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Playing by heart

"Tengo un amigo. Es músico. Toca la trompeta. Es muy bueno. De vez en cuando, voy a sus jam sessions y toca mi canción favorita: un viejo tema de Chet Baker. Siempre la toca de la misma manera, pero nunca suena igual. Una noche que salimos de copas (yo entonces bebía) intenté explicarle lo que me hacía sentir esa canción. Esa melodía me emocionaba y su forma de interpretarla también. Él negó con la cabeza y dijo: «Joan, no se puede hablar de música. Hablar de música es como querer bailar con un edificio» y le dije: «Qué gilipollez. Si nos ponemos filosóficos no podremos hablar de casi nada. De amor, por ejemplo». Entonces, se echó a reír y dijo: «Desde luego, hablar de amor es como querer bailar con un edificio».

¿Es cierto que hablar sobre jazz o sobre el amor “es como querer bailar con un edificio”? ¿Qué tiene de complicado el amor para que lo comparen con el jazz? O, simplificando lo imposible, ¿quién no se ha enamorado alguna vez de Angelina Jolie o de un tema de Chet Baker?

Con la frase de más arriba comienza Playing by heart (Jugando con el corazón), la película coral de Willard Carrol que habla del amor en todas sus formas más desconcertantes y complicadas.

Cuando Angelina Jolie dice “Esa melodía me emocionaba”, aparece por primera vez en la pantalla su rostro, acunado por la banda sonora, una composición de John Barry. No es de las más brillantes. Sin embargo, merece dos sobresalientes. El primero, la atmósfera desesperada y lacónica que crea en torno a los personajes y que encaja maravillosamente con sus vidas, duramente ancladas en ese estado de permanente espera. El segundo, la inclusión entre los músicos del trompetista norteamericano Chris Botti.

La primera vez que vi a Chris Botti fue en un concierto de Sting (siempre acompañado de buenos jazzmen) en el año 2000. Su aspecto me recordó instantáneamente al joven Chet Baker (trajeado, rubio, con un atractivo inocente y rebelde a la vez, su pose) y busqué alguno de sus discos como líder. Tiene una media docena. Night sessions (Columbia, 2001) y Slowing down the world (GRP, 1999) me confirmaron que su forma de tocar, que va del cool al smooth jazz, ha bebido directamente de la fuente. Su presencia en esta banda sonora no es un simple homenaje a Chet Baker. Botti es uno de sus hijos, musicalmente hablando.

Con Chris Botti a la trompeta, John Barry y su banda sonora van de su habitual forma de tratar la música incidental al jazz sin despeinarse. Y en medio de este experimento, la presencia intermitente del homenajeado Chet Baker con algunos temas como I’m glad there is you de Tommy Dorsey o Everything happens to me, con el cuarteto de Charlie Haden.

Desgraciadamente, en el disco no cabe toda la banda sonora. Aparte de esto, lo único que quizás se pueda achacar a este experimento es que en la película no luce. Por obra y gracia del montador (o del director) la música pasa desapercibida durante casi todo el metraje, a excepción de las cancioncitas (Morcheeba, PJ Harvey, Soul II Soul y Moby, que no están en el disco) que intercalan y que suenan a tope. Es una pena porque hay momentos en esta banda sonora hechos a la medida de las mejores escenas y le podían haber sacado mayor partido.

¿No recuerda a las fotos que William Claxton hizo de Chet con su novia?

El personal de disco a las órdenes de John Barry son:
Chris Botti, trompeta
Michael Lang, piano
Leland Sklar, bajo
Harvey Mason, batería
Daniel Higgins, saxo y clarinete
Tommy Morgan, armónica