IL PECCATO (NOCHE DE VERANO)

Miradas y secretos: la clase media a ritmo de jazz

No soy un crítico de cine (aunque amo una buena fotografía y un guión coherente) pero un pase de la opera prima de Jorge Grau Noche de verano (estrenada en 1962), con su banda sonora inspirada en el jazz, con toques hardbop, entre el neotradicionalismo y lo que hoy llamamos smooth, y su narrativa inspirada en el cine italiano (influencias claras de Antonioni y Fellini), me decidió a investigar sobre esta joya perdida en la historia del cine español, del que ahora se venden como geniales tantas películas sobrevaloradas.





Esta fue la primera banda sonora para largometraje del madrileño Antonio Pérez Olea (1923-2005), un autor mimético capaz de escribir jazz para esta película o rock para La tía Tula, por poner un ejemplo dispar, un compositor que sabe jugar con la expresión de los sentimientos personales y de los colectivos con su música, y que en esta película refleja con sutileza pero sin paliativos las dudas de los personajes, sus mentiras, sus silencios. Sobre el autor habla Virginia Sánchez Rodríguez de manera esclarecedora en su libro La banda sonora musical en el cine español y su empleo en la configuración de tipologías de mujer (1960-1969) (Universidad de Salamanca, 2013). 

Ya puestos, busqué el disco, no sin esfuerzo, rebuscando en Internet, un CD con un más que correcto libreto de 20 páginas, una edición remasterizada del LP editado en 1963 en Italia por la discográfica CAM, y encontré en la banda sonora de Pérez Olea el saxo tenor catalán Salvador Font "Mantequilla", citado por Joaquín Romaguera en su libro El jazz y sus espejos, volumen 1, que lo compara con Ben Webster por su "tono particularmente melodioso" (de ahí el apodo de "Mantequilla"). Sin embargo, en mi opinión, hay elementos más elocuentes en la banda sonora, como la manera en que el contrabajo (solo) ilustra musicalmente la tensión que existe entre Alicia y Miguel mientras esperan el autobús se vuelve a repetir en otra escena, tics musicales que denotan el interés del compositor para "manejar" la acción con la música.






Puede que la música de Noche de verano no sea tan interesante como el experimento de Ascensor para el cadalso y que Pérez Olea no tenga una voz propia como Martial Solal, pero el resultado cinematográfico que resulta de la la simbiosis jazz / fotografía se acerca mucho al de Al final de la escapada, especialmente en la habilidad para Grau (y su director de fotografía, Aurelio G. Larraya) para sacar partido de los planos cortos, de los gestos, de la sutileza, de la arquitectura menos obvia de Barcelona, de la abundancia de personajes secundarios anecdóticos...

Con una visible influencia de Fellini en los movimientos de cámara y con una narrativa y un tempo heredados de Antonioni y Rossellini, estos recursos musicales (afortunadamente, jazzísticos en su mayoría) acompañan fielmente un drama de actores, de miradas y gestos, donde toda la sensualidad (que acabó en censura) se manifiesta a través de frases de doble sentido, mensajes mudos y miradas explícitas que toman más valor con la seductora banda sonora. 

Il peccato, título con el que se estrenó en Italia esta coproducción, supuso el debut (en largometraje) tanto del compositor como del director, estrenando lo que se llamó el Nuevo Cine Español. Por entonces, Grau era joven y venía de Italia, donde había conocido a Fellini y había absorbido cierta ansia de hacer buen cine (léase cine innovador y atrevido) pero los azares lo llevarían a internarse en el cine de terror de serie B y a inaugurar la Época del Destape con La trastienda (1975), lo que no quita valor a la película de la que tratamos.