Notas sobre jazz y poesía

Las artes se hermanan. El artista moderno, heredero del hombre renacentista, complejo y completo ejemplar humano, expresa sus pasiones y desencantos en todos los niveles del arte. Es trompetista y escritor maldito, como Boris Vian; percusionista y poeta, como nuestro amigo Sebastián Mondéjar; como Keith Jarret, escritor y pianista; como nuestro otro amigo Víctor Arriaza, pianista y bloguero; o novelista sin éxito y cocinero desastroso, como un servidor. Es una relación transversal entre el espíritu y la comunicación, extraña y natural a un tiempo.

Esta semana, en el número 19 de la revista digital El coloquio de los perros, aparece un incisivo artículo de Rodrigo Araújo Montero titulado Acordeimagen (Notas sobre jazz y poesía), en el que se establecen curiosos paralelismos entre jazz y literatura y, más concretamente, entre el jazz y la poesía.

Comienza el autor exponiendo su visión de las analogías entre el acorde de jazz, heredado del blues, y la imagen poética, estableciendo claras correspondencias entre “la simultaneidad de grados musicales” de un acorde y la metáfora, con su mezcla de significados simultáneos. El principio es bien simple: las notas (o las palabras) toman distinto significado, suenan a “otra cosa” en un acorde de jazz o en una metáfora. Es el arte de la novedad y de la variedad, para mí: ese don de la música negra (y en su máxima expresión el jazz) gracias al cual las notas son relativas, pueden sonar de distinta manera según quién y cómo las toque, saltándose incluso las afinaciones de concierto de la música occidental (la clásica).

¿Críptico? Lo veo incluso yo, que no sé leer música y que soy un simple aficionado a dejarse estremecer por los sonidos (y por las metáforas).

Araújo Montero continúa en este artículo hilando teorías paralelas entre jazz y poesía, determinando ejemplos tan bellos como que "el jazz es en cierta medida una nueva poesía en la música [...] y la poesía es casi siempre una meditación musical de la palabra”.

Resumiendo, un artículo quizás demasiado académico, pero apasionado, en el que cualquiera que ame la literatura y el jazz (en las artes se pueden tener dos amores sin parecer adúltero) podrá disfrutar a poco que se deje llevar por la vehemencia de las palabras.

Suena mejor en las palabras del autor. Podéis leerlo aquí.

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Fotografía de Keith Jarrett tomada de Apolo y Baco.
Foto inferior tomada de El coloquio de los perros.