ACORDES Y DESACUERDOS (XXVII)
Ornette Coleman (foto de William Claxton para el disco The Shape of Jazz to Come) |
¿Música o cacofonía? Recogemos en las citas siguientes algunas opiniones o fragmentos de textos con la intención, como siempre, de convertir este espacio en un detonador de acordes y desacuerdos. Que ustedes lo disfruten (o no).
I.
Cuando se habla de free siempre aparece en primer lugar el nombre de Ornette Coleman. Si bien es cierto que su The Shape of Jazz to Come (Atlantic, 1959) fue un documento tan relevante para la música como la Declaración de los Derechos Humanos para el resto del mundo, yo siempre pienso en Tristano (y su prematura visión de la atonalidad) o en Mingus (oh, sus Jazz Experiments y su Pithecanthropus Erectus) como verdaderos precursores de la libertad que permitió a los músicos traspasar esa frontera que aún no tenía nombre. En la edición de 1992 de The Penguin Guide to Jazz on CD, LP & Cassette, los autores Richard Cook y Brian Morton describen la esencia temática del álbum Pithecanthropus Erectus como:
La lucha de la especie humana por salir del caos, arriba y abajo en la Pirámide de Freytag, y vuelta al caos.y su filosofía musical de este manera:
Técnicamente, todo el ensemble trabaja en una agresiva sección C, que es realmente B, una versión modificada de la armónicamente estática sección segunda, algo absolutamente crucial para el desarrollo de la improvisación libre colectiva en la siguiente década.
II.
En su libro Jazz en la boca, que reseñamos hace algunas semanas, el poeta y músico Ildefonso Rodríguez, escribiendo sobre improvisación, cita a Ornette Coleman afirmando esto:
Que puedas oír a los demás tocando juntos de tal manera que la libertad llegue a ser impersonal.
III.
El free nunca ha sido del gusto general y ha provocado controversias, disputas y recriminaciones entre músicos, críticos y aficionados. En el mismo libro, Rodríguez cita a André Breton, a quien atribuye esta frase:
Jamás libertad nada más que para la libertad.
IV.
Pero, pienso a menudo, ninguna vanguardia es estéril. Toda investigación y toda ruptura se consolida finalmente como estética, como principio o, simplemente, como inspiración. Revista de Occidente en un número monográfico dedicado al jazz y aparecido en 1989, publicaba un artículo de Javier de Cambra donde el crítico sentencia:
La rebeldía de los años sesenta está hoy en mucha de la música de la corriente principal; su radicalidad ha, finalmente, prendido.
Pero añade:
Del mismo modo, hay un renacer del swing, músicos del nuevo free siguen descubriendo, y con fortuna, Nueva Orleans y también África.
V.
De acuerdo con Cambra puede estar Chris Cracker, quien afirma mi filosofía de que no hay nada nuevo bajo el sol, algo que los filósofos saben desde el principio de los tiempos (pero ocultan). Bajo el prisma de la novedad se nos suele ocultar que todo ya está escrito y que lo que los jóvenes y los novatos consideran nuevo a los veteranos nos suena a vivido. En su libro Get Into Jazz (breve, didáctico y apropiado para neófitos), Cracker intenta desmitificar el carácter rompedor del free de esta manera:
Históricamente hay un interesante paralelismo entre este nuevo movimiento de "jazz libre" y la ruptura con el ragtime tradicional hacia el estilo Dixieland de Nueva Orleans, donde a los músicos se les daba espacio para improvisar e interpretar líneas cruzadas con complejos resultados contrapuntísticos.
VI.
Hablando de guías, hay una muy interesante, concisa y escrita para adolescentes, titulada Jazz, The Great American Art, de la que es autor el periodista y crítico Gene Seymour. En ella, afirma lo siguiente:
La gente aún discute los méritos de esta música. Pero no hay duda de que Ornette Coleman y sus seguidores abrieron una puerta que no podrá cerrarse de nuevo.
Grabado está.