A DIFFERENT KIND OF BLUE

Por fin he tenido tiempo de ver Miles electric: A different kind of blue. Esperaba un concierto, pero en realidad es un documental, y no sólo un documental sobre la faceta que menos me gusta de Miles Davis, su lado eléctrico, no. Es un encumbramiento de este periodo y una celebración de la evolución de su música desde Kind of blue hasta su explosión popular en 1970, tras el impresionante concierto en la Isla de Wight.

Sí, es cierto que el concierto "eléctrico" de Miles en la Isla de Wight es impresionante. La apenas media hora que aparece de música en este vídeo es fabulosa, algo desconcertante para los que esperan jazz y un error para los puristas, pero fabulosa, y no cabe duda que tocar en un festival rock ante 600.000 personas, en un momento de la historia de la música en que lo experimental, lo electrónico e incluso lo insólito (entiéndase "raro" o "ruido") eran la vanguardia, supuso el ascenso al estrellato de Miles entre el público más amplio, la mayoría del cual jamás había oído jazz ni escuchado hablar de él. Para impresionar a esta enorme audiencia ávida de sonidos nuevos, al ser preguntado por el tema que iba a tocar, Miles respondió: "Llamadlo cualquier cosa". Creo que con esto lo dijo todo.

El responsable de estos ruidos, en todo el término de la palabra, fue Airto Moreira, al que podemos ver en el concierto con una cantidad incontable de cachivaches acompañando con todo tipo de sonidos exóticos y extraños la melodía. Y esto es lo paradójico. Porque este tipo de sonidos que hoy en día samplearía cualquier sintetizador u órgano electrónico, ¡estaban hechos a mano! Y lo único verdaderamente e-léc-tri-co del concierto eran el bajo de Dave Holland (un jovencísimo Dave Holland, algo fuera de lugar, que acompaña con cara de estupefacción a los otros músicos tocar) y el órgano Rhodes de Keith Jarret. El resto es acústico. Nunca he sido partidario de las etiquetas, y está claro que a alguien se le ocurrió el término jazz eléctrico para justificar de alguna manera esta evolución insospechada de Miles hacia la fusión y el jazz-rock, pero en este concierto era más bien "desenchufado".

Herbie Hancock, que ya tocaba con Miles en los 60, cuenta una anécdota en el documental que precede al concierto (dura más el documental que la sesión) sobre la primera vez que tocó un órgano Fender Rhodes. Según, Hancock, llegó al estudio y, al no encontrar ningún piano, preguntó dónde tenía que tocar y Miles le contestó con su voz oscura y ronca: "Toca aquél, el de allí" y el pianista vio el piano eléctrico y admite que pensó: "Quiere que toque con un juguete".

Lo mejor del documental es la música, no sólo porque toque Miles o por los fragmentos de distintas sesiones de los 70 que aparecen sino porque las entrevistas están realizadas a los músicos delante de sus instrumentos, de manera que no sólo dan su opinión sobre la música en cuestión sino que la interpretan. Así, podemos oír a Carlos Santana improvisar un fragmento de In a silent way o a Herbie Hancock tocando los primeros compases de So what en un piano eléctrico (luego Chick Corea toca el mismo tema) después de haberlo visto tocando uno acústico en una actuación de 1964, como ilustrando las diferencias entre el sonido eléctrico y el acústico.

No voy a hablar del concierto, que muchos habréis oído alguna vez. Sólo reseñar que los músicos del sexteto eran Gary Barth al saxo y clarinete, Keith Jarret al piano eléctrico, Dave Holland al bajo, Jack DeJohnette a la batería y Airto Moreira a la percusión.

El documental repasa discos de la época como Bitches brew, Jack Johnson, On the corner, Big fun y también otros músicos y músicas colaterales que influyeron en la concepción electrónica, experimental y hardcore de la música de MD, como Jimi Hendrix o la cantante Betty Davis, que estuvo casada con Miles tan sólo un año, pero que influyó en él no sólo con su forma dura de cantar sino que cambió su imagen, renovó su vestuario y convirtió a nuestro jazzman en una estrella de la psicodelia vestido de colorines, otra víctima de la moda. Viene aquí a la perfección una crítica de un periódico musical de la época en la que Stanley Crouch hace suyo un comentario de Nietzsche sobre Wagner para decir que lo que estaba haciendo Miles Davis con su música era "el mayor ejemplo de auto-violación de la Historia del Arte".

No llego a tanto, pero he defendido esta postura muchas veces. En otro de mis blogs (una historia de ficción que publico a diario sobre un treintañero que intenta superar una separación con la ayuda de los amigos, del vino y del jazz) el personaje que escribe a través de mi teclado admite que no le salen las cosas bien y que la vida que él "quería que sonara como So what le está martilleando los oídos con los "acordes" de Agartha".

Aunque Miles defiende en este documental su nueva música ("me gustan los nuevos ritmos, ritmos rotos, melodías duras...") a mí no me gusta este tipo de experimentación. No es que yo sea un purista (a veces oigo On the corner, y me gusta la música electrónica, léase Art of Noise), pero estoy en contra de esta música de MD porque escapa a la esencia del jazz. El razonamiento lo da el propio músico en otro dvd, Miles in Paris, en el que aparecen fragmentos de entrevistas entrecortando el concierto. Aquí Miles patrocina la idea de que el jazz evoluciona, pero que "mientras se te muevan los pies al oír la música" será jazz. Pues bien, yo pierdo el ritmo con Bitches brew, no se me mueven los pies con Agartha. Puede ser Música (hay fragmentos que me gustan), pero cuando pongo alguno de estos discos no tengo la sensación de estar poniendo realmente jazz.