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¡QUIERO VIVIR!

Vicios, mentiras y delitos a ritmo de jazz

Johnny Mandel comenzó tocando la trompeta, para después pasarse al trombón, instrumento con el que trabajó junto a Buddy Rich, Jimmy Dorsey y Count Basie. Sin embargo, en los 50 sus arreglos y composiciones comenzaron a estar más solicitados que sus aptitudes con el trombón. Son especialmente memorables sus arreglos para Sinatra y sus bandas sonoras, siempre con una base de jazz, entre las que destacan  La americanización de Emily (Arthur Hiller, 1964, con esa canción, Emily), M.A.S.H. y ¡Quiero vivir! (Robert Wise, 1958).


En ¡Quiero vivir! lo interesante es el uso que Mandel hace del jazz en los distintos momentos de la película. Al estar ambientada en clubs, parece necesaria la ambientación musical, pero incluso la música incidental está interpretada por una big band en la que Johnny Mandel incluyó a los mejores músicos de la Costa Oeste. Sin  embargo, lo más innovador fueron los números escritos por Mandel para un grupo pequeño (un septeto) que sirven para ilustrar musicalmente el personaje de Barbara Graham, y lo hace de una manera seductora, loca, excitante, provocativa, adjetivos que pueden definir la personalidad del personaje. Nunca antes el jazz había interactuado así con los personajes. Desde el grupo que aparece tocando en el Frisco Club hasta el solo de Art Farmer en I Want To Live Theme, con Manne acompañándole con un toque sordo a la batería, los temas se implican emocionalmente en la trama. ¿Acierto de Wise o de Mandel?

El segundo y no menos importante acierto de ¡Quiero vivir! está en la elección de Susan Hayward, quien, con su cara de ángel, se estaba especializando en papeles de mujeres al borde del abismo: había sido nominada al Oscar diez años antes por su papel de cantante alcohólica en Una mujer destruida (1947) y había interpretado a una actriz con el mismo problema en Mañana lloraré (1955). Ella es aquí la Asesina de California, un personaje real que Hayward, gracias a esa mística del celuloide, eleva a la calidad de icono con toda esa bella fragilidad que emana de sus ojos, pero también con ese descaro gamberro con que nos atacan sus palabras y sus movimientos y, por supuesto, con ayuda de la banda sonora.

Embaucadora, mentirosa, alcohólica y sin escrúpulos, el personaje de Barbara Graham vive en los clubs nocturnos de San Francisco, lo que nos permite encontrarnos en la primera escena "cara a cara" con un tipo enorme que toca el saxo barítono.

Es Gerry Mulligan.


Siguiendo a los títulos de inicio aparece un club. Gerry Mulligan toca acompañado de Art Farmer a la trompeta, Frank Rosolino al trombón, Bud Shank al saxo alto, Pete Jolly al piano, Red Mitchell al contrabajo y Shelly Manne a la batería. Esta breve irrupción en la pantalla es una especie de premio a los músicos que interpretan la banda sonora (especialmente los fantásticos solos de Gerry Mulligan y Art Farmer) pero también un elemento necesario para captar el ambiente en el que se mueve el personaje, porque ¡Quiero vivir! es una película para saborear el ambiente de los clubs de San Francisco a mediados de los 50, ya que la primera parte de la cinta transcurre de noche o concretamente en clubs o en fiestas con música (por supuesto, jazz) pero también es una película sobre los vicios, sobre las malas compañías y un grito contra la pena de muerte, contada desde la óptica de los personajes, sin efectos especiales ni articios, no en vano (y a pesar de la manipulación de la prensa de la época) es una historia real.