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MONDA TRIO

Poemas en la frontera del jazz

Miguel Angel Monda es un guitarrista muy diferente a Sacri Delfino, del que hablábamos en el post anterior. Su forma de tocar la guitarra se basa más en la expresión, es más colorida. Gusta de la filigrana pero en voz baja y hace del fingerpicking un arte japonés, sutil y bello a pesar de su sofisticación. Pero también tiene menos interés por el swing. ¿Cómo y por qué reseñar este álbum en un blog de jazz? El primer factor determinante es que su música pertenece al amplio género de la música improvisada, alejada (libre) de los cánones occidentales que dominan, por ejemplo, la música clásica o el pop. La segunda clave es la raíz negra, cercana al blues, que aparece en la segunda parte del disco.

Porque este disco tiene dos partes distintas. La primera es un catálogo de poemas, de melodías evocadoras y sugerentes,  en las que los ritmos están tan destilados, tan sublimados, que es muy difícil ver las raíces, un jazz íntimo y melódico que el trío ya había ensayado con la musicalización de la película El negro que tenía alma blanca (Benito Perojo, 1926), a la que pusieron banda sonora el año pasado (un  experimento singular porque, al igual que se hacía en los primeros años del cine, el trío interpretaba la música en directo durante la proyección). El resultado resultó bellísimo. De esta primera parte intimista del disco, todas composiciones originales de Miguel Ángel Monda, "Equinoccio" es un buen ejemplo:

La segunda parte es más dinámica, el juego se hace más arriesgado y se dejan oír de manera más patente las influencias de músicas como el blues y el zydeco, ese hermano del cajun en el que son más apreciables las influencias negras. La armónica toma un protagonismo inesperado y la música se hace divertida. Dos temas me han enamorado especialmente: "Déjame el Pijama Fuera" y "Wagon Blues":

Los arreglos son del trío, un trabajo cooperativo que redunda en un valor añadido y que sirve para certificar la calidad de música improvisada, libre y ausente de corsés de la que hablábamos más arriba. Se nota que el trío lleva tiempo tocando en directo porque el disco (grabado  en estudio, al estilo antiguo, con todos los instrumentos a la vez) suena como la maquinaria de un reloj suizo, eso sí, con más alma.


Ya lo hemos dicho antes: Monda es un mago del fingerpicking. Tocar melodía y ritmo al mismo tiempo ayuda al trío a llenar espacios que los instrumentos que faltan podrían dejar vacíos, pero también le permite desarrollar temas como "Perpetuum Mobile", en el que la guitarra hace el papel de solista y, a la vez, lleva la línea de bajo.

Los otros dos músicos del trío son Sebastián Mondéjar, percusionista de una sensibilidad espeluznante, ajeno a las estridencias, muy lírico, más amante de las escobillas que de los toms, lo que me trae a un juego de palabras, ya que Sebastián colaboró con Monda en otro proyecto anterior, Escobijazz, dedicado a la bossa. El tercer componente es Andrés Santos, clarinetista que se deja oír en algunos temas tocando la melódica, ese instrumento que parece a simple vista un juego de niños y que aporta ese color tan especial a las melodías. Como clarinetista, nos gusta su versatilidad, interminable. Hay momentos en que nos recuerda melodías de Raymond Scott, de hot jazz anterior a la guerra, un plato especial.


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