Hoy escuchamos unos discos que nos han llegado y que no sabemos dónde colocar en la discoteca. Cargados de elementos electrónicos, con escasa negritud y una fusión que (a priori) no encaja en estéticas previas, contienen, sin embargo, una raíz jazzística innegable y la sensibilidad necesaria para conectar con el aficionado. Escuchamos al cuarteto de Michel Meis y al trío australiano Trichotomy.
MICHEL MEIS 4TET, Lollipop Moment (2023)
Tomando elementos de música clásica y filosofías jazzisticas muy diversas, el percusionista Michel Meis presenta en Lollipop Moment su tercera aventura, sumando elementos electrónicos a su cuarteto (Alisa Kelin, trombón; Cédric Hanriot, piano, Rhodes y sintetizador; y Stephan Goldbach, contrabajo y sintetizador). Momentos barrocos, electrónica futurista, temas puramente ambientales ("Embrace" dura apenas un minuto y con muy pocas notas), el disco es un experimento inusual y quizás demasiado moderno o demasiado lleno de fusión para muchos oídos, lo que no quita que "Bye Bye Balloon" incluya un solo de piano rotundo sobre una rotunda base rítmica de los más mainstream, aunque solo como excusa para derribar estructuras y arrasar en la libertad interpretativa.
Pero lo de "Bye Bye Balloon" es solo un recurso, una distracción. El trombón de Alisa Klein, con una intensidad dramática y un discurso aparentemente disperso (aunque lleno de buenos momentos) nos cuenta "Silberbell". En "Heyday" el piano vuelve a ser protagonista en una balada delicada, que es más bella por el acompañamiento del contrabajo, tanto cuando le contesta como cuando hablan al unísono. Meis irrumpe con las escobillas casi a la mitad con una delicadeza que justifica el disco completo. Un momento jazzístico de gran altura y belleza. El seductor legato de Klein en "Track the Crack" suena a cine negro hasta que los sintetizadores le dan la réplica rompiendo cualquier molde que estuviera instalado en el imaginario colectivo... La aparente serenidad de "Madness" o las divagaciones de trombón y piano en "Euphoria" sobre la base rítmica vertiginosa de Meis y Goldbach bastarían para jutificar la escucha.
Michel Meis es un percusionista habitual de la escena luxemburguesa (Gilles Grethen Quartet, Blankx Duo, Everwaiting Serenade, David Bowden). La complejidad de su música, más allá de la originalidad de sus composiciones y de la abundancia de momentos explosivos y mucha improvisación libre, ofrece algo nuevo: la improbable simbiosis entre electrónica y espontaneidad, algo que nos ha sorprendido gratamente y que convierten este álbum en un rara avis que vale la pena conocer.
Por cierto, el título (Lollipop Moment) hace referencia a un concepto acuñado por Drew Dudley para definir ese momento en que alguien dice algo o hace algo que te mejora la vida.
Desde Brisbane, Australia, nos llega este trío aparentemente clásico: piano, bajo y batería, con una propuesta provocativa basada en la electrónica: arpegios que recuerdan más a Vangelis que a Weather Report, melodías lentas y contemplativas, ritmos jazzísticos... Un ambiente que es (casi) cinematográfico donde, sin embargo, hay espacio para la improvisación y para la expresión, algo poco dado a los instrumentos no acústicos; una tricotomía inusual (jazz, electrónica y sensibilidad) pero que se soporta sobre tres músicos con un interplay eficaz y seductor.
Los autores son Trichotomy, un trío formado por Sean Foran (piano y teclados), John Parker (batería, percusión y sintetizadores) y Samuel Vincent (contrabajo y sintetizadores). Lo primero que hay que decir es que no son un grupo de música electrónica. Al parecer, fue idea de Foran añadir más capas a la grabación, con sintetizadores y con la participación de músicos como Danny Widdicombe (pedal steel) o Thomas Green (sintetizadores), convirtiéndose así en una formación reforzada con electrónica que, sin embargo, muestra en casi todo el repertorio del álbum una sensibilidad especial, tanto en las melodías como en la forma de interpretarlas, con momentos delicados (ese momentazo en medio de la obsesiva "Mercury") y más de un solo de piano que ustedes aplaudirían en un club pero que aquí, en medio de tanta electrónica nos arrastra por caminos insospechados, insertándonos en la banda sonora de una película futurista, quizás con un músico de jazz como protagonista.
Puede que sea una de las pocas fusiones jazzísticas que aún no habíamos escuchado pero, superada la sorpresa y en una segunda escucha más calmada, encontramos elementos culturalmente contemporáneos que se acercan al jazz y se alejan, pero que todo aficionado curioso debería, por lo menos, probar.