FOUR CORNERS QUARTET

Del American songbook a la estética personal

Four Corners son cuatro puntos cardinales, cuatro esquinas de España (Málaga,  Almendralejo, Tarragona y Cádiz) representados por cuatro músicos que coinciden en un escenario y en un proyecto jazzístico conjunto y que, haciendo honor a su nombre, muestran cuatro maneras de tocar, cuatro enfoques diferentes y, sin embargo, compatibles, demostrando que el jazz es algo orgánico donde la simbiosis no es sólo posible sino obligada. Dentro de ese mismo concepto orgánico del jazz, el repertorio de Four Corners procede de páginas muy distintas del cancionero americano, standards más que conocidos a los que el grupo aporta esa estética simbiótica y personal de la que hablamos. 


Los hemos visto en concierto en el Gran Teatro de Huelva, dentro de ese enorme esfuerzo por difundir el jazz que es el Circuito Andaluz de Asociaciones de Jazz, un concierto que comenzó de una manera trepidante, con el cuarteto a todo gas interpretando "Smog Eyes" de Ted Brown: en la sección rítmica, el sólido José López al contrabajo y su compañero en otros proyectos, Javier del Barco a la batería. A Javier del Barco lo habíamos visto acompañando a Daniel Cano, pero dentro del esquema polirrítmico de Four Corners demuestra de una manera más fehaciente que es una especie de hombre-máquina incansable. En el mismo inicio dinámico del concierto, los dos líderes o solistas (donde hay un líder, suele haber un co-líder) presentan el tema tocando al unísono, lo que resulta tanto o más espectacular porque son un tándem inusual: guitarra (Joan Fort) y flauta (Fernando Brox) y porque ver tocar a Fort es todo un espectáculo. Nunca he visto a ningún guitarrista mover los dedos de la mano izquierda a esa velocidad y con esa facilidad. El primer tema son 9 minutos de virtuosismo y un final de esos mágicos, con el juego de llamada respuesta y una coda que se hace esperar.

Aunque Joan Fort desarrolla unos solos enormes a la guitarra, el peso de los temas lo lleva sin duda la flauta. Los temas y los solos de Brox son muy desarrollados, intensos y deben ser agotadores para el músico. A este flautista, procedente del Taller de Músic y de Clasijazz, lo habíamos visto en este mismo escenario acompañando a Pablo Báez, contrabajista de evidentes influencias flamencas, comparación que sirve para demostrar la versatilidad de Brox. 

El cuarteto, por suerte, funciona. La abundancia de solos permite disfrutar de todos los músicos y, a medida que avanza el concierto, el espectador va asimilando la estética: instinto clásico (Monk, Chet, Golson, Evans), enfoque moderno, agresivo en los tempi pero bien cuidado, homenajes constantes a los grandes (especialmente bop), con mucho guiño en los solos, complicidad y, sobre todo, honradez al presentar los temas, sin efectismos absurdos ni puestas en escena.

El mejor momento, sin duda, "Polka Dots and Moonbeams", esa balada enorme de Jimmy Van Heusen que Chet Baker explotó al máximo y que el trío de Bill Evans convirtió en eterna. "Polka Dots and Moonbeams" comienza con una larga e inspirada introducción de flauta a cappella. Cuando la balada explota, lo hace con una delicadeza conmovedora. Después, repaso a standards de Benny Golson ("Fair Weather"), de nuevo Thelonius Monk, Wes Montgomery ("S.O.S.", donde Fort demuestra que tiene una digitación casi tan rápida e imaginativa como la de Wes)...

Durante la hora y algo del concierto hay mucho más de esto. Luego, el concierto termina con la misma naturalidad con que el cuarteto ha desglosado todas sus capacidades. El público pide un bis y lo hay. ¿Quedan aún conciertos sin bises preparados? Lo cierto es que yo hubiera pagado por media hora más de concierto.

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* Pido disculpas por la calidad de las fotos de mi móvil. Otra vez será.



Concierto organizado por:


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