Recientemente, un grupo de científicos realizaron a los ganadores de la Olimpiada Matemática Británica el test del Cociente de Espectro Autista, un cuestionario publicado en 2001 por Simon Baron-Cohen en el Centro para la Investigación del Autismo en Cambridge, con el cual se intentaba determinar si poseían síntomas de esta enfermedad. El resultado fue aplastante: los ganadores de la Olimpiada Matemática puntuaron muy por encima de otros candidatos como ingenieros y estudiantes de física.
Hoy en día son muchos los científicos que apoyan la tesis de que los autistas tienen una facilidad especial para las pautas abstractas en matemática. ¿Qué tiene esto que ver con la música? La música se produce por procesos físicos de carácter periódico (vibración, frecuencia, ritmo, rango, intervalo) y todos estos procesos se pueden explicar con un modelo matemático. De hecho, hay quien ha realizado curiosos experimentos asignando una nota a cada uno de los 500 primeros decimales del número Pi. La relación entre matemáticas y música está encuadrada en la capacidad de la mente humana para la abstracción, de ahí que se haya estudiado en pacientes con problemas de autismo.
Matt Savage es un pequeño músico de jazz afectado de autismo. Nació en 1992 en Massachussets y ya cuenta con nueve discos en su discografía. Su historia no es sencilla de contar. Después de detectar síntomas confusos y de reconocer por fin que el niño podía padecer el Síndrome de Asperger con hiperlexia, sus padres lo sometieron a terapias de integración auditiva para minimar su extrema sensibilidad a los sonidos y su rechazo sensorial, que lo hacían reaccionar violenta y defensivamente a todo tipo de sonidos. El resultado fue que Matt comenzó a cantar, a hacer preguntas y a preocuparse por las matemáticas. Tenía 6 años y medio. Una segunda terapia de integración auditiva lo animó a tocar música: primero un piano de juguete, luego una keymonica (armónica de juguete con teclas) y luego el piano. Antes de conocer a su primer profesor de piano ya leía música, conocía los tonos y no le costó dominar la técnica. En meses podía tocar “cualquier cosa” de oído.
Tras un año de clases, su interés se decantaba por hacer variaciones de las piezas, cambiando las notas, improvisando. Sus padres contactaron con el Conservatorio de Nueva Inglaterra. La audición sorprendió a los profesores, que lo aceptaron como alumno de jazz. Para recaudar fondos para la investigación del autismo, Matt Savage grabó un disco titulado One is not fun, but twenty is plenty. Después vino uno de piano solo en el que compuso casi todos los temas: Live in The Olde Hill. Con 9 años formó su propio trío con los adultos John Funkhouser al bajo y Steve Silverstein a la batería, demostrando que es capaz de crear composiciones e interpretaciones cada vez más complejas y sofisticadas, que no dejan de sonar, a pesar de todo, frescas e incluso imbuidas de cierto sentido del humor. A los 11, debutó en el Blue Note neoyorkino.
A la hora de escribir esto, el trío ha grabado ya 6 álbumes y Matt Savage está a punto de cumplir los diecisiete con una madurez musical inaudita, de la que puedo dar fe después de escuchar sus dos últimos discos de estudio: Cutting loose y Quantum leap. En su página web: http://www.savagerecords.com luce un slogan que me gusta especialmente: When genius and joy make a quantum leap (Cuando genio y goce dan un salto cuantitativo). Allí hay samples para escuchar y videos suficientemente elocuentes para justificar esta entrada. Que ustedes lo disfruten.
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* En la foto, Matt Savage improvisando a cuatro manos con Wynton Marsalis, para quien hizo de telonero en un concierto televisado.