JAZZ AT MASSEY HALL

 El punto culminante

15 de mayo de 1953. Hace 55 años. Toronto, Canadá. La New Jazz Society, una asociación de aficionados, ha organizado un concierto en el Massey Hall. Tocarán Bud Powell, Mingus y Max Roach, a los que se unirán más tarde en formato de quinteto Dizzy Gillespie y Charlie Parker. El concierto coincide con el combate entre Rocky Marciano y Jersey Joe Walcott por el título mundial de los pesos pesados. Se venden apenas 700 de las 2.500 entradas. Los periódicos hablarán al día siguiente de fracaso: en el intermedio entre las actuaciones del trío y del quinteto, el público cruza la calle hasta el Brass Rail para beber y averiguar cómo marcha el combate. Aún el bebop no ha alcanzado la categoría de mito que ya tenían los boxeadores.

Afortunadamente, Mingus ha llevado un magnetófono que grabará el concierto para el nuevo sello que acaba de fundar junto a Max Roach: Debut. Esta es la razón por la que en la portada del disco no se ve la cara Charlie Parker, que tenía por entonces un contrato vigente con otro sello: Mercury. Tan sólo se ve su inconfundible saxo alto. Aparece acreditado como “Charlie Chan”, entrecomillado para despertar la curiosidad del aficionado menos observador. Para esos, apuntamos que la mujer de Charlie Parker se llamaba Chan.

El quinteto. Cinco elementos, las cinco patas de un raro animal, perseguido por unos y adorado por otros, que se llamó bebop: Dizzy, en opinión de algunos, el verdadero y único padre del bop junto a Charlie Parker; a la batería, Max Roach, siempre revolucionario, bopper indiscutible; al bajo, un Mingus en la cresta de la ola; y, al piano, Bud Powell, que acababa de demostrar lo que nadie creía: que el bebop podía trasladarse al ordenado lenguaje del piano. Todo ellos estrellas ascendentes, compositores, líderes de sus bandas, genios en definitiva.

Y es bien sabido que los frutos de la mente de los genios no nacen precisamente de la disciplina y la concentración. Cuenta la leyenda que Charlie Parker y Dizzy Gillespie hicieron una tregua en sus malas relaciones para este concierto, pero Bird no puso todo de su parte: tocó con un saxo de plástico prestado porque había llegado a Toronto sin el suyo, que seguramente había empeñado en New York para pagarse una dosis. Powell, por su parte, recién salido de una institución mental, tocó bebido. Todo prometía desastre. El disco, sin embargo, es un clásico por sus interpretaciones. El único que resultó perjudicado fue Mingus, que vio a la postre cómo la “calidad” del magnetófono apenas había registrado el sonido de su bajo. Posteriormente, volvió a tocar y regrabar toda su parte antes de editar el disco.

El repertorio es, más o menos, la Biblia-del-Bop-Según-Dizzy, e incluye sus temas Salt peanuts y A night in Tunisia, además del standard Perdido (donde Dizzy está inmenso, lleno de swing, explosivo), All the things you are (el único tema en un tempo medio, un tempo que hace que el grupo se desencaje: da la impresión de que el bajo no va con la batería, sino cada uno por su lado), Wee (lo mejor de Bird en este disco) y Hot house de Tadd Dameron.

El concierto se editó en disco dos años después, cuando Bird ya había muerto.


Hubo un tiempo en que yo sólo escuchaba bebop. Es más: en aquella época para mí el jazz “era” el bebop. Ninguna otra cosa. No entendía el jazz sin la improvisación, la velocidad y las acrobacias imposibles de los mejores boppers. Afortunadamente, uno se serena con la edad, pero cada vez que oigo a estos cinco músicos tocar juntos y a ese nivel, formando el mítico Quintet’, pienso que con este disco se puede explicar qué es y qué nos gusta del bebop.

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La foto de la fachada del Massey Hall está sacada de la Wikipedia. El resto es de la época y no he podido averiguar la fuente.