninguna cantante de jazz que hayamos escuchado antes. Con un estilo que se acerca al soul y al pop, tiene un alma en la voz, un timbre que en algunos momentos nos recuerda a Nina Simone... y un dominio del ritmo y el silencio que desafíaría a cualquier cantante de jazz clásica. Para más goce, se hace acompañar de un trío que ya conocemos porque hemos hablado de él hace unas semanas: Little North (Benjamin Nørholm Jacobsen, Martin Brunbjerg Rasmussen y Lasse Jacobsen), una formación que aporta ese color nórdico y lírico de los tríos de piano escandinavos.
Foto: Thomas Degner / Lágrima: @Maya SB
Desde el primer tema (una canción con declaración de intenciones, un tema espiritual sobre quiénes somos y quiénes dejamos de ser) notamos la enorme presencia del trío, que crea una tensión sutil, dramática, para enmarcar la letra profunda y dolida que ha escrito Rashid, como el resto de las ocho canciones, con una intención existencialista y profunda, donde el dolor parece haber marcado la génesis de cada tema. Subyugados por la vibrante voz y las letras de Nana Rashid, quizás solo podamos criticar que use esquemas pop que, en algunos momentos, recuerdan a Sade (la influencia es más que evidente cuando hace una versión de "Pearls"); eso sí, con más alma y con un auténtico trío de jazz respaldándola, lo que convierte sus canciones en deseable material de directo.
Danesa de nacimiento, Nana Rashid proviene de un cruce de culturas (su madre, de Dinamarca; su padre de Zanzíbar/Omán). Debutó en 2016 con el EP Sorrow in Sunlight, que consistía en cuatro versiones y que fue muy bien recibido por la crítica. En abril de 2023 se publica este nuevo álbum con el que confirma su estilo y su filosofía como compositora, con letras cargadas de sentimiento como Mother, Father, en la que expresa la frustración de intentar encajar en un lugar cuando se pertenece a muchos otros, como en su caso; o esta Goodbye My Love (Nana Rashid/Troels Frost).
A los del sur nos sigue sonando extraño oír cantar jazz en catalán, pero lo cierto es que las letras de Helena Camps, con su canto a la vida y a la naturaleza (también sus versiones en inglés de standards igualmente sensibles), han conectado con nuestra sensibilidad jazzística. Camps tiene ese extraño don de convertir su voz en un instrumento. Sí, ya sé que lo hacen todos los cantantes, pero los de jazz saben a qué me refiero: esa capacidad para la síncopa, para la improvisación, para cantar con swing y que los demás lo disfrutemos como si estuviéramos escuchando un solo de piano, por poner un ejemplo.
Viu es su primer disco, pero viene detrás de una larga carrera, a pesar de su juventud, que comenzó con sus estudios de canto en el Taller de Musics, un título superior del Liceu, un Erasmus para estudiar con Dena DeRose en Austria, un proyecto llamado Helena Camps canta a Anita O'Day, un quinteto, la docencia, muchos festivales...
Como compositora, Helena Camps tiene esa facultad de la que hablaba más arriba para apreciar la importancia de la vida y la naturaleza, y de ambas cosas ligadas en una simbiosis insoslayable, y también para crear jazz con ello. Sus temas tienen una fluidez que engancha, pero también mucho espacio para que sus músicos puedan expresarse, lo cual llena el disco de momentos deliciosos. En este Viu, viene acompañada por un quinteto formado por el trompetista Pol Omedes, el guitarrista Miguel de Riba, Toni Mora al piano y rhodes, Xavi Castillo al contrabajo y bajo eléctrico, y el baterista Adrià Claramunt.
Vale la pena escuchar el disco por su intención (llamémoslo jazz eco-friendly), poética y muy idealista, por conocer en la intimidad de los auriculares la delicada y movediza voz de Helena Camps, y también por sus versiones de clásicos como "April In Paris". "Spring Is Here" o "It Might As Well Be Spring", también ligados al vitalismo de las composiciones originales de Camps.
El disco se presenta el próximo 15 de abril en la sala Jamboree de Barcelona.
Nos llegan pocos discos de crooners (aunque la palabra suene antigua) y hoy hemos disfrutado escuchando el disco de Henk Kraaijeveld, que reúne un buen número de características para hacerlo interesante. En primer lugar, las canciones parecen surgir de las letras y no al revés; en segundo lugar, para Kraaijeveld, la voz es un instrumento delicado al que sacar melodías y armonías sin efectismos y sin recursos fáciles. Su música va a caballo entre la balada y la improvisación propia del jazz, en línea con otros vocalistas contemporáneos y con homenajes muy claros a Miles Davis, Wayne Shorter y Nick Drake.
Henk Kraaijeveld es un cantante, compositor y docente neerlandés. Su estilo cálido y su capacidad para la improvisación le valieron en 2013 dos premios (del jurado y del público) en la Dutch Vocal Jazz Competition. Ese año fundó el grupo a capella The Junction, trabajó con el compositor Miho Hazama y cantó con varias big bands, entre ellas la Ricciotti Ensemble. En 2018 publicó su primer álbum, Passengers, con el que hizo gira por China, Malasia y Corea del Sur.
Quizás el punto más conocido del álbum sea la versión que hace de "Milestones" de Miles Davis con la letra que le escribió Mark Murphy, pero el álbum contiene letras propias a las que Kraaijeveld da una gran importancia, no solo por su sonoridad, buscando reflejar (escribe) el espíritu del momento (zeitgeist en la filosofía de Hegel) y su postura hacia esta sociedad que solo busca la gratificación inmediata. Otras referencias en el álbum son Arthur, el personaje de la serie Peaky Blinders (en el blues "Long Road") o la novela de Eduard Multatuli Max Harvelaar (en "Saidjah's Song"). Además de versiones, el repertorio está formado por temas compuestos por Kraaijeveld, en unos casos, y por otros temas donde ha puesto la letra a música de Dan Herweg, su pianista. Son dos conceptos distintos, más melancólico y orgánico en el caso de los temas compuestos por el cantante, y más jazzístico y juguetón cuando la música está escrita por el pianista. El punto culminante es un viejo sueño de Kraaijeveld: poner letra a "Adam's Apple" de Wayne Shorter.
Wayne Shorter's Adam's Apple has such a cool groove! For many years I have wanted to write lyrics to his dazzling saxophone solo. It has become quite a philosophical story... but what do you expect with that title..., escribe en el libreto del disco.
Con una voz muy personal y el afán de componer, como en sus anteriores tres trabajos , todos sus temas, la lituana Victorija Pilatovic presenta estos días su cuarto álbum, publicado como todos los anteriores en el sello Inner Circle de Greg Osby, titulado Skybridges, un proyecto muy poético donde fusiona el jazz con infuencias pop y aires étnicos del Mediterráneo. No en vano se ha rodeado de músicos de la talla de Petros Klampanis (bajo, percusión y producción), Albert Palau (piano), Quique Ramírez (drums), Jorge Pardo (flauta, invitado en el tema "July") y James Copus (que toca la trompeta en "Secrets Unknown").
Viktorija Pilatovic es una de esas cantantes cuya presencia hipnotiza en directo. Nacida en Klaipeda (Lituania), comenzó a estudiar piano clásico a los 6 años para después estudiar jazz vocal, estudios que continuó en los Paises Bajos, donde ganó el tercer premio en The Nederland Jazz Vocalisten Concours con un arreglo original del estándar "My Favourite Things". En 2012, recibe una beca para estudiar en Berklee Valencia, donde se afinca tras un paso fugaz por Ecuador, donde impartió clases de interpretación vocal en la USFO College of Music. Ha cantado como solista con la orquesta PCC Sympho-Jazz dirigida por John Clayton; en el Festival de Jazz de Montreux en Montreux; con Perico Sambeat Big Banda "voces" (junto a Silvia Pérez Cruz); y con Gilberto Gil, Victor Wooten, Michael League (Snarky Puppy), Banda Magda y Petros Klampanis.
Con un gusto especial por las baladas (la deliciosa "Hymn"), Viktorija Pilatovic nos seduce con su articulación rítmica de los versos ("Waltz", "July"), y sus letras sobre ciudades y paisajes y sobre la heterogénea belleza del mundo. Buscando colores en la sutileza de las melodías, el resultado es muy contemporáneo, nada complaciente ni previsible. Para dejarse llevar.
Escuchar a la cantante alemana Laura Kipp (simplemente Laura en su nombre artístico) es una revelación. Posee una manera especial de afrontar las canciones sin elevar la voz, con un dominio total de la garganta (especialmente difícil en los temas que exigen destreza rítmica y delicadeza al mismo tiempo) y un don natural para crear ambientes. Su nuevo disco es Sunset Balcony, inspirado en su estancia en París y en los atardeceres que contemplaba desde su balcón (símbolo de libertad y de seguridad al mismo tiempo, dos de los temas más repetidos en sus letras). El proyecto se presenta con un trío de guitarra, piano (y órgano) más percusión, pero con colaboraciones que suman un total de 14 músicos en el disco (incluyendo algunos solistas conocidos, como Isabelle Bodenseh en uno de los temas).
El álbum tiene un principio muy melódico y crossover (en la línea de Norah Jones), que anuncia cómo será el disco: temas plácidos, letras descriptivas, soñadoras, escritas por Laura con música de Jens Loh, que aquí compone, toca bajo y guitarras y produce. Pero el segundo tema ("Johnny, The Fly") nos desvela las verdaderas cualidades de Laura: capacidad para vocalizar ritmos, sincopando las letras como si de un instrumento de jazz se tratara (absolutamente deliciosa en "Hey, You"), de hacerse coros e incluso de rapear (sin abandonar su estilo delicado) en "Poke Bowl" . En "Narcís" Carles Denia le pone el contrapunto en un tema cantado en francés que se mueve entre sonidos mediterráneos (flamencos y árabes) y latinoamericanos, con un delicado solo en el saxo barítono a cargo de Eric Sèva.
Una voz diferente, jazzística pero dulce, y un disco heterogéneo, intenso a pesar de sus ritmos lánguidos y melancólicos, todo un derroche de creatividad con sus 14 músicos y sus 14 temas.