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MUSTANG!

Donald Byrd no es un águila como Chet

Donald Byrd es un animal más pequeño, menos ostentoso a la hora de buscarle hueco en nuestra discoteca, un pájaro quizás. Sí, un pájaro. Donald Byrd es (haciendo un juego de palabras con su apellido y el otro término anglófono y homófono) es un pájaro, con la estampa de un gorrión, que salta de un lado a otro por la calle mientras la multitud se acelera para no llegar tarde al trabajo o a una cita o a donde quiera que uno se mueva con acelerada desidia.

Donald Byrd suena como un gorrión en el estéreo mientras el coche dormita ante un semáforo en rojo, jugando con las notas de su trompeta con una pericia que es casi travesura. Parece que se lo pasa bien, y eso se contagia. Es como la risa. Necesites o no reír, es de esas cosas que se te contagian y no las puedes soltar.

Yo llevo unos días (re)enganchado a un tema de Donald Byrd, "Mustang!". Qué maravilla de tema. Es un recuerdo desempolvado. Va conmigo en el coche y su contrapunto naif, esa aparente superficialidad de los 60 que destila, me contamina de optimismo, desde el "Mustang" inicial al "Gingerbread boy" pasando por temazos como "Fly little bird" (ah, ¡el gorrión!) o el rítmico (casi pop) "Dixie Lee", con la apremiante batería de Joe Chambers y la complicidad de McCoy Tyner. Es un disco redondo, pero también son melodías que tienen el poder lenitivo de un "Comin’ home" o incluso del "My favourite things" de Coltrane. Con compañías así da gusto ir al trabajo.