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BIRD

Sombra y luz, un fantasma

Hoy es 29 de agosto. Si Charlie 'Bird' Parker viviera cumpliría 89 años, una edad a la que algunos jazzmen se han acercado (Hank Jones nació dos años antes y sigue tocando) a pesar de que existe una maldición en el jazz que hace morir jóvenes a (casi) todos los genios.

Pero no nos pongamos luctuosos.

Bird era un hombre incómodo, inconformista, innovador, imprevisible, impuntual y a veces inconsciente. Era divino y, por encima de todo, humano. Todo esto aparece en la cinta de Clint Eastwood Bird (1988) con la que el director demostró que se puede hacer un biopic sin caer en el panegírico. Bird, sin ser una biografía exhaustiva (se centra en los últimos momentos de su vida) del músico, construye una exégesis acerca de lo humano dentro del artista donde los errores, como en la vida misma, pesan más a la postre que los aciertos.

Creo que esta noche volveré a visionar la película. Me sentaré en el sofá y miraré la televisión, reiré cuando Parker ría y me rendiré a la evidencia de que ha muerto cuando la escena muera con él. Cuesta entender que un genio así no siga en pie. Por fortuna, en los años que vivió, para ganarse la vida tenía que estar siempre en el estudio y no son pocos los discos que nos legó.

En la foto, Charlie 'Bird' Parker esperando. Quizás no llegara tarde siempre, a fin de cuentas.